viernes, 26 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 59

—Genial. Sería fantástico que me echaras una mano.

—Acabas de decirme que tenga cuidado con los dedos, ¿Y ahora quieres una mano entera? —Paula siguió bromeando mientras recorrían el pasillo hacia el otro despacho.

—Es una manera de hablar. Aquí estamos —dijo Jesica al entrar por la puerta.

Celina levantó la mirada. Estaba sentada detrás del escritorio repasando un archivo.

—Ah, refuerzos.

—A su servicio —respondió Pedro. Miró la montaña de papeles situada en un rincón de la mesa y la trituradora en el suelo junto a ella—. Es una pila enorme, pero pronto desaparecerá.

—Bien —con determinación en la mirada, Jesica se dirigió al cajón que habían abandonado la última vez por estar demasiado lleno—. Voy a lograr abrirlo aunque muera en el intento.

—Ten cuidado —le dijo Paula—. No quiero tener que explicarle a Matías que te atacó un armario sicótico empeñado en destruirte.

—Entiendo por qué eres tan buena en tu trabajo redactando comunicados de prensa para el alcalde. Se te dan bien las palabras.

—Gracias a ella las cosas son más divertidas por aquí —dijo Celina.

Paula comenzó a dar de comer papel a la trituradora, pero ni siquiera el ruido de la máquina impidió que siguieran hablando.

—¿Algo nuevo entre Pedro y tú? —preguntó Celina.

—Oh, bueno… Ya sabes —contestó Paula.

—Mmm. Interesante. Jesica, no puedes verle la cara porque estás medio metida en ese cajón, pero Paula se han sonrojado.

—No es verdad —el zumbido de la máquina se detuvo cuando se llevó una mano a la mejilla.

—Y estás a la defensiva —añadió Celina—. Eso significa una cosa.

—Paula se ha acostado con Pedro—se oyó la voz de Jesica.

—Incluso aunque tuvieran razón, cosa que no he confirmado —dijo Paula—, eso no cambia nada.

—Te equivocas —dijo Celina—. He llegado a conocerte bien, Paula. Los encuentros íntimos son un gran paso para tí. Si das ese paso, es porque vas en serio con Pedro. Quieras admitirlo o no.

—Tiene razón —dijo Jesica.

—No es justo. Son dos contra una —protestó Paula.

—Pero eso no hace que no lleve razón —añadió Celina—. Aunque esto es hipotético, porque has dicho si te hubieras acostado con él.

—Cierto.

Paula comenzó a meter papeles en la trituradora todo lo rápido que podía para ahogar sus propios pensamientos. Casi no podía oírse a sí misma diciéndole a Pedro que, en su opinión, acostarse con alguien tenía que significar algo. No sucedía a no ser que dos personas no estuvieran comprometidas. Y ella se había acostado con él. Las acciones hablaban más que las palabras. Terminó de pensar y todas las piezas encajaron en su lugar. Solo esperaba no haber tardado demasiado.

—Jessica—dijo—. Necesito tomarme un descanso rápido para…

—¿Qué diablos es esto? —la ayudante del alcalde estaba mirando un archivo con el ceño fruncido.

Paula se acercó y examinó la carpeta arrugada.

—Parece que ha conocido tiempos mejores.

—Estaba atrapado entre los cajones y por eso no se abrían.

—¿Ocurre algo? —preguntó Paula.

—Buena pregunta. Entre otras cosas, aquí hay cheques bancarios firmados por el anterior alcalde, Arturo Swinton, a Gerardo Fowler.

 —¿Mi jefe? —preguntó Celina.

—¿Quién?

 —Es el dueño de la tienda de antigüedades The Tattered Saddle, donde trabajo a jornada parcial.

—¿Por qué iba a darle dinero el alcalde? —preguntó Paula.

—Tal vez el actual alcalde pueda responder a esa pregunta —sugirió Jesica.

—Sigue en su despacho, ¿Verdad? —preguntó Paula—. Iré a preguntarle. Triturar o no triturar.

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