lunes, 8 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 23

—Eso he oído.

 Pedro se quedó mirando la pila de regalos envueltos.

—Parece que ya has terminado aquí. Me vendría bien algo de ayuda para sellar las cajas de envío.

—No sé. Puede que tengamos más… —Paula miró a Bruno en busca de ayuda, pero no la encontró.

—Ve con Pedro, Paul. DJ tiene comida preparada para los voluntarios en la cocina. Voy a ir a por algo antes de que se acabe. Ustedes, los jóvenes, Vayan a echar una mano.

Antes de que Paula pudiera decir nada, Pedro la agarró del brazo y la condujo hacia una mesa donde se encontraba todo metido en cajas. Había una cinta más ancha para cerrar las cajas de cartón. Ella sujetaba las solapas mientras él las cerraba y apilaba las cajas en un rincón. Trabajaron en silencio porque ella no quería hablar.

—Estás muy callada —dijo él finalmente.

—No tengo nada que decir.

—¿Desde cuándo?

Arrodillada, Paula levantó la cabeza y lo miró. Pedro estaba inclinado hacia delante y aquella postura hacía que su cara estuviese demasiado cerca. Ella no entendía por qué, sabiendo lo que sabía de él, su corazón seguía acelerándose. Era muy molesto.

—¿Así qué piensas que hablo demasiado?

—No quería decir eso.

—Pero estaba implícito.

—No —Pedro se puso en cuclillas y apoyó un antebrazo en su muslo, una postura descaradamente masculina—. Lo que quería decir es que hay algo que te molesta.

—Te equivocas —Paula apartó una caja sellada y acercó la siguiente.

—Es por el beso de anoche, ¿Verdad?

 Ella levantó la mirada, sorprendida por lo certero que había sido. Pero era más que eso. Aquel flirteo tenía más problemas que un bote de remos con agujeros. Contestar a su pregunta llevaría a una conversación que sería una pérdida de tiempo.

—Eso no es cierto.

—Entonces dime en qué estás pensando —insistió él.

—No hay nada que contar.

—Sé que te gustan los retos. Te reto a negar que disfrutaste besándome tanto como yo disfruté besándote a tí.

¿Retar? ¿En serio? ¿Por qué diablos había tenido que confesarle que era competitiva con sus hermanos?

—No puedo negarlo —dijo finalmente.

—Eso me parecía —contestó él con expresión satisfecha—. ¿Entonces cuál es el problema?

—¿Por qué quieres estar conmigo?

—Porque me gustas.

—¿Pero por qué? ¿Es por diversión? ¿Fanfarronear con la campeona de citas del pueblo? ¿Darle el sello de aprobación de Pedro Alfonso?

—Eso no es lo que estoy haciendo.

—¿No? Porque en la calle se comenta que tú tienes tantas citas como yo. La diferencia entre nosotros es que tú no buscas nada serio.

—¿Y qué tiene eso de malo?

—Nada —admitió Paula—. Eres joven y tienes mucho tiempo para sentar la cabeza. Pero por eso es un problema que me beses. Eso lleva al contacto íntimo. En mi opinión, el sexo ha de significar algo más que pasar un buen rato. A no ser que un hombre y una mujer estén emocionalmente comprometidos, un encuentro entre las sábanas no debería tener lugar.

—Alguien ha leído demasiados cuentos de hadas.

Había cierta tensión en su voz, algo que insinuaba cosas dolorosas. Ella no tenía los detalles, lo cual no debería importarle. Algo o alguien había hecho pedazos su vida amorosa, pero Paula no podía permitir que eso le afectara.

—Obviamente piensas que el romance es una tontería. Es bueno saberlo —se puso en pie—. Creo que necesito un descanso.

Antes de que él pudiera detenerla, se dió la vuelta y se marchó. Era bueno saber que Pedro prefería la cantidad a la calidad. Pero aquello tuvo el efecto de una bola de nieve deslizándose por su espalda. Sus ganas de verlo murieron allí mismo. Su ideal romántico era el que era. Ella deseaba lo que deseaba. Un príncipe que la amase por siempre, que se casase con ella y con el que formar una familia. No era negociable, así que no tenía sentido perder el tiempo con un hombre que no encajaba en su ideal. Aunque sus besos le hicieran desear tener un encuentro entre las sábanas con él.

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