lunes, 5 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 10

Pedro la miró atónito, con el corazón acelerado. Pero al mismo tiempo que su libido se encendía, su cerebro lo puso en alerta.

–¿Has cambiado de idea? –preguntó, esforzándose por no sonar demasiado contento.

–Sí –dijo ella con una amplia sonrisa y sin el menor titubeo.

Pedro estudió su rostro y creyó percibir una mezcla de ansiedad y desafío cuyo origen no pudo adivinar. La miró de arriba abajo y, decidiendo aceptar el reto, le tomó la mano y dijo:

–Encantado.

Entonces se volvió a su última compañera de baile y, tras despedirse de ella, enlazó los dedos de la mano con los de Paula y la llevó hacia el rincón donde se habían conocido.

–La puerta está en el otro lado –dijo ella.

–Voy a por tus zapatos –Pedro se agachó para recuperarlos de debajo de la mesa–. Aunque no creo que quieras ponértelos.

Ella dejó escapar una risa nerviosa que confirmó a Pedro que había sucedido algo.

–Desde luego que no –dijo ella.

Pedro se los metió en los bolsillos de la chaqueta y le ofreció el brazo. Ella lo aceptó y caminó a su lado con dignidad.Su actitud era mucho más tensa que cuando habían bailado, pero él decidió contener su curiosidad y ella mantuvo la mirada fija al frente hasta que llegaron a la puerta y se cruzaron con Alejandra quien, como de costumbre, estaba rodeada de un grupo de admiradores. Paula apenas les dedicó una mirada, pero a cambio dedicó a Pedro una encantadora sonrisa y parpadeó con coquetería.

Pedro estuvo a punto de reír, pero se contuvo y sonrió a Alejandra, que, al verlos, puso cara de sorpresa y de algo más... ¿Consternación? De ello concluyó que el cambio en Paula tenía algo que ver con su madre.O quizá estaba relacionado con el hombre que estaba junto a Alejandra, al que ésta dijo algo en voz baja y que a continuación miró a Paula con el ceño fruncido. Debía de tener la misma edad que Pedro, y poseía cierto parecido con Robert Redford y le resultaba familiar, de lo que Pedro dedujo que debía de ser uno de los muchos actores amigos de Felipe. El hombre transformó su ceño en una sonrisa y les interceptó el paso.

–¡Paula, cuánto tiempo sin verte! Alejandra me ha dicho que estabas aquí.

La mano de Paula se tensó sobre el brazo de Pedro, pero devolvió la sonrisa.

–Justo nos íbamos.

–Pero si no hemos bailado.

Pedro apreció un aumento en la crispación de la sonrisa de Paula.

–Me ha encantado verte, Kevin. Buenas noches.

–Nos vemos por la mañana –dijo el hombre.

Pero ya habían pasado de largo y Paula dijo en una voz más alta de lo necesario con el claro objetivo de ser oída.

–¿En qué ala está tu dormitorio?

Pedro notó la reacción de sorpresa que el comentario causaba en el grupo y, aunque arqueó las cejas con sorpresa, dijo en tono animado:

–Por aquí –y le dedicó una seductora sonrisa al tiempo que la puerta para cederle el paso.

Cuando la puerta se cerró a su espalda, Paula pareció relajarse parcialmente y al llegar a uno de los corredores se detuvo bruscamente, suspiró y lo miró.

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