lunes, 1 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 15

—Sí —cuando Paula había entrado, apenas había podido quitarle los ojos de encima—. Pasamos a comer una hamburguesa.

—Allí las sirven muy buenas.

—Las mejores del pueblo —convino él—. ¿Querías algo? No es que te esté echando, pero…

—Sí, no soy el público habitual de Roots.

—Estamos especializados en rebeldía, terapia de grupo por asuntos relacionados con la ansiedad y control de la ira. Se trata de maneras positivas y saludables de canalizar las hormonas.

Ella se carcajeó.

—Qué manera tan diplomática de decir que soy demasiado mayor para estar aquí.

—No desde mi punto de vista.

Estaban en mitad de la sala, sin ningún sitio apropiado del que colgar muérdago, pero Austin nunca había deseado tanto tener una de esas ramas. Así tendría una excusa para besarla. Y lo deseaba tanto que empezaba a ser un problema crónico. Cada vez que la veía, la necesidad de estrecharla entre sus brazos era mayor. Con todas las luces y lámparas de la sala, supo que el color rosa que tiñó sus mejillas era un rubor, y no producto del frío de fuera. Eso era bueno, ¿No? Al menos era algún tipo de reacción.

—Simplemente he venido andando de la oficina del alcalde para repartir algo de alegría navideña en persona —dijo ella.

—¿Andando?

—Está solo a un par de manzanas, y hace una noche maravillosa y despejada.

—¿No hace demasiado frío? —preguntó Pedro con escepticismo.

—Voy bien abrigada. Eso ya lo veía. Aunque el look de esquimal resultaba mono, le gustaba verla con aquel vestido de encaje negro que era como sexo en movimiento cuando andaba.

—¿Y qué hay de nuevo?

—Como sabes, me encargo de la comunicación y de las relaciones públicas para la oficina del alcalde.

Parecía un poco nerviosa y, desde su perspectiva, resultaba ser la comunicadora más mona que pudiera imaginar.

—El alcalde no habrá decidido revocar el permiso de Roots, ¿Verdad?

—No —se apresuró a responder ella—. Más bien al contrario. Más o menos. Quiero decir que no he venido aquí por ningún permiso. El alcalde Clifton y el Ayuntamiento creen que este lugar ha resultado ser beneficioso para los adolescentes. Han disminuido considerablemente las quejas relacionadas con lasmolestias desde que abrió. Va a adjudicar fondos para dar clases privadas y para comprar más equipamiento informático.

Un estallido de risas al otro lado de la puerta indicó que los chicos se habían olvidado de la rabia, como solían hacer los adolescentes. Pedro sonrió.

—Eso es fantástico. Sonia está de luna de miel, pero se lo haré saber cuando regrese. Le encantará oírlo.

—El comunicado de prensa será mañana, así que quería pasarme y darte las buenas noticias.

—Me alegra que lo hayas hecho —y no solo porque el equipamiento y las clases fueran necesarios—. Algunos chicos no tienen ordenador en casa. Es una desventaja académica si no tienen acceso en casa a Internet. Además, este lugar se ha convertido en el sitio guay para salir. Si enfatizamos sutilmente el estudio, tal vez los deberes también se vuelvan guays.

—Entiendo lo que quieres decir —dijo ella con una sonrisa—. Esta es la mejor parte de mi trabajo.

Los chicos regresaron a la sala y, tras mirar con curiosidad a la recién llegada, siguieron con las luces del árbol. Pedro miró a Paula.

 —De hecho, al venir me has ahorrado una llamada de teléfono.

—¿Sí?

—Sí, iba a pedirte una cita, pero ahora puedo hacerlo en persona.

—¿Una cita? Su expresión de angustia indicaba que aquello no empezaba bien.

—Cuando un tipo invita a una mujer a cenar, por definición se llama cita.

—Me lo temía.

—¿Te lo temías? ¿Por qué es un problema? ¿Por qué no tengo la edad ideal?

—No —Paula vaciló—. Quiero decir que sí, no la tienes. Pero eso no es lo único.

—¿Qué más?

—Estoy a dieta de citas.

A Pedro le parecía la peor excusa que había oído nunca. Ya podía imaginarse el titular. El anteriormente chico malo se estrella de cara. Su reputación pende de un hilo. Se sentía irritado, pero no quería dar un mal ejemplo a los chicos.

—¿Y qué me dices de un café?

—No, gracias.

 La agarró del brazo de todos modos y la condujo hacia la sala trasera. Aquella conversación no era para adolescentes curiosos.

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