lunes, 8 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 24

Por fin era el viernes de una larga semana que, para Pedro, podría figurar entre las cinco semanas más largas de la historia. La verdad era que solo habían pasado un par de días desde que Paula le rechazara. «Alguien ha leído demasiados cuentos de hadas». Deseaba con todas sus fuerzas poder borrar esas palabras. Sin duda había envejecido años enteros desde aquella noche, lo cual podría actuar en su favor, si ella volvía a dirigirle la palabra, pensó. Pero, sobre todo, no quería que hablar con ella otra vez le resultase tan importante. Gonzalo Chaves había pedido hablar con él antes de comer y estaba en su despacho esperando a que su jefe estuviese libre. Le resultaba difícil concentrarse en el trabajo, así que simplemente miraba por la ventana.

La sede central de la Traub Oil de Montana se encontraba en un edificio de ladrillo de tres plantas situado en la calle State, en la parte vieja del pueblo, a una manzana de la plaza. Pedro trabajaba en Investigación y Desarrollo y tenía su propio despacho con una mesa, un ordenador y dos sillas. Hacía solo unos meses que la compañía tenía su centro de operaciones en Thunder Canyon, así que el mobiliario era escaso, pero él trabajaba en el tercer piso y las vistas eran preciosas. Sobre todo para un tipo que, según alguna gente del pueblo, no llegaría a nada. Resultaba satisfactorio demostrar que se equivocaban, y se mostraría engreído al respecto en cuanto lograse ver con perspectiva el problema de Paula. «En la calle se comenta que tú tienes tantas citas como yo». Esas palabras no paraban de repetirse en su cabeza. ¿En la calle? ¿Con quién había estado hablando? ¿Y qué le habrían dicho exactamente sobre él? No debía de ser nada bueno, porque obviamente a Paula le molestaba. Su comportamiento era completamente opuesto a la noche anterior, cuando le había hecho reír y la había besado. Ella le había devuelto el beso y ninguno de los dos había pensado en otras personas con las que hubieran salido. En ese momento sonó su interfono y pulsó el botón.

—¿Sí?

—Pedro—era la secretaria de Gonzalo—. Gonzalo ya puede recibirte.

—Gracias, Carla—entonces se le ocurrió una idea—. ¿Quiere ver algunos de mis datos de investigación?

 —No ha dicho nada, así que supongo que no —respondió ella.

—Está bien. Enseguida voy.

De camino al despacho de Gonzalo, al otro lado del pasillo, Pedro se preguntó si aquella reunión inesperada tendría algo que ver con Paula. ¿Le habría contado algo a su hermano sobre el beso? Probablemente no, teniendo en cuenta la apuesta. Pero la desventaja de desear a la hermana de su jefe era que no podía saber si la reunión se debía a algún asunto profesional o personal. Abrió la puerta y entró en la antesala. Carla Baush, una secretaria experimentada que había llegado de la filial de la Traub oíl de Midland, Texas, levantó la mirada y sonrió. Era una rubia de cincuenta y pico años, muy atractiva. Era viuda, y se le ocurrió que debía conocer a Bruno Walters. ¿Qué era? ¿Cupido? Él ni siquiera podía controlar su vida amorosa. Se detuvo frente al escritorio.

—¿Qué tal, Carla?

—Bien. ¿Y tú?

—También bien —mintió—. ¿Tienes planes para este fin de semana?

—Así es, si para tí los planes son quedarse en casa con un buen libro. ¿Y tú?

—Mis planes incluyen revisar datos para incluirlos en mi tesis.

—Eso es impresionante. Cuando hayas terminado, ¿Tendré que llamarte doctor Alfonso?

 —No, si quieres que responda.

El teléfono interrumpió las carcajadas de Kay. Antes de contestar, dijo:

—Adelante. Te está esperando.

Pedro llamó a la puerta y después la abrió. El hombre al mando de la compañía estaba sentado tras su escritorio.

—Hola.

—Pedro—dijo Gonzalo cerrando el portátil—. Siéntate.

Al ver que su jefe no parecía particularmente disgustado, Pedro respiró tranquilo y ocupó una de las sillas al otro lado de la mesa.

—¿Qué pasa?

—Ayer tuve una reunión con los contables y han incrementado el presupuesto en I+D.

—Vaya. ¿De verdad?

—Gracias en parte a tí, aquella reunión en octubre sirvió para apaciguar las dudas de los lugareños sobre extraer petróleo del esquisto bituminoso.

—¿Yo? ¿Cómo? Simplemente respondí a las preguntas de la gente con toda la sinceridad posible.

—Por el momento eso es suficiente. Hemos alquilado terrenos y derechos de extracción, pero todos estaban preocupados por el impacto medioambiental del proyecto alrededor de Thunder Canyon.

—Yo también.

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