viernes, 12 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 33

Cuando los cafés estuvieron listos, encontraron una mesa para dos en un rincón tranquilo. Paula sacó el bollo de la bolsa marrón y arrancó un pedazo. Pedro negó cuando le ofreció un poco.

—Creo que hoy hemos formado un buen equipo —dijo.

—No sé yo como elfo, pero tú has estado fantástico como Papá Noel. No sabía que se te dieran tan bien los niños.

 —Pareces sorprendida.

—Supongo que lo estoy —admitió.

—¿Por qué?

—No lo sé —de pronto ya no le apetecía comerse su bollo favorito y comenzó a despedazarlo entre las manos—. Simplemente estoy uniendo los puntos, supongo.

—¿Y qué puntos son esos?

—Los niños formarían parte de una relación seria, y tú no buscas nada serio. Totalmente comprensible. Un tipo como tú…

—¿Te refieres a un tipo de mi edad? —no levantó la voz.

En todo caso su tono se volvió más áspero, insinuando cierta rabia. Paula se dió cuenta de que nunca había visto a Pedro realmente enfadado. Molesto, irritado, sí. Pero aquello era diferente.

—La edad no tiene nada que ver con esto —añadió—. Querer tener hijos no tiene nada que ver, y yo quería. Siempre me he sentido así. De hecho estaba seguro de que, a estas alturas, ya me habría casado y tendría uno.

—Pero creí que solo te interesaba pasártelo bien.

—Así es. Ahora —había cierta melancolía en su mirada mientras giraba su taza de café. No había bebido un solo trago. Simplemente le daba vueltas.

Ella le había contado su historia y obviamente él también tenía una. Tal vez estuviera a punto de confesarse. Temía la pregunta, pero tenía que saberlo.

—¿Qué te ocurrió a tí?

—Le pedí a una chica que se casara conmigo. Romina—la miró a los ojos—. Fue hace un par de años. Era camarera de verano donde DJ. Yo acababa de graduarme en la universidad y había venido al pueblo a pasar las vacaciones. Era preciosa y divertida, y me enamoré deprisa. Pensaba que se marcharía cuando acabaran las vacaciones en septiembre y no quería que se fuera.

—¿Te declaraste?

Era la misma pregunta que él le había hecho antes. Parecía evidente que su historia tampoco tenía un final feliz.

—Donde DJ —confirmó Pedro—. Ella estaba trabajando. El lugar estaba hasta arriba. Alguien me oyó hacer la pregunta y todos empezaron a aplaudir y a vitorearme. Le puse el anillo en el dedo.

Paula llevaba en el pueblo el tiempo suficiente para saber que ese tipo de noticias no se quedaban dentro de un restaurante. Todo Thunder Canyon debió de enterarse de que Pedro iba a casarse.

—¿Y?

—No me dí cuenta hasta más tarde de que no llegó a darme una respuesta. Simplemente me pareció que había dicho que sí y que por fin iba a tener la familia que siempre había deseado.

—¿Qué ocurrió?

—Se fue del pueblo. Desapareció sin decir palabra y se llevó el anillo. Si un fracaso ya es malo, uno público es aún peor.

Al menos, el tipo que le había hecho daño a ella lo había hecho en privado, pero Pedro no había tenido tanta suerte. No importaba que todo el pueblo estuviera de su lado, pues la humillación había sido pública.

—Oh, Pedro… —Paula no pensó, simplemente estiró el brazo para tocarlo.

Él apartó la mano.

—Después de eso decidí hacer el doctorado.

Se mantenía ocupado para no tener más que relaciones vacías y sin compromisos, se dijo Paula. Nada serio, así no podrían hacerle daño. La chica que se había fugado con su anillo le había robado algo aún más preciado. Al dejar plantado a un tipo tan fantástico como él, le había robado la confianza. Entonces, Paula sí que se enfadó. Lo que le molestaba era que ese tipo de experiencia le había dejado una marca muy profunda, y pasaría mucho tiempo antes de que volviera a creer en alguien. Ahora ya sabía todos los detalles truculentos de su oscuro secreto y casi deseaba no haber preguntado. Ella no tenía cristales de dilitio ni velocidad de la luz para retroceder en el tiempo y eliminar la diferencia de edad. Y, aunque pudiera, él no se arriesgaría de nuevo. Para ella, ese era el impedimento definitivo para no poder estar con él.

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