viernes, 23 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 43

Cuando Paula había dicho que se tenía que ir, Pedro había asumido que se refería a la casa, pero al llegar al atardecer, todavía enfadado y excitado, decidido a enfrentarse a ella, encontró una nota: "He salido. Hay lasaña en el frigorífico. Ya he dado de comer a Apolo".

Pedro resopló. No estaba dispuesto a cenar la lasaña ni a quedarse solo con Apolo. Se dió una ducha y salió en busca de una buena cena y, a ser posible, de una mujer que le ayudara a olvidar a Paula Chaves.Lo primero fue sencillo porque Santa Bárbara tenía una amplia oferta de buenos restaurantes, pero las mujeres que conoció en un bar le resultaron o demasiado charlatanas o demasiado coquetas, y ninguna consiguió que se le alteraran las hormonas.Tomó una cerveza, charló con el camarero y vió un poco de béisbol antes de decidirse a volver a casa de Alejandra. Apolo lo recibió entusiasmado, de lo que dedujo que Paula no había vuelto. Y aunque solo eran las once, no pudo evitar preguntarse dónde demonios se había metido.Recorrió la planta baja y fue hasta el ventanal para contemplar la vista. Su móvil vibró. Miró la pantalla, pero no reconoció el número.

–Alfonso, ¿Dónde demonios estás?

–¿Alejandra?

Claro que era ella. Ni siquiera Paula tenía aquella voz tan sensual e inmediatamente reconocible.

–¿Dónde estás? –preguntó ella de nuevo–. ¿Estás trabajando en la casa? ¿Dónde está Paula?

Pedro se frotó la nuca.

–Sí, estoy trabajando en la casa –respondió con impaciencia–. Y no tengo ni idea de dónde está.

–¿Por qué no?

–No soy su guardián.

–¿Ah, no? –dijo ella en un tono que erizó el cabello de Pedro.

–No.

–Pero al menos la habrás visto. ¿Está en casa?

–Esta tarde estaba, pero ahora no –dijo él, malhumorado.

–Ah –con una sola sílaba Alejandra conseguía trasmitir más significado que otros con cien palabras. Tras una pausa, añadió–: ¿Ha pasado algo? –preguntó con aparente preocupación.

Pedro giró la cabeza en un círculo para relajar la tensión de los músculos.

–No, claro que no.

–Pues no contesta al teléfono –dijo Alejandra, claramente irritada–. Paula siempre contesta.


–Pero si es casi medianoche. Puede que esté dormida.


–Oiría el teléfono.


–Quizá no quiera contestar.


Alejandra descartó la idea con un resoplido.



–Necesito hablar con ella. Dile que me llame.


–Se lo diré.



Pedro se quedó mirando el teléfono al colgar, sin saber si estaba más irritado con Alejandra o con Paula... o consigo mismo por haber sido tan exigente con las mujeres que había conocido aquella noche.



No hay comentarios:

Publicar un comentario