viernes, 9 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 20

Como, tal y como Paula había deducido, era un hombre muy habilidoso y capaz de hacer varias cosas a la vez, al mismo tiempo le mordisqueó la barbilla, las orejas y los hombros. Incluso parecía acariciarla con su cabello, que rozaba delicadamente su sensible piel.

–Por fin –susurró él, levantando las manos a sus hombros y deslizándolas hacia abajo.

Como el sujetador era parte del vestido, los senos le quedaron al descubierto.El aire la hizo estremecer, pero no tanto como la mirada de Pedro. Paula nunca había tenido la confianza en su propio cuerpo de la que disfrutaban su madre y su hermana, pero él lo contempló con admiración antes de cubrir sus senos con las manos y acariciarlos con delicadeza, rozándole los pezones con los pulgares.

–Eres preciosa, preciosa –susurró, inclinándose para besar primero uno y luego otro.

Y Paula se estremeció con una sacudida de deseo.

–¿Tienes frío?

–No –dijo ella–. Solo... –como no encontró las palabras para expresarse, se limitó a sacudir la cabeza.

Pedro se tomó tanto tiempo como ella. La hizo levantarse y colocarse delante de él, y mientras le besaba delicadamente la línea de las clavículas, se arrodilló, sujetó el vestido a la altura de la cintura y fue tirando de él hacia abajo. Sus dedos callosos acariciaron la piel de sus piernas, dejando la misma marca que Paula todavía percibía de cuando le había quitado las medias. Luego Pedro le hizo levantar un pie y el otro para salirse del círculo del vestido, dejándola con solo un par de bragas de encaje.

–Ah –exclamó él, sentándose en los talones.

Paula sintió su mirada recorrerla desde los pies, subir por piernas y vientre hasta sus senos y su cara. Sonriéndole, Pedro enganchó el dedo en el elástico de la cintura de las bragas y se las bajó. Paula levantó los pies alternativamente para que se las quitara del todo y, antes de que su mente pudiera reaccionar, sintió las manos de él en los tobillos, en las piernas, en los muslos. Las piernas le flaquearon y tuvo que asirse a sus hombros. Podía sentir el cálido aliento de Pedro en el vientre, mientras con sus dedos trepaba por el interior de sus muslos hasta llegar a la intersección y acariciar el vello que cubría su feminidad, antes de tocarla allí mismo. Ahogó un gemido.En lugar de detenerse, Pedro pareció tomárselo como una invitación, así que le separó los muslos y continuó. Ella le clavó las uñas en los hombros.

–No...no es jus...usto –balbuceó.

Él la miró de soslayo.

–Apúntate cuando quieras –dijo.

Y sin saber cómo, Paula lo atrajo hacia sí hasta tenerlo tumbado a su lado y le quitó los boxers. Él le ayudó y se acomodó para explorarla centímetro a centímetro. Paula estaba decidida a hacerlo durar, a disfrutar de cada segundo y explotarlo al máximo, pero estaba tan anhelante y ansiosa, que le costaba reprimirse. Deseaba a Pedro. Cuando él se colocó entre sus rodillas, ella clavó las uñas en sus caderas, pero él actuó con lentitud, acariciándole los muslos y el sexo con delicadeza, retirando la mano después de alcanzarlo para comenzar de nuevo la espiral. Paula dejó escapar un gemido intentando no alzar las caderas ni revolverse, no buscar sus manos ni demostrar cuánto lo ansiaba en su interior. Pero Pedro lo sabía. Sonrió y repitió la tortura, acompañando en aquella ocasión cada círculo con besos alternos de un muslo al otro, y dejando que su cabello rozara su sensible piel.  Sus labios estaban calientes, pero el beso húmedo sobre el que soplaba antes de volver a tocarla, dejaba una huella de frescor en la piel de Paula.Y con cada beso, se aproximaba un poco más.

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