miércoles, 31 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 69

—Es un alivio —dijo Paula con una sonrisa—. En ese caso, es hora de nuestra sorpresa.

—De acuerdo —dijo Bernardo, y dió un silbido agudo que llamó la atención de toda la sala—. Un minuto de atención, por favor. ¿A quién le apetece una boda?

—Otra no —Evelyn Cates estaba de pie junto a su marido, Gabriel, y miró al alcalde con falsa reprobación—. Dos de mis sobrinos acaban de casarse y dos de mis hijas están prometidas. Creo que no puedo soportar más tensión romántica. Por favor, te lo ruego, dime que no es uno de mis hijos.

—No puedes permitirte ser una aguafiestas de las bodas, Evelyn —gritó alguien—. Aún te quedan cuatro hijos solteros.

Paula no vió quién lo dijo, pero alguien que se parecía a Bruno Walters gritó:

—Y aún hay un puñado de Clifton buscando el amor.

Alejandra se acercó a su hija.

—¿Quién va a casarse?

 —Yo, mamá.

Pedro miró a su futura suegra.

—Más que nada deseo que su hija sea mi esposa, señora Wexler. La quiero mucho.

—¿Paula? —Alejandra parecía confusa—. ¿Vas a casarte ahora?

—Llamamos antes al alcalde y ha usado su influencia para acelerar nuestra licencia matrimonial para poder celebrar la ceremonia en Nochebuena.

—Pero, cariño… tú siempre quisiste una gran boda.

Paula levantó la mano para señalar a toda su familia, sus amigos y conocidos de Thunder Canyon.

—Esto es grande.

—Me refiero a todo lo demás. Desde que eras pequeña, querías un velo, una cola, encajes blancos y promesas. Flores —su madre se quedó mirándola—. Pero llevas un vestido rojo.

—Creo que por fin he madurado, porque ya no me importa la decoración ni lo que lleve puesto. Lo que realmente importa es ser la señora de Pedro Alfonso. He aprendido algo, mamá. Las tonterías son una pérdida de tiempo. Y no lo sabes hasta que estás a punto de perder a la persona por la que has estado haciendo el tonto.

—¿Están seguros de esto?

Paula miró a Pedro y los dos dijeron al unísono:

—Muy seguros.

—Ya me parecía que iban demasiado bien vestidos para una reunión de voluntarios.

—¿Así que no te hemos engañado? —preguntó Paula.

—Solo un poco —admitió su madre—. Supongo que vamos a tener boda. Y, Pedro…

—¿Sí, señora?

—No me llames así. Soy Alejandra. O mejor mamá —a Alejandra se le empañaron los ojos—. Creo que voy a llorar.

Paula la puso a trabajar y todos juntos lo hicieron posible. Poco tiempo después, su dama de honor, Carolina Alfonso, dió comienzo a la ceremonia. Rafael Wexler llevó a Paula por el pasillo que se creó, porque su familia y amigos se apartaron para crearlo. Hubo una época en la que Paula pensaba que le entristecería que Miguel Chaves no pudiera verla casarse, pero no estaba triste en absoluto. Creía con todo su corazón que su padre estaba allí, observándola como su ángel de la guarda. Pedro aguardó junto al árbol de Navidad con el alcalde, que iba a casarlos. Bruno Walters, su padrino, estaba a su lado.

—¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio? —preguntó Bernardo.

—Su madre y yo —contestó Rafael.

Paula se puso de puntillas y le dió un beso en la mejilla.

—Te quiero, papá —después besó a su madre—. Te quiero, mamá.

—Sé feliz, cariño —dijo Alejandra con lágrimas en los ojos.

—Yo me encargaré de ello —le aseguró Pedro al darle la mano a Paula.

—Pedro Alfonso, ¿Quieres a esta mujer como tu legítima esposa? —preguntó el alcalde.

—Sí, quiero.

—Paula Chaves, ¿quieres a este hombre…?

—Sí, quiero —contestó ella antes de que terminara.

Bernardo sonrió y siguió con la ceremonia y la lectura de los votos.

—Con los poderes que me concede el estado de Montana, yo os declaro marido y mujer. Puedes…

En esa ocasión, Pedro no esperó. Tomó a Paula entre sus brazos y la besó mientras los demás silbaban y aplaudían.

—Estoy deseando quitarte este vestido —le susurró al oído—. Puedes dejarte los zapatos.

—Oh, cielos —contestó ella.

Javier le estrechó la mano a Pedro y le dió un abrazo a su hermana.

—Esto significa que has perdido la apuesta —le dijo.

—No es verdad.

—¿Estás diciéndome que acabas de casarte con un hombre con el que nunca has salido?

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