miércoles, 7 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 13

–No tenía ni idea.

–Los Chamion son una familia de supervivientes. Sabían cómo enfrentar a sus enemigos entre sí y cómo establecer alianzas. El castillo ha sido testigo de gran parte de la historia –dijo Pedro, mientras la conducía por distintas salas hasta la sólida puerta de roble del extremo opuesto. Al abrirla, dio acceso a un distribuidor con un andamio.

–Esta es la parte en la que sigo trabajando.

Sobre una mesa se veían herramientas de carpintería y albañilería medievales con las que Pedro trabajaba. Paula fue hacia ellas y preguntó con detalle por su función y cómo se usaban. Cuando Pedro dijo que algunas las elaboraba él mismo, ella lo miró admirada.

–¿Y trabajas tú solo?

Pedro posó una mano sobre el andamio y dijo:

–Al principio sí, porque me gusta familiarizarme con el espacio. Ahora hay un par de artesanos ayudándome a reproducir algunas piezas.

Paula recorrió el espacio, observando los detalles y sacudió la cabeza.

–Debe tardarse una eternidad –Paula sonrió a Pedro–. Es curioso, pareces un hombre tan moderno que cuesta imaginar que dediques tu tiempo a esto.

–La verdad es que casi nunca llevo traje cuando estoy trabajando –dijo él, haciendo una mueca.

–¿Cómo te metiste en esto? Los niños normalmente quieren ser vaqueros o bomberos.

–Yo quería ser arquitecto.

–¿De edificios antiguos? –al ver que Pedro asentía, Paula preguntó–: ¿Nunca has diseñado un edificio nuevo?

–Una vez –dijo él con aspereza. Y le dió la espalda.

–Lo siento –dijo ella.

Pedro la miró con sorpresa. Paula lo observaba con dulzura y él la encontró extremadamente deseable.

–¿Por qué me pides perdón? –preguntó con brusquedad.

–Por aproximarme demasiado.

Él fruncióel ceño.

–¿Aproximarte, a qué?

–A tí –Paula esbozó una sonrisa–. Y por hacer demasiadas preguntas –añadió.

–No tiene importancia –dijo él, tomando una de las herramientas y balanceándola en la mano. Luego la dejó bruscamente y miró a Paula.

–Tengo la impresión de que sí la tiene –dijo ella quedamente.

Y tenía razón. Pedro se frotó el cuello para relajar los músculos, luego metió las manos en los bolsillos y, mirando al vacío, explicó:

–Diseñé una casa –comenzó, sin saber muy bien por qué sentía la necesidad de contarlo. Era la primera vez que lo hacía–. La construí para mi prometida.

Paula permaneció inmóvil, expectante.

–Debía haber sido la casa perfecta –continuó él en un tono tan amargo como sus emociones.

Iba a ser un regalo para Aldaba y quería que fuera tan perfecta como ella. Aldana solía reírse y decir que no lo era, pero él opinaba lo contrario. Así que le pidió que le dijera cómo sería su casa soñada, las cristaleras, la escalera de caracol, el balcón corrido en el primer piso con vistas almar; la gigantesca chimenea, la cocina con isleta central, las tres habitaciones para ellos y sus hijos... Todo sería tal y como ella quisiera.

–Iba a ser la casa de sus sueños –concluyó Pedro con tristeza.

–¿Pero no le gustó? –aventuró Paula.

Pedro se encogió de hombros.

–Le encantó, pero le daba lo mismo. Ella solo quería casarse, y yo retrasaba la boda porque quería acabar antes la casa.

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