miércoles, 10 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 26

Mezclar los negocios con lo personal nunca era una buena idea, sobre todo dado que Paula y él tenían ideas muy distintas sobre salir con alguien.

—¿De verdad, Paula? ¿El Tottering Teapot? —Javier se quedó mirándola desde el otro lado de la mesa tras echar un vistazo a la carta del café, orientada a las mujeres.

—Me encanta este lugar —dijo Vanina—. Es maravilloso.

—A todas las mujeres del pueblo les encanta este lugar —dijo él.

Tras dirigirle una mirada triunfante, Paula dijo:

—Me alegra que te guste, Vanina, porque los he invitado a comer para disculparme por estropear tu velada la otra noche.

—¿Su velada? ¿Y qué me dices de la mía?

—Tú ya obtuviste tu venganza —le recordó Paula.

Tenía además otra razón para comer con ellos aquel día, y era que quería pedirle un favor a su hermano. Se le ocurrió que tal vez el Hitching Post, con las mejores hamburguesas del pueblo, habría sido un lugar mejor donde llevarlo.

—Nunca he comido aquí —dijo—. Quería probarlo.

—El sándwich de setas portobello está muy bueno —le dijo Vanina—. Este lugar es famoso por sus sándwiches vegetarianos.

—No me extraña que sea el único hombre del lugar —dijo Javier—. Aquí no sirven carne.

—No es cierto —Paula levantó la vista desde detrás de la carta—. Tienen pollo de granja y ternera alimentada de pasto.

—Oh, eso está mucho mejor —contestó su hermano con sarcasmo—. El olor a velas y té está chupándome toda la testosterona. Matenme ahora.

—Oh, por el amor de Dios. ¿Por qué has accedido a venir entonces?

—Porque Vanina quería.

Paula estuvo a punto de suspirar al ver como Javier miraba a la mujer que había logrado domar su corazón de soltero. Prácticamente se podía tocar el amor que sentían, y los envidiaba por ello. Era lo que ella deseaba; un hombre que pudiera sacrificar su testosterona para estar con ella en el Tottering Teapot.

El café estaba situado en la zona vieja del pueblo, en la calle principal. Además de la carta, todo en el establecimiento estaba orientado a las mujeres. Las mesas estaban cubiertas con manteles de encaje, todos diferentes. La comida se servía en porcelana desparejada de segunda mano. En deferencia a su nombre, había una enorme variedad de tés. De pronto se le ocurrieron dos pensamientos simultáneos. ¿Habría llevado Pedro a alguna cita allí? Una joven de veintipocos años se detuvo junto a la mesa para tomarles nota.

—Hola, mi nombre es Flavia. ¿Saben ya lo que van a querer o necesitan un minuto?

—Un minuto no cambiará la carta —masculló Javier—. Yo tomaré una hamburguesa.

—La tenemos vegetariana o de pavo además de la de ternera.

—De ternera —contestó él sin dudar.

Al menos no se estremeció al oír las demás opciones.

—¿Quiere una ensalada mixta de acompañamiento?

—¿No tienen patatas fritas?

—Lo siento —contestó Flavia encogiéndose de hombros.

—¿En qué consiste la mixta? —preguntó Javier con escepticismo.

—Es una mezcla de diferentes tipos de lechuga. Rúcula, achicoria, lechuga romana verde y roja…

—Por favor, dime que es algo navideño.

 —No, señor. Es orgánico.

 —Tomará la ensalada de macarrones. Está deliciosa —le dijo Vanina—. Yo quiero el sándwich de setas portobello con ensalada. Y té de menta.

—Que sean dos —dijo Paula.

Cuando la camarera lo miró expectante, Javier suspiró. Paula esperaba con todas sus fuerzas que su hermano no quisiera café.

—Yo tomaré agua.

Nadie podría acusar a su hermano de no adaptarse. Cuando se quedaron solos, Paula le dijo:

—Tienes muy buen perder.

—Puede —respondió él—. Pero, si le cuentan esto a alguien, negaré haber puesto el pie en este lugar.

—Buena suerte con eso —le dijo Vanina dándole en el brazo—. No puedes ni estornudar sin que todo Thunder Canyon sepa que estás resfriado.

—Es cierto. No puedes ir a ninguna parte sin que alguien sepa con quién estás —admitió él—. Y tienes razón, Pau. Tengo buen perder. La pregunta es, ¿Y tú? Porque creo que has perdido la apuesta.

—Oh, por favor —dijo Vanina—. No irás a hacer que se esté un mes sin tener una cita.

—Claro que sí. Es un reto y ella accedió. Ahora tendrá que estar seis semanas.

Llegó la comida y Paula se abstuvo de decir nada hasta que estuvieron solos.

—Sería difícil perder la apuesta dado que no he tenido ninguna cita.

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