miércoles, 7 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 11

–Gracias –dijo, abandonando su fingida coquetería y borrándose de su rostro la tensión.

–Un placer –dijo él, pensando que la prefería así. Al ver que palidecía, añadió–: ¿Quieres sentarte?

–Estoy bien –dijo ella, aunque no era ni un reflejo de la Paula Chaves que había acudido al rescate de su hermana pequeña.

–¿Hay algo que deba saber? –preguntó él.

Paula se miró los pies y los frotó entre sí, y por un instante Pedro temió que fuera a negar lo evidente. Pero finalmente, lo miró e hizo una mueca.

–Me temo que mi madre es un poco pesada cuando se empeña en buscarme pareja.

–¿El chico rubio con la espléndida sonrisa?

–Sí –dijo Paula con un suspiro.

–¿No te interesa? –a Pedro le sorprendió cuánto se alegraba.

–¡No! –dijo ella con una firmeza que iba más allá de la indiferencia–. Pero debía haber supuesto que intentaría algo así.

–¿Tu madre? ¿Acostumbra a hacerlo?

–Al menos lo intenta.

–¿Y a tí no te gusta? –Pedro se dijo que tenía tanto derecho como él a rechazar a las casamenteras, pero la mayoría de las mujeres que conocía no tenían nada en contra.

–En absoluto –dijo Paula sin titubear. Pedro pensó que cambiaría de tema, pero acabó añadiendo–: Mi madre está empeñada en que vuelva salir con hombres.

–¿Por qué dices «vuelva»? –preguntó Pedro al ver que no le daba una explicación.

Paula hizo una pausa como si reflexionara sobre qué debía contestar. Finalmente, miró a su alrededor y luego a él con gesto de impaciencia.

–¿Dónde están las renovaciones arquitectónicas?

Pedro enarcó las cejas.

–¿De verdad quieres verlas?

–¿Existen o solo estabas coqueteando con mi hermana?

–Claro que existen. Y no estaba coqueteando con tu hermana. Fue ella quien quiso verlas.

–Pero tú me has invitado...

–Porque estaba coqueteando contigo –y sin darle tiempo a reaccionar, Pedro tomó de la mano a Paula y la condujo hacia la torre.

Caminaron en silencio mientras Pedro se preguntaba si solo lo había usado para librarse de una situación incómoda o si estaba interesada en algo más íntimo. Por su parte, él tenía claro cuál de las dos opciones prefería.Fuera lo que fuese, mientras abría la puerta de la torre, se dijo que acabaría por averiguarlo. Él era el único habitante de aquella parte de la casa y, cuando entraron, el vestíbulo estaba sumido en la penumbra. Paula se detuvo y escudriñó la oscuridad.

–¿Te arrepientes? –preguntó Pedro.

Paula tomó aire.

–No –dijo. Y tras una fracción de segundo, preguntó–. ¿Y tú?La pregunta tomó a Pedro por sorpresa.

Desde la muerte de Aldana se había acostado con varias mujeres, pero ninguna había significado nada y ellas tampoco habían esperado nada más de él. Miró a Paula detenidamente, preguntándose cuáles eran sus expectativas. Entonces se dió cuenta de que ella esperaba una respuesta y, tras carraspear, dijo:

–No –con la misma firmeza que ella.

Paula sonrió, pero no con la sonrisa que le había dedicado a su madre y al hombre llamado Kevin, ni con la tensión de cuando había ido a buscarlo mientras bailaba, sino con la sinceridad con la que había sonreído cuando habían bailado juntos. Y en cuanto Pedro la recibió, sintió unas sacudida de deseo.Quería más sonrisas como aquellas. Quería más de Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario