viernes, 26 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 58

—Mira, Pedro, la razón por la que no me he ido con mis amigos esta noche es porque estoy preocupada por tí. Ahora ya sé qué es lo que te pasa y es todo culpa mía. Si deseas a Paula, ve tras ella. No te rindas. No dejes que se rinda. Los Alfonso estamos hechos de otra pasta.

Pedro se puso en pie lentamente, asintió con la cabeza y dijo:

—Tal vez debas dedicarte a la motivación personal.

—¿Por qué?

—Porque tienes razón. Voy a convencerla de que estamos bien juntos.

—Ese es el espíritu —respondió Carolina con una sonrisa—. ¿Cuál es tu plan?

—Aún no lo sé —miró el reloj—. Sigue en el trabajo.

—Pues llámala. Yo me haré cargo de Roots si accede a verte en algún sitio.

—Eres la mejor —dijo Pedro sacando su móvil—. Pero en cuanto a lo de tu bocaza… De ahora en adelante recuerda que el silencio es oro.

—Traducción: cierra ese buzón de correos.

La única respuesta de Pedro fue sonreír antes de abrazarla.



Paula miró el calendario sobre su escritorio, que marcaba el veintitrés de diciembre, y se preguntó en qué momento había empezado a contar los días que habían pasado desde que viera a Pedro por última vez. Cuantos más días pasaban, más lo echaba de menos. El sol salía por la mañana y se ponía por la noche, pero con cada veinticuatro horas que pasaban, su alma se sentía un poco más vacía, hasta que se preguntó si llegaría a marchitarse y a desaparecer por completo. Estaba limpiando su mesa antes de las vacaciones de Navidad. Por suerte no tenía ninguna tarea importante que hacer, pues casi toda su atención estaba puesta en lo que le había dicho Bruno Walters. Cuando un alma encontraba a su otra mitad, un certificado de nacimiento no era más que un pedazo de papel. Le había dicho que no lo pensara demasiado, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

—¿Paula? —Jesica estaba de pie en la puerta de su despacho—. ¿Estás ocupada?

—Estaba matando el tiempo antes de irme a casa —y pensando demasiado—. ¿Por qué?

—Voy a seguir revisando los viejos archivos. Celina me va a ayudar.

—Tiene sentido —dijo Paula saliendo de detrás de su escritorio—. Eres la ayudante del alcalde. Los archivos son como un mapa de carreteras de lo que ocurre en esta oficina.

—Desde luego se aprende mucho —convino la rubia—. Pero me vendría bien tu ayuda.

—Dime lo que tengo que hacer.

—Nada demasiado complicado. Si logramos quitárnoslo de en medio, sería fantástico empezar el año nuevo con espacio en los ficheros. Fuera lo viejo, venga lo nuevo. Acabamos de sacar una pila de papeles para triturar.

—Así que quieres que realice la difícil tarea de dar de comer a una máquina que convierte el papel en confeti. Me apunto. No te decepcionaré.

—No es cuestión de seguridad nacional —dijo Jesica—. Tú ríete, pero hace falta mucha coordinación mano-ojo para evitar meter los dedos en las cuchillas. Y mucha concentración.

—Ese es mi segundo nombre. Estaré encantada de ayudar.

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