viernes, 2 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 3

«No voy a poder», había contestado Lucas con calma. «Ya lo sabías, Delfi. Te lo dije la semana pasada cuando te empeñaste en que viniera. Te advertí que tendría que irme el viernes».«¡Pero quiero que estés conmigo!».«Puedes acompañarme», le recordó él. Pero Delfina no había querido perderse la boda, y había estado convencida de que manejaría a Lucas a su antojo. Pero Lucas tenía más personalidad que todo eso. Y ni los llantos ni las amenazas le habían hecho cambiar de idea. Al día siguiente voló a París y de allí a Vancouver.

Paula se había alegrado enormemente de que no se sometiera a los antojos de Delfina, pero por otro lado le preocupaba que, desde su marcha, Delfina se hubiera comportado como el personaje de un gran drama.«Seguro que hace algo», predijo Alejandra. «Y tú lo sabes tan bien como yo. Va a destrozar su vida». Con eso Alejandra quería decir que podía cometer cualquier locura con un hombre tan solo por vengarse de Lucas. Y eso se convertía en el problema de Paula.

Delfina era una de las mujeres más hermosas que Hollywood había visto en mucho tiempo. Era una Marilyn joven, una Betty Boo en carne y hueso, y podía coquetear con quien se lo propusiera. Así que allí estaba ella, acechando desde el borde del salón de baile, envuelta en un brillante vestido malva que a su hermana le quedaba espectacularmente, pero que hacía que su cabello castaño resultara opaco y que resaltaba sus pecas. Pero lo peor era que los zapatos de su hermana le quedaban extremadamente pequeños. Se sentía atrapada en una mala versión de Cenicienta, sin hada madrina y con don Peligroso en lugar de Príncipe Azul.

Mientras miraba, Delfina se aproximó aún más a él, entrelazó el brazo con el suyo y le pasó la palma de la otra mano sensualmente por la solapa del esmoquin con un risita provocadora, al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás y dejaba flotar su cabello, que brilló bajo los reflejos de la araña de cristal. Paula contuvo el aliento. Pronto estaría jugueteando con su corbata, como si fuera a desnudarlo. Alejandra tenía razón: el desastre era inminente. Apretando los dientes para ignorar las ampollas que se le estaban formando en los talones, Paula se separó de la columna y fue hacia su hermana.

–¡Por fin te encuentro! –dijo animadamente con una sonrisa forzada.

Delfina se volvió, molesta por ver su coqueteo interrumpido.

–¿Qué quieres? –dijo con impaciencia.

Don Peligroso arqueó las cejas. Paula le sonrió, pero se dirigió a su hermana.

–He recibido un mensaje de Lucas–dijo, lo que era verdad.

A Delfina se le iluminó el rostro, pero en cuanto recordó que estaba enfadado con él, frunció el ceño.

–¿Por qué te escribe a tí? –preguntó en tono acusador.

–Ni idea –Paula se encogió de hombros–. ¿Quizá porque tienes apagado el teléfono?

–No quería hablar con él –dijo, haciendo un mohín.

–Pues él contigo sí. Y por lo que se ve, desesperadamente –exageraba un poco, aunque era cierto que el mensaje decía: "Dile a tu hermana que encienda el teléfono. Necesito hablar con ella". Luego se volvió al hombre con quien hablaba y añadió–: Lucas es su prometido.

Él soltó a Delfina , retirando el brazo delicadamente y dando un paso a un lado.

–¿Estás prometida? –preguntó a Delfina.

Delfina se encogió de hombros, enfurruñada.

–No está aquí –dijo. Y luego tuvo la decencia de mostrarse un poco disgustada–. Nos hemos peleado.

Don Peligroso no dijo nada, y Paula continuó:

–Se ve que durante estas horas ha tenido tiempo de reflexionar. Seguro que no pretendía hacerte daño, Delfi. Seguro que te está echando de menos desesperadamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario