miércoles, 10 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 30

—Papá Noel tiene un regalo para tí —después le entregó un bastón de caramelo a Mónica—. Por si quieres dárselo —susurró.

La pareja se llevó a la niña y, tras eso, fue todo muy ajetreado. Paula le llevaba a los niños y él se los subía al regazo. Tras una breve conversación, ella le daba a cada niño un regalo y un bastón de caramelo. El trabajo en equipo hizo que la fila avanzara con regularidad, y todo fue bien hasta que llegó un niño de dos años. Paula dejó que la madre le llevase hasta Pedro.

—¿Quieres sentarte en el regazo de Papá Noel para que te hagan una foto? —le preguntó Paula.

El niño negó con la cabeza, pero la madre le rogó.

—Le prometí a mi madre que sacaría fotos de todo. No pueden estar aquí este año porque mi padre se ha puesto malo en el último momento. Es Papá Noel, Joaquín.

En cuanto la madre de Joaquín puso al niño en su regazo, comenzaron los llantos. Joaquín no quería formar parte de eso. Pedro intentó mover la rodilla, hablar como Papá Noel y hacerle cosquillas, pero nada funcionó. Paula se inclinó hacia él y susurró:

—No tendrás un as en la manga, ¿Verdad?

Eso le dió una idea.

—Dame un bastón de caramelo.

 Lo hizo, y los llantos de Joaquín disminuyeron lo suficiente para demostrar que se había dado cuenta. Pedro se guardó el caramelo en la manga y después fingió sacárselo al niño de la oreja. Dejó de llorar y agarró el caramelo. Con la otra mano se tocó la cabeza para intentar averiguar de dónde había salido. La foto se sacó sin una gran sonrisa, pero al menos no hubo lágrimas. Paula le sonrió como si le hubiera regalado la luna.

 —Oh, la magia de la Navidad.

Después de eso le tocó la escéptica y la tiradora de barbas en una sola persona. Valentina  Swenson tendría unos diez años y siguió las instrucciones de sonreír para la cámara tras subírsela al regazo.

—¿Eres real? —preguntó la niña antes de que él pudiera decir nada.

—Sí —respondió Pedro.

—¿Y la barba es real?

—Sí.

—¿Puedo comprobarlo?

—Por supuesto —Pedro se preparó y esperó haber puesto suficiente pegamento—. Adelante.

La niña tiró y la barba no se movió, pero aun así seguía mostrándose escéptica.

—¿Qué quieres que Papá Noel te traiga por Navidad? —le preguntó él con voz profunda.

—Hice un viaje en avión con mis padres y tardó una eternidad. Si eres real, ¿Cómo vuelas por todo el mundo y dejas regalos a los niños en una sola noche?

—Te contaré un secreto.

—¿Cuál?

—El trineo tiene un condensador de flujo que hace que vaya muy rápido.

—¿Qué es eso? —preguntó Valentina apartándose el pelo de la cara.

—Es muy complicado, pero hace que el trineo viaje a la velocidad de la luz. Es algo que inventé hace mucho tiempo. Pero no funcionaría sin la comida especial para Rudolph.

—¿Qué tipo de comida? —la niña parecía cada vez más interesada.

—En el Polo Norte, hay cristales mágicos en la nieve. Se llama dilitio y hace que su nariz sea roja para que pueda encontrar los agujeros espacio temporales —Pedro miró en ese momento a Paula, que estaba sonriendo. Pero el brillo en sus ojos indicaba que sabía de dónde había sacado esa historia.

—¿Qué son los agujeros espaciotemporales? —preguntó Valentina.

—Atajos por todo el mundo. Cuando viajas más rápido que la luz, el tiempo se ralentiza. A veces puedo hacer que pare, si es necesario. Es algo físico. Pero puedo ganar mucho tiempo de ese modo.

—De acuerdo —la niña pareció aceptar todo aquello, pero seguía teniendo algo en mente—. ¿Pero cómo subes y bajas del trineo tan rápido para dejar las cosas? Eso lleva mucho tiempo.

—Así es —convino él—. Pero tengo un truco. Muevo la nariz y lanzo los regalos por la chimenea. Eso acelera el proceso.

—¿Puedes hacer que una bicicleta quepa por la chimenea?

 Eso no lo había visto venir, pero Paula estaba atenta.

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