miércoles, 14 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 26

Era la primera vez en mucho tiempo que se alegraba de oír la voz de Delfina, y ni siquiera se alteró cuando le dijo:

–He cambiado de idea.

Paula tomó un lápiz y se limitó a decir:

–¿Qué quieres que haga?

Como Delfina  no era especialmente perceptiva, no notó la peculiar actitud de Paula, sino que le explicó que acababa de decidir que quería dar una sorpresa a Andrew, en Miami.

–¿Podrás cambiar la reserva? –concluyó.

–Seguro que sí –la tranquilizó Paula.

Suponía empezar una vez más desde cero, pero así tendría la mente ocupada en algo distinto que el hombre del primer piso.«Tranquila», se dijo. «Solo necesitas unos minutos para recuperarte de la sorpresa. No es verdad que al verlo hayas pensado que venía a verte, ni que te importe que su presencia solo se deba a una cuestión laboral ».

–Pau, ¿Estás ahí? –le llegó la voz de Delfina, a la que, evidentemente, no había escuchado.

–Claro–dijo ella, sobresaltándose–. Estaba tomando nota de lo que me has pedido. En cuanto haga la reserva, te mandaré un correo.

–Gracias. Y por favor, no le digas nada a Lucas. Quiero darle una sorpresa.

–¿Estás segura? –en opinión de Paula, las sorpresas veces no eran bienvenidas.

–Tengo que demostrarle cuánto le quiero antes de que se dé por vencido.

Ah, su hermana, siempre tan dramática.

–Como quieras –dijo Paula.

–Gracias, Pau, eres la mejor –dijo Delfina antes de colgar.

El teléfono sonó dos veces más, obligándola a concentrarse en el trabajo, por lo que dio un respingo al oír una voz a su espalda:

–Así que aquí es donde trabajas.

Paula se volvió y vió a Pedro en la puerta, sonriendo.

–Así es –dijo Paula, abarcando la acogedora habitación de vistas espectaculares sobre el jardín y los tejados de Santa Bárbara en la distancia con un gesto de la mano.

–No está nada mal. No sé cómo puedes concentrarte –dijo Pedro.

–Aunque parezca un sacrilegio, terminas acostumbrándote –dijo ella, poniéndose de pie.

–Lo entiendo. A mí me pasa lo mismo. Puedo estar en un edificio espectacular y solo ver vigas podridas o humedades.

–¿Encontraste muchas en la iglesia de Noruega?

En Mont Chamion, Pedro le había mencionado que ese era su siguiente proyecto.

–Así es –dijo Pedro.

E hizo lo que Paula confiaba que hiciera, hablar del proyecto y así desviar la conversación hacia un tema interesante pero impersonal. Sin embargo, cuando al salir para ir a ver la casa, Pedro le colocó bien la etiqueta de la gorra de béisbol que se había puesto a la vez que comentaba que le gustaba mucho cómo le quedaba, Paula supo que no iba a ser sencillo pensar que no estaba allí más que por trabajo.

–Me quemo con facilidad –dijo, desviando la mirada y guiándolo por un sendero bordeado de eucaliptos, con Roy trotando delante de ellos.

–¿No hay un camino de acceso asfaltado? –preguntó Pedro.

–Uno en bastante mal estado, que pasa por el otro lado de la colina. ¿Te cuesta caminar? –preguntó, provocadora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario