lunes, 8 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 25

—Se notaba —le aseguró Gonzalo—. Quedaron impresionados con tus respuestas, y eso significó aún más viniendo de alguien a quien consideran de los suyos.

—Esta es mi casa y no participaría en ningún proyecto que pudiera perjudicarla —contestó Pedro—. Lo único que hice fue hablarles de las diferentes áreas de acción. Las actividades de apoyo generan desperdicios de los que hay que deshacerse. Mi tesis doctoral trata sobre los procesos de conversión in situ que podrían reducir el impacto.

—Existe un riesgo emocional en lo que ocurra y es importante —dijo Gonzalo—. He estado leyendo tus informes con atención. Son bastante técnicos, difíciles de comprender.

«No tanto como tu hermana», pensó Pedro. Pero sería mejor guardarse esa información.

—Básicamente el problema es el agua. Estoy trabajando en un proceso de filtrado y reciclaje.

—Para eliminar las toxinas y reutilizar el agua, que sería muy efectiva en regiones áridas donde el consumo de agua es un asunto delicado —concluyó Gonzalo.

Pedro se quedó impresionado.

—El procesamiento por encima del nivel del suelo emplea entre uno y cinco barriles de agua por cada barril de petróleo. In situ, es decir, bajo el suelo —explicó— , se utiliza una décima parte de esa agua, y estoy intentando minimizarlo.

—¿En qué más estás trabajando? —preguntó Gonzalo, obviamente interesado en ese aspecto de la operación.

—Estoy estudiando un proceso para refinar la captura del carbono y la tecnología de almacenamiento para recudir el impacto de los procesos de extracción en el medio ambiente.

Gonzalo se rió y levantó la mano.

—Párate ahí. Estoy intentando seguirte, pero tendré que fiarme de tu palabra.

—De acuerdo —respondió Pedro—. Pero un presupuesto mayor mejorará nuestras capacidades tecnológicas. Gracias.

—Les pasaré la información a los contables —dijo Gonzalo recostándose en su asiento—. La conversación que tuviste con la profesora de ciencias del instituto de Thunder Canyon fue particularmente efectiva, por cierto. Hablar con los chicos en clase sobre lo que sucede ha reabierto las conversaciones con los padres. La reacción es muy positiva.

—Me alegra oírlo —todo aquello eran buenas noticias y deberían haberle hecho feliz. Deberían—. Gracias por hacérmelo saber —dijo mientras se ponía en pie.

Gonzalo levantó la mano.

—Antes de que te vayas…

—¿Qué? —preguntó él al ver vacilar a su jefe.

Con suerte se trataba de algo más relacionado con el trabajo, pero Pedro lo dudaba. Gonzalo había adoptado la típica mirada de hermano mayor.

—No tienes ninguna obligación de responder. Esto no tiene nada que ver con tu trabajo, que es impecable. No podría estar más contento con lo que estás haciendo para la empresa.

—¿Pero?

—Javier mencionó algo, y estaba preguntándome…

—Se trata de tu hermana —dijo Pedro.

No tenía sentido intentar esquivar el tema.

—Sí.

—¿Qué sucede? —no diría nada que pudiera hacer que sus hermanos ganaran la apuesta. Tampoco quería meterse en problemas al abrir su bocaza.

—La ví contigo en la boda. Y me dicen que se los ha visto juntos por Thunder Canyon. En Roots. Y donde DJ. En el proyecto para los regalos de Navidad de los patriotas.

Pedro sabía de primera mano que la vida en un pueblo pequeño podía ser una bendición y una maldición.

—Con respecto a la boda —dijo—, los dos íbamos a ir solos, así que…

—¿Una cita?

 —No —contestó Pedro con más vehemencia de la pretendida, a pesar de que la boda hubiera tenido lugar antes que la apuesta—. Como amigos.

—¿Están saliendo?

Pedro no la delataría, a pesar de la tensión que hubiera entre ellos. Pero la motivación de Gonzalo para preguntárselo no tenía que ver con una apuesta absurda, pensó. Su jefe parecía verdaderamente preocupado.

—No, no estoy saliendo con Paula.

—¿Estás seguro?

—¿Estás preguntándome por mis intenciones?

—No. Sí —Gonzalo se pasó los dedos por el pelo—. Quizá. Es mi hermana pequeña.

—Lo comprendo.

 —Mira, Pedro, sé que como tu jefe no tengo ningún derecho a interferir en tu vida privada, pero estoy acostumbrado a cuidar de ella. No te ofendas.

—No lo hago —Pedro se puso en pie—. Puedes estar tranquilo. Yo también tengo una hermana pequeña. Y nunca trataría mal a una mujer.

Sobre todo porque sabía lo que era que le trataran mal a uno. Mientras regresaba a su despacho, pensó que tal vez fuese lo mejor que Paula no quisiera volver a verlo.

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