viernes, 2 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 2

El encantador Lucas, el paciente Lucas para Paula, era el prometido de Delfina. Era su primer amor y el hombre perfecto para su hermana. Cuando pasaban una buena racha, la vida de Paula era relativamente tranquila. Pero tras una pelea de enamorados, Lucas se había marchado el día anterior.

Y Alejandra tenía razón, Delfina era impredecible cuando se sentía rechazada y dolida. Aun así, Paula había protestado por tener que ir a la boda.«Claro que vas a venir», dijo Alejandra con firmeza por la tarde, a la vez que se ponía el vestido para la boda e indicaba a Paula que se lo abrochara. Se trataba de un vestido de un profundo azul que enfatizaba el color de sus ojos, con un escote en forma de uve en la espalda.«No estoy invitada», dijo Paula, obedeciendo.«Tonterías», Alejandra la miró a través del espejo. «Eres mi invitada».«Sergio es tu acompañante». Sir Sergio Choate, actor inglés y el más reciente coprotagonista de Alejandra, había volado desde España el día anterior expresamente para escoltarla a la boda.«Además», dijo Alejandra con impaciencia, «puede que conozcas a alguien».

Paula apretó los dientes. No soportaba a Alejandra cuando intentaba hacer de celestina. Suspiró profundamente.«No tengo ningún interés en conocer a nadie, mamá».«No me llames mamá en público», la reprendió Alejandra. «¡Vas a cumplir treinta años!». Paula rió y sacudió la cabeza.«No estamos en público. Además, todo el mundo sabe la edad que tienes y ya no te ofrecen papeles de joven inocente». Alejandra suspiró.«Prefiero no pensar en ello», se ahuecó el cabello castaño. «Y es hora de que vuelvas a estar disponible ».

Con eso quería decir a que debía salir con alguien. Retomar su vida social. Superar la pérdida de Rodrigo. Pero Paula no quería superarla. Su marido había sido lo mejor que le había pasado en toda su vida. Y por mucho que hubieran pasado dos años y medio, para ella el tiempo no significaba nada.«Yo lo logré», apuntó Alejandra, y no por primera vez.«Y ya ves cómo te ha ido», dijo Paula con aspereza.

Su padre, Miguel, había muerto al caer de un caballo, cuando tenía cinco años. Era el verdadero amor de Alejandra, quien se había pasado los siguientes veinte años intentando reemplazarlo por una serie de sustitutos que se habían convertido en padrastros de Paula.«Tengo unos hijos maravillosos», dijo Alejandra, mirándola retadoramente en el espejo.Eso era verdad. Paula no tenía queja de sus hermanos y hermanas pequeñas. De hecho Delfina, Melisa, Pablo y Santiago eran lo mejor que tenía en la vida, la familia que no había podido formar con Rodrigo.«Eso es verdad», accedió con solemnidad.«Y una de ellas te necesita», había dicho Alejandra a modo de chantaje emocional. «¡Quién sabe qué sucedería si Lucas rompiera el compromiso!».«¿Crees que sería capaz?».

Paula pensaba que Lucas adoraba a su hermana, pero también entendía que su paciencia tuviera un límite. Lucas Chalmers tenía veintitrés años, era medallista olímpico de natación, monísimo y absolutamente encantador. El pobre amaba a Delfina desde el colegio. Él la equilibraba, sacaba el lado más dulce y más sensato de ella.Un mes atrás, Lucas le había pedido que se casara con él y Delfina lo había aceptado sin titubear. Iban a casarse el verano siguiente y Delfina se había volcado en organizar la boda. Al menos, hasta la pelea del día anterior.No había sido precisamente discreta. Allí mismo, en medio de una de las salas más elegantes de Mont Chamion, se había puesto furiosa cuando Lucas le dijo que tenía que ir a una competición de natación en Vancouver.«¿Y yo?», gimió Delfina. «¡Tienes que llevarme a la boda!».

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