lunes, 29 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 62

—No —dijo él sin quitarle los ojos de encima—. Entrometida. ¿Tiene alguna pregunta que hacer?

—Sí. Me preguntaba si el anterior alcalde, Arturo Swinton, le pagó para usar su colección en las exposiciones del Frontier Days. O tal vez le contrató para asesorarle sobre la autenticidad de algunos de los programas del festival.

—¿Por qué pregunta una cosa así? —preguntó Fowler mientras abría la puerta de cristal de la vitrina.

—Por nada. Solo es curiosidad. Soy una entrometida, como usted ha dicho.

Paula no podía quitarle los ojos de encima, y se asustó definitivamente cuando Fowler sacó una pistola brillante y la apuntó hacia su pecho.

—Está cargada —dijo—. Y funciona, ya que aprecio y cuido bien todas las cosas antiguas. Ahora, volveré a preguntárselo. ¿Por qué pregunta si Arturo Swinton me pagó por hacer algo?

—Por favor, aparte esa pistola.

—Primero dígame lo que sabe.

Paula no podía creer que aquello estuviera ocurriendo. Era como sacado de una serie de la televisión, algo que les ocurría a otras personas.

—No sé nada —le pareció mejor mentir dadas las circunstancias.

Sin apartar la pistola ni un segundo, Fowler rodeó la vitrina de cristal y se colocó frente a ella.

—¿Entonces por qué me pregunta por Swinton?

—Hemos encontrado cheques bancarios firmados por Arturo Swinton para usted.

—¿Y quién la envía?

—Nadie. Simplemente pensamos que habría alguna explicación razonable — aunque, dado que estaba apuntándola con una pistola, eso le parecía cada vez más improbable.

—¿Quiénes lo pensaban?

—Jesica Williams, Celina Clifton y yo —entonces se le ocurrió otro nombre que tal vez podría hacerle bajar el arma—. Y el alcalde Clifton también lo sabe.

—Siento mucho oír eso —contestó él con voz tranquila.

—¿Qué planea hacer?

—Tú y yo vamos a ir a dar una vuelta. Si intentas algo, te disparo. No creas que no lo haré.

—¿Dónde me lleva?

—Eso es cosa mía. Muévete, despacio. Las manos donde pueda verlas.

Con la pistola en su espalda, Fowler la condujo hacia la puerta de atrás. Recordaba que Pedro había insistido en acompañarla desde Roots hasta su despacho por la noche. Ella se había burlado de su caballerosidad. Aquello era Thunder Canyon. ¿Qué podía ocurrir? Habría dado cualquier cosa por saber la respuesta a esa pregunta. Pero, sobre todo, deseaba que Pedro estuviera allí. No sabía en qué momento había empezado a confiar en él plenamente, pero sabía que, si estuviera allí, sabría lo que hacer. Pero ni siquiera sabía dónde estaba.



Pedro volvió a mirar el reloj. Paula llegaba tarde. Miró a su alrededor y observó que el Rib Shack estaba sorprendentemente lleno aquella noche. Tal vez los compradores de última hora no quisieran irse a casa a cocinar. O quizá los forasteros estuvieran pasando las fiestas en el complejo turístico y quisieran cenar allí. Fuera cual fuera la razón, era agradable ver el establecimiento de DJ a rebosar después de los asuntos turbios ocurridos para perjudicar su negocio. Alguien se detuvo junto a él.

—¿Pedro?

Levantó la mirada y vió a Matías Gunther y a su prometida, Jesica Williams.

—Hola.

—Me alegro de verte. Últimamente no he podido pasarme por Roots —dijo Matías.

—Ha estado ensayando como un loco para el concierto de Navidad —explicó Jesica.

El cantante se encogió de hombros.

—Esto es lo más importante que he hecho profesionalmente. No se trata solo de mí.

—La fundación es una buena causa. De hecho no ha habido mucha gente en Roots. Con suerte eso significa que los chicos están con la familia y los amigos haciendo cosas divertidas.

—Eso es importante —convino Jesica—. Esta noche he contratado a una niñera para cuidar de mi pequeño y he convencido a mi hombre grande para que se tomara la noche libre y salir a cenar.

—No quiero meterme en medio de su momento romántico —Pedro hizo todo lo posible por sonar sincero y ocultar su rabia y su amargura. Había albergado estar haciendo lo mismo con Rose esa noche—. Disfrutaen de la velada.

—¿Estás esperando a alguien? —preguntó Jesica.

—Creo que lo que estoy haciendo es dejar que la historia se repita —al ver la confusión en la pareja, se dió cuenta de que ninguno de los dos vivía en Thunder Canyon cuando Romina le dejó plantado.

Jesica miró a Matías y, sin decirse nada, ambos se sentaron frente a él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario