miércoles, 31 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 68

De la mano de Pedro, Paula entró en el Rib shack de DJ con Alejandra y Rafael Wexler, su madre y su padrastro. Ambos habían llegado aquel día para pasar las fiestas en Thunder Canyon. Habían ido para sorprenderla, pero los sorprendidos habían sido ellos cuando Paula les había presentado a su prometido. Y había más sorpresas en camino. Le dirigió una sonrisa a Pedro y él le devolvió la mirada conspiradora.

—Durante todo el día un grupo de voluntarios ha estado haciendo turnos para cocinar y llevar comida a la gente de Thunder Canyon que necesita ayuda. Ahora nosotros vamos a hacer nuestra parte —le dijo a su madre.

Alejandra frunció el ceño.

—¿Estás segura de poder hacerlo, cariño? ¿Después de esa experiencia tan traumática que viviste?

—Estoy bien —se quedó mirando a su madre.

Alejandra tenía sesenta y pocos años, pero parecía más joven. No tenía ni una cana, pero el cansancio se notaba en su rostro.

—Pero, si estás cansada…

—No —contestó Alejandra, y miró a su marido—. ¿Y tú, Rafael?

—Estoy preparado para ayudar.

El interior del restaurante estaba igual que el día de Acción de Gracias y el día de los regalos para los patriotas. Había un árbol de Navidad en un rincón y mesas llenas de comida y recipientes para llevar. Como siempre, un gran grupo de voluntarios estaba presente. Paula vió a los Cates y a muchos Clifton por allí. Jesica Williams y Matías Gunther estaban allí con su hijo. Carolina Alfonso estaba por alguna parte y Paula la encontraría enseguida. Nada más entrar por la puerta, ya estaban rodeados de los demás Chaves. Gonzalo, Rodrigo, Leandro y Javier, junto con sus parejas, se acercaron para darles la bienvenida a Alejandra y a Rafael.

—Hola, mamá —Javier fue el último de sus hijos en recibir un abrazo—. ¿Por qué no nos has dicho que venías?

—Porque no pensaba hacerlo hasta que me enteré de lo que le había pasado a Paula. Si no hubieras estado ahí para ayudarla…

—De no haber sido por Pedro, yo no habría podido hacer nada.

—Lo único que hice fue hablar —contestó Pedro encogiéndose de hombros.

—Javier no podría haberme salvado si tú no hubieras bloqueado la carretera para detener a Fowler —dijo Paula—. Eres ingeniero, así que hablar no forma parte de tus habilidades. Eso hace que sea aún más heroico.

—No sé. Cuando es necesario, mis habilidades pueden ser muy convincentes.

—Desde luego que sí.

—¿Dónde está Ezequiel? —le preguntó Javier a su madre.

—Tu hermano se ha quedado al frente de la compañía en Midland —contestó Alejandra con el ceño ligeramente fruncido.

Paula le hizo la traducción a Pedro.

 —Eso significa que mi hermano está teniendo una aventura con una modelo de bañadores realmente sexy que es más importante para él que la familia.

—Paula—dijo su madre.

—¿Me equivoco, mamá?

 Alejandra suspiró.

—Por desgracia no.

Paula divisó a su jefe al otro lado de la sala. Bernardo Clifton la vió y se abrió paso entre la multitud para saludar a los recién llegados. Después los llevó a Pedro, a Javier y a ella a un lado.

—Tengo noticias sobre Arturo Swinton —les dijo.

—¿Qué? —Paula se apoyó instintivamente en Pedro.

—Gerardo se derrumbó fácilmente durante el interrogatorio. Imaginaba que Swinton estaba engañándole y nos dijo dónde podíamos encontrarlo.

—Así que Fowler no mentía. Swinton no está muerto —dijo Javier.

 Bernardo negó con la cabeza.

—La investigación sigue abierta, pero ahora mismo parece que alguien de la clínica de la cárcel le ayudó a fingir un ataque al corazón para ocultar su huida. Ha estado escondido en el pueblo de al lado.

—Y era el cerebro de la operación mientras Gerardo Fowler hacía el trabajo sucio —supuso Pedro.

—Eso es —confirmó Bernardo—. Ha estado pagando a Fowler para arruinar a DJ y Dios sabe qué más. Swinton está de nuevo bajo custodia y ha confesado. Al parecer hace años se enamoró de la madre de DJ y de Delia…

—Qué asco —dijo Paula con un escalofrío—. Podríamos haber estado todos emparentados con él.

—No vayas por ahí —le dijo Bernardo—. En cualquier caso, ella tuvo la sensatez de no tener nada con él, pero durante los años, él vió como la familia triunfaba. La amargura le volvió un poco loco.

—¿Un poco? —preguntó Jackson con sarcasmo—. Yo diría que está algo más que un poco loco. Esta historia es propia de un lunático.

—Sí —dijo Bernardo—. Pero creí que deberíais saber que los dos están bajo custodia y cantando como canarios. No hay nada de qué preocuparse.

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