miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 38

–No. Soy yo quien te invita a pizza –dijo él sin darse por aludido.

–Te he dicho que estaba ocupada.

Pedro volvió a mirar a su alrededor, indicando que no había la menor muestra de actividad.

–Ya veo –dijo con sarcasmo.

Paula exhaló el aire con impaciencia.

–No quiero cenar contigo.

–Porque no quieres enamorarte de mí –bromeó él.Y con una amplia sonrisa, añadió–: ¿O te resulto tan inaguantable que no quieres ni verme?

–Más o menos –dijo ella, tan seria como pudo.

–Bueno, si no quieres... –dijo él, acercándole la pizza para que la oliera.

–Está bien –dijo ella con resignación–. Siéntate.

–Antes tengo que darme una ducha. Ahora mismo vuelvo. No te la comas –y dándole la caja, Pedro salió y fue hacia casa de Alejandra.

Paula la metió en el horno para mantenerla caliente. Luego terminó la ensalada y puso la mesa para dos. Apolo y Tom se acercaron y les dió de comer.

–Eso es todo. No se dediquen a mirarnos expectantes –les dijo.

–No, eso lo haré yo.

Paula se volvió y vió a Pedro en la puerta, dedicándole una mirada que no dejaba lugar a dudas de lo que deseaba. Ella le dijo a su corazón que se calmara. Y a sus hormonas.

–Pues no te servirá de nada –dijo ella.

Pedro se encogió de hombros y fue hacia la mesa.

–De acuerdo. Estoy muerto de hambre –añadió, poniendo un trozo de pizza en cada plato y sirviendo la ensalada–. ¡Qué buena pinta!

Tenía razón y estaba deliciosa. Inicialmente comieron en silencio. Cuando acabó el cuarto trozo de pizza, Pedro se apoyó en el respaldo de la silla y suspiró.

–Desmontar un tejado abre el apetito.

Paula  alargó la mano hacia la encimera y le tendió la llave.

–Será mejor que la tengas tú. Así no tendrás que llamarme todo el rato.

Pedro puso cara de escepticismo, pero la tomó y la guardó en el bolsillo.

–Gracias.

La miró fijamente y una sonrisa bailó en sus labios. Paula se levantó bruscamente.

–Gracias a tí por la pizza –dijo, recogiendo la mesa.

–Y a tí por la ensalada –dijo él, imitando su tono amable.

Se acercó a ella por detrás, que contuvo el aliento.No necesitó girarse para percibir el momento en el que Pedro se separaba.

–Tengo que planear la obra –dijo él–. Así que será mejor que me vaya –al ver que Paula lo miraba por encima del hombro con sorpresa, añadió–: A no ser que tengas una idea mejor.

Paula sacudió la cabeza automáticamente.

–No, no. Buenas noches.

«Es lo mejor», se dijo. «Mucho mejor». Pero se quedó escuchando las pisadas alejarse.

Pedro terminó de desmontar el tejado a la mañana siguiente, y dedicó el tercer día a limpiar y clasificar las tejas. Echaba de menos a Paula, con la que solo coincidía durante la cena. O bien ella cocinaba aduciendo sentirse obligada a invitarlo porque la hospitalidad de Alejandra era legendaria; o él compraba algo en el pueblo. Pero Paula nunca lo visitaba en la casa de adobe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario