lunes, 5 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 7

No era de extrañar que su hermana le hubiese puesto la zarpa en la chaqueta. Paula perdió el paso al tener esa imagen, pero Pedro la sujetó con fuerza de manera que sus senos se quedaron presionados contra su pecho. Y como no estaba demasiado bien dotada, eso significaba que sus cuerpos estaban en pleno contacto. A través de la seda del vestido podía sentir las piernas de Pedro rozando las suyas. Si giraba la cabeza, podía ver las raíces de la barba de él. Y cada vez que respiraba, olía el perfume de jabón con un toque de madera de su loción para el afeitado. Le temblaron las piernas y Pedro volvió a estrecharla aún más fuerte.

–No soy una buena bailarina –se disculpó Paula, intentando separarse de él.Pero Nick no aflojó.

–Estoy disfrutando mucho –dijo él en un ronroneo que reverberó por la espalda de Paula.

Y el cerebro de ella dió un salto adelante que llegó... demasiado lejos. ¿Hasta dónde esperaba él llegar?

–¿Ahora qué? –masculló él al notar que se tensaba.

Paula sacudió la cabeza.

–Nada. Es que me he acordado de una cosa.

–Es mejor que no pienses.

Paula pudo intuir la sonrisa en la voz de Pedro, y cuando giró la cabeza casi tuvo la sensación de que sus labios le rozaban el cabello. Hacía años que no sentía nada parecido. Desde la muerte de Rodrigo no había percibido aquel cosquilleo en el estómago. Que su madre le dijera que debía «volver a estar disponible» la dejaba indiferente porque no tenía la menor intención de forzar nada. Aquello tenía algo de inevitable; era completamente involuntario, y muy sensual. Pedro la llevó hacia la zona de la orquesta y Paula se sintió envuelta por la música.

¡Peligroso!, le avisó una voz interior. Pero su yo bailarina y sus pies liberados, la contradijeron al instante... Siempre que recordara que no se trataba más que de una fantasía. A los dieciocho años había dejado de creer en cuentos de hadas, cuando el atractivo actor, Kevin Robbins, le había roto el corazón. Y cuando se decía que su posterior relación con Rodrigo probaba lo contrario, recordaba el dolor de perderlo, y confirmaba que en el amor no había finales felices. Por eso se consideraba inmune a los hombres.«Déjate ir», se dijo. «No es más que un rato agradable. Un baile, una noche, nada más».Por primera vez en la noche, su mente y sus pies se sincronizaron. Miró a Pedro Alfonso, y le sonrió.

Pedro Alfonso no acudía a bodas desde hacía años. Pero era imposible haber rechazado aquella cuando se trataba de la de su primo, y cuando se celebraba mientras él estaba restaurando el castillo de la familia de la novia. De todas maneras, no habría podido seguir trabajando mientras se desarrollaba la ceremonia, por mucho que lo hubiera preferido. No quería ver a más parejas prometiéndose amor eterno, ni ver la forma en que se miraban con ojos centelleantes. Podía ser egoísta, pero no quería que los demás tuvieran lo que él no había conseguido. Desde que su prometida, Aldana, había muerto dos días antes de la boda, había dado la espalda a todo eso. Las bodas de los Alfonso eran las peores porque todos sus familiares se empeñaban en intentar buscarle una novia. No parecieran enterarse de que Pedro no tenía la menor intención de casarse con nadie.«Va a ser una preciosidad», le dijo su tía Malena la tarde anterior. «Creo que Gabriela va a venir con dos de la ayudantes de Gerardo. Las dos son jóvenes y están solteras», añadió animadamente, confirmando los peores augurios de Pedro.«Es verdad», apuntó su tía Ofelia. «Va a haber un montón de mujeres hermosas. Tendrás dónde elegir». Pero él no quería elegir nada. Así que llegó a última hora y se sentó en un borde, evitando a las numerosas tías, tíos y primos que en cuanto lo veían solo, querían encontrarle acompañante, porque en sus mentes cuadriculadas, el mundo solo era comprensible en pareja.Y a pesar de que Nick estaba completamente de acuerdo, para él no había ya una media naranja, y nunca la habría. Cuando oyó al sacerdote entonar: «Tomas a esta mujer...» sintió la emoción atenazarle la garganta.

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