viernes, 23 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 45

–Gracias de nuevo, David.

Él sonrió con dulzura, como si la comprendiera.

–Ha sido un placer.

Por un segundo, Paula pensó que no tendría que besarlo, pero David inclinó la cabeza y le rozó los labios. No fue nada. Y Paula no sintió la más mínima alteración.

–Le preguntaré a mi madre sobre la charla en el instituto –dijo–, aunque no sé cuándo hablaré con ella porque no contesta el teléfono.

–Ahora ya sí –dijo una voz grave. Paula se volvió sobresaltada y vió a Pedro salir de las sombras–. Quiere que la llames esta misma noche.

Paula no supo cómo lo hizo, pero de pronto Pedro estaba entre ella y David, como un padre cuya hija se hubiera saltado la hora de llegada.

–Este es Pedro Alfonso–dijo a David–. Está restaurando la casa de adobe para mi madre –explicó, aunque no supo si a Pedro o a David.

–Tu madre quería saber dónde estabas y con quién habías salido –siguió Pedro, como si ella no hubiera hablado.

–Gracias por esperar para darme el mensaje –dijo Paula, cortante, sin molestarse en presentar a David  al ver que Pedro no escuchaba.

–Yo también he salido. Acabo de llegar –dijo él, sonriendo con sorna.

Paula recibió el dardo. Era evidente que no perdía el tiempo. David, que los había observado como si jugaran un partido de tenis, dijo a Pedro con amabilidad:

–No te quedes despierto por nosotros.

Paula se volvió a él, admirada de que se mantuviera firme frente a un Pedro que se estaba comportando como un bulldog defendiendo un hueso. Pedro se tensó ostensiblemente y Paula, aunque fascinada con la escena, pensó que no quería ser testigo de una pelea entre dos hombres tratando de marcar su territorio. Además, no quería que David saliera perjudicado. Así que se volvió hacia él y dijo:

–Será mejor que vaya a llamarla. Mañana por la mañana te llamo para decirte qué ha dicho.

David pareció vacilar, pero finalmente asintió con la cabeza.

–Muchas gracias –la miró prolongadamente,como si estuviera reconsiderando lo que había pensado hasta entonces. Entonces se volvió a Pedro–: Soy amigo de Paula... y de su marido –dijo, para explicar su actitud protectora.

Con ello pareció haber dejado clara su posición, volvió a su coche y se marchó. Edie tuvo ganas de abofetear a Pedro.

–Podías haber esperado –dijo, entre dientes.

Él se encogió de hombros.

–Y tú podías haber dicho dónde ibas.

En lugar de mirarse, mantuvieron la vista fija en el coche que se alejaba. Solo al perderlo en la distancia, Paula se encaminó hacia casa de Alejandra  para buscar a Apolo.

–No creía que te importara –dijo, malhumorada.

–A tu madre sí.

Ese era el resumen de la situación. A él le daba lo mismo.

–Ya la llamaré –Paula abrió la puerta y dejó salir a Apolo.

Retrocediendo sobre sus pasos, ignoró a Pedro y siguió de largo, mientras sentía su mirada clavada en la espalda hasta que cerró la puerta de su departamento.

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