miércoles, 10 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 27

Javier le dió un bocado a su hamburguesa con aprensión y después asintió con aprobación.

—Más de una persona te ha visto con Pedro Alfonso—dijo tras masticar.

—Estás hablando de la boda, pero eso fue antes de…

—La apuesta —dijo él—. Lo sé. ¿Y qué me dices de los regalos de Navidad para los patriotas? Estuviste con él donde DJ. Y antes de eso en Roots. La enorme ventana da a la calle, donde cualquiera puede veros. Alguien te vió entrar con él en el ayuntamiento por la noche.

—Oh, por el amor de Dios. Me ayudó con las tarjetas navideñas del alcalde —lo del beso era algo que no pensaba compartir con él.

—Una historia de lo más probable —Javier probó la ensalada de macarrones y asintió mirando a Vanina—. Si esto es pasta falsa, por favor, no me lo digas. Está buena.

—Nunca te aconsejaría mal —contestó Vanina con una sonrisa—. Tú quédate conmigo.

—Intenta librarte de mí —dijo él con un guiño.

Aquella comida de disculpa empezaba a parecerse a otra interrupción más en su vida privada, y Paula  estuvo a punto de decirles que se buscaran una habitación.

—En serio, Pau, según algunas personas, estás saliendo con Pedro.

—No es cierto —insistió ella—. Fui a Roots por asuntos de trabajo y resultó que Pedro estaba allí.

—¿Y dónde DJ? ¿Cuándo los regalos de los patriotas? ¿También resultó estar ahí?

—Sí —miró a su hermano a los ojos, y se dijo a sí misma que no necesitaba saber que Pedro se había asegurado de que estaría allí después de darle el beso más ardiente de la historia.

—Vamos, hermanita. ¿Esperas qué me crea que simplemente aparece allí donde vas?

—Sigo las reglas. No puedes mentir en un reto. Está mal. Puedo decir con toda sinceridad que nuestros encuentros no incluían los componentes necesarios para una cita. No había nada programado y no se ha gastado dinero en mí. Lo juro.

Javier se quedó mirándola durante unos segundos.

—De acuerdo entonces.

 Paula y Vanina iban por la mitad del sándwich cuando Flavia regresó con las cajas para llevar.

—¿Van a dejar espacio para el postre?

Ambas declinaron la oferta y Paula miró a su hermano.

—¿Qué me dices de tí?

—Ya he mirado la carta —dijo él negando con la cabeza—. No pueden echarse zanahorias y calabacines en azúcar y harina y llamarse tarta. Está mal.

Flavia se rió.

—Entonces dejaré la cuenta. Sin prisas.

—Pago yo —dijo Paula agarrando el papel—. ¿Cómo estaba la hamburguesa?

Javier se quedó mirando su plato vacío.

 —Sorprendentemente buena.

Gracias a Dios, porque era el momento de pedirle el favor.

 —El alcalde Clifton tiene muchas ganas de que llegue la fiesta navideña de los niños de mañana.

 —Supongo —dijo él.

—Su hija cumple un año. Será su primera Navidad. La primera vez que vea a Papá Noel —si lograba que su hermano se hiciese cargo del papel en el último momento.

—Adrián Johnson lleva años haciéndolo —dijo Vanina—. Hace un gran trabajo.

—Desde luego que sí.

Debió de haber algo en su tono y en su expresión, porque Javier se quedó mirándola con severidad y dijo:

—No vayas por ahí, hermanita.

—¿Qué? —preguntó con toda la inocencia que pudo, pero Javier la conocía demasiado bien.

—No pienso hacer de Papá Noel mañana.

—¿Qué te hace pensar que voy a pedírtelo?

—Lo sé.

Paula suspiró.

—Adrián me ha llamado esta mañana. Apenas podía hablar. Tiene la gripe. No puede salir de la cama y mucho menos pegarles los gérmenes a los niños. Se sentirán decepcionados.

—No me mires con esos ojos. No va a funcionar.

—¿Por qué no? ¿Qué tienes en contra de los niños? Se te da bien escuchar. Lo único que tendrás que hacer es preguntarles qué quieren por Navidad.

—No va a ocurrir.

—¿Por qué no? —preguntó Vanina—. Te encantan los niños.

—Sí, pero ¿Qué voy a decir cuando me pregunten cómo los renos tiran del trineo? ¿O cómo Papá Noel entrega juguetes por todo el mundo en una sola noche?

—Pues diles que es magia —sugirió Paula.

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