miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 37

Sabía lo que Pedro pretendía. Quería obligarle a demostrar que podía resistirse a él. Lo miró apretando los dientes. Pero entonces él se incorporó después de dejar las tejas en el suelo y se volvió, y ella sintió que la cabeza le daba vueltas.Tenía que conseguirlo. Se conocía y sabía cuánto se implicaba en las relaciones. Recordaba el dolor que le había causado no ser correspondida por Kevin. Una sola noche con Pedro ya la había afectado en exceso.Quizá no se había enamorado de él, pero tampoco la había dejado indiferente. Volvió a imaginarlo en su cama durante el periodo de restauración, o hasta que se cansara de ella, y luego su marcha, con una sonrisa y un adiós que la dejaría sola y con el corazón destrozado.


Pedro podía tener razón al decir que era sencillo, que bastaba con elegir a quien amar. Pero esa no era su forma de ser. Así que tendría que hacer acopio de fuerza de voluntad y resistirse como fuera.Obligándose a prestarle la menor atención posible, le ayudó a descargar las tejas mientras intentaba ignorar el brillo de sus ojos, su elegante caminar, su luminosa sonrisa. Y cuando terminaron, dijo:

–Hasta luego.

–¿Eso quiere decir que nos vemos más tarde? –bromeó él.

–Vamos, Apolo –dijo ella en lugar de contestarle.

Pero Apolo seguía a Pedro que le dió algo para comer.

–Es mi amigo –dijo él.

–¡Porque le estás sobornando! –protestó ella–. Está bien, quédatelo –dijo, irritada–, pero no te pases.

–Tranquila. Volveremos para la cena –prometió Pedro.

Paula masculló algo a la vez que tomaba el sendero hacia la casa.

–Iré por una pizza –dijo él, alzando la voz–. ¿Cuál te gusta más?

–Voy a estar muy ocupada –dijo ella.

 Así era. Evitando cruzarse con él.

–Muy bien. Hasta luego –dijo él, como si no la hubiera oído.

Paula terminó de trabajar y se dio un baño temprano para no coincidir con él. Estaba preparando una ensalada en su apartamento cuando oyó el coche de Pedro.Solo miró por la ventaba, se dijo, para asegurarse de que Apolo seguía con él. Luego volvió a la cocina.Una llamada a la puerta la sobresaltó.

–Ya estamos aquí –dijo Pedro, que entró sin ser invitado, con una pizza en la mano. Observó el cómodo sofá, las estanterías de maderas, la mesa de comedor y añadió–: Muy agradable. ¿Quién es ese? –preguntó al ver al gato en el alféizar de la ventana.

–Tom–dijo Paula–. ¿Qué haces aquí? No te he invitado.

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