miércoles, 28 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 51

Hacía una atardecer tibio y el sol, que no había llegado a ponerse, flotaba como una bola naranja sobre los tejados de Santa Bárbara y el mar. Paula  tardó más tiempo que él en ponerse el bañador y pasó corriendo a su lado cuando él ya iba a la piscina. Cuando llegó, ella ya estaba nadando. Pedro se sentó en el borde y metió los pies en el agua mientras seguía el cuerpo de Paula que atravesaba el agua turquesa haciendo largos.

–¿No te bañas? –preguntó ella, asomando la cabeza al llegar a su altura.

–Estoy reservando energía –dijo él, sonriendo.

–¿Crees que vas a necesitarla? –preguntó ella con ojos chispeantes.

–Eso espero.

Se miraron fijamente y Pedro sintió su sexo endurecerse al instante. Paula se sumergió en el agua y le tiró de la pierna hasta quecayó al agua.Para cuando Pedro emergió, ella ya se había alejado. Pero él, en lugar de intentar alcanzarla precipitadamente, nadó con lentitud. Tenían tiempo. Se trataba de un juego y de algo más. Cuando la alcanzó, Paula lo esperaba y rio cuando él tiró de ella hacia sí y la besó. Aunque había pensado limitarse a besarla para provocarla, hacía tanto que ansiaba besarla que, estrechándola con fuerza, le abrió los labios con la lengua y se adentró en su boca para explorarla. Pero ni un beso ni tres fueron suficientes. Necesitaba más.

–Se supone que ibas a nadar –dijo ella, contra sus labios.

–No puedo –Pedro sacudió la cabeza–. Me estoy ahogando –de deseo, de necesidad por ella–. Paula –susurró, apretándola por las nalgas contra su endurecido sexo para que supiera cuánto la deseaba.

Ella enredó las piernas con las de él para acercarse aún más; se asió a sus hombros y con los talones le presionó la parte de atrás de las rodillas. Pedro metió los pulgares en la goma de su biquini y empezó a bajárselo. Paula se soltó de una pierna y luego de la otra para terminar de quitárselo. Entonces Pedro le acarició los muslos, subiendo la mano hasta la intersección entre ambos, y la acarició. Paula gimió, y presionó los labios contra los de él. Pero seguía sin ser suficiente. Se frotó contra su mano, la presionó. Él la penetró con los dedos y sintió las paredes de su interior contraerse en torno a ellos.

–¡Pedro! –exclamó ella.

–¿Sí? –musitó él.

La deseaba con desesperación, pero sabía que, si la tomaba en aquel instante, no duraría más que unos segundos. Había esperado tanto tiempo que no podría contenerse. Por eso quería proporcionarle placer a ella, y así demostrarle que había tomado la decisión correcta. Así que cuando Paula deslizó las manos hasta sucintura para quitarle el bañador, la detuvo.

–Pero... –protestó ella.

–Ya habrá tiempo. Ahora te toca a tí –dijo él.

Y movió los dedos para proporcionarle placer, mientras ella le presionaba los muslos con los talones y se arqueaba contra él, echando la cabeza hacia atrás. Hasta que Pedro sintió su cuerpo sacudirse y contraerse, y finalmente dejó caer la cabeza sobre su hombro y se quedó laxa en sus brazos, quieta, con el agua formando ondas a su alrededor y refrescando sus ardientes cuerpos y sus palpitantes corazones.

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