viernes, 9 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 19

Paula ni sabía ni le importaba saber qué pasaría después de aquella noche. Desde la muerte de Rodrigo se concentraba exclusivamente en el presente, y ningún presente había sido tan excepcional como hacer el amor con Pedro Alfonso. Estaba decidida a disfrutarlo. Echaba de menos la intimidad de compartir una cama. Su primer intento, con Kevin, la había dejado indiferente. Siempre quería llevar la iniciativa y, con veintitrés años, había dado muestras de inmadurez, preocupándose más por el final que por el camino. Con él no había descubierto ninguna de las sutilezas del sexo. Con Rodrigo había sido distinto. Habían aprendido juntos, habían hecho el recorrido juntos, y darse placer mutuo había sido mucho más importante que alcanzar el orgasmo deprisa. No esperaba tener nada parecido con Pedro. Pero al menos, era la primera vez que sentía el deseo de hacerlo, y aunque no sabía muy bien qué significaba, quería descubrirlo.

Quizá de no haber aparecido Kevin, se habría limitado a volver a su dormitorio, y tal vez habría soñado con Rodrigo, aunque llevaba un tiempo que no recordaba sus sueños. A su pesar y aunque sabía que nunca lo olvidaría, era consciente de que su recuerdo se iba difuminando. La camisa de Pedro estaba almidonada y los botones ofrecían cierta resistencia, pero Edie disfrutó del instante, recordándose que sería una experiencia única. Por eso no quería hablar, ni pensar en su vida, sino centrarse en aquel hombre y aquel instante. Cuando soltó el último botón, deslizó la camisa de Pedro de sus hombros y por sus brazos, y él la dejó caer al suelo. Al ver que se sacaba la camiseta del pantalón y hacía ademán de quitársela, Paula lo detuvo y se sorprendió a sí misma diciendo:–Déjame a mí. Pedro dejó escapar un gemido, pero bajó las manos.

–Está bien, pero luego te desnudo yo a tí –dijo con mirada insinuante.

–Cuando te llegue el turno –dijo ella, intentando disimular que la mera idea le hacía temblar de anticipación.

Ya estaba lo bastante temblorosa tras quitarle la camiseta y acariciar con las uñas su pecho. Él permaneció inmóvil, mirándola fijamente, y ella sintió bajo sus dedos que lo recorría un escalofrío. Paula trazó círculos alrededor de sus pezones antes de bajar las manos por el centro de su torso hasta detenerlas sobre su cinturón.

–Supongo que también quieres que te deje eso –dijo él con voz ronca.

Ella alzó la mirada.

–Me parece bien. ¿Quieres ponerte de pie?

Pedro se puso en pie. Los ojos de Paula quedaron a la altura del cinturón y ella se lo desabrochó con mucha más facilidad que los botones. Pedro contuvo la respiración. Sin pensar en lo que hacía, Paula deslizó la mirada por la bragueta de los pantalones y solo entonces se dio cuenta de lo cerca que tenía la carne caliente que quería tocar y que, por la forma en que presionaba la tela del pantalón, también deseaba ser tocada. Hebilla suelta, cremallera bajada, los pantalones cayeron al suelo. Pedro se quitó los zapatos y los alejó de una patada, luego dio un paso para salirse de los pantalones y se presentó ante Paula con tan solo un par de boxers que no lograban disimular su erección.

–También esto es tuyo –dijo él, mirándola y mirándose el sexo. Luego añadió–: Ahora me tocaa mí.

–Todavía no he terminado –protestó ella.

Pedro le sujetó las manos.

–No, pero a mí me falta mucho más que a tí.

Se inclinó y fue besándole la piel mientras descendía por sus hombros al tiempo que llevaba las manos a la espalda de su vestido. Apoyando la cabeza en su hombro, dejó escapar un gemido de impaciencia.

–¿Qué? –preguntó Paula.

–Hay al menos cien botones.

–Solo cuarenta –al recordar que había tenido que esperar un buen rato a que su madre acabara de abotonarlo, rectificó–. O quizá cincuenta.

–¿Cincuenta? –protestó Pedro, aunque se puso de inmediato manos a la obra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario