viernes, 26 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 56

—De acuerdo. ¿Entonces por qué no estás con gente de tu edad?

—¿Qué eres? ¿El viejo sabio? Tampoco eres mucho mayor que yo.

 Tenía razón, aunque se sintiese un anciano comparado con ella.

—¿Por qué no estás haciendo algo divertido?

—Prefiero estar contigo.

—¿Así que estar conmigo no puede catalogarse como «divertido?

—Yo no he dicho eso —protestó ella.

 —Pero lo has insinuado —Pedro se dió cuenta de que no habían hablado de verdad en mucho tiempo. Él había estado ocupado con el trabajo, escribiendo su tesis doctoral. Y con Paula. Carolina había estado ocupada con las clases y con su trabajo—. ¿Qué tal va todo?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Carolina con desconfianza.

—Me refiero a cómo van las clases, qué tal los exámenes, qué quieres ser cuando seas mayor.


—Las clases fueron fáciles y los exámenes también. Tengo un par de asignaturas más que quitarme de en medio —frunció el ceño—. Voy muy por detrás de lo que debería estar en la universidad.

—Es difícil cuando solo te matriculas en dos asignaturas por tener que trabajar —Pedro estiró el brazo por el respaldo del sofá—. Pero el dinero ahora no es un problema. Sonia y yo podemos ayudarte.

—Lo sé. Pero… —agarró con fuerza el mando a distancia de la televisión, habiéndose olvidado por completo de la película—. No sé lo que quiero ser y ahora tengo que decidir.

—¿Qué es lo que te gusta?

—Muchas cosas. Psicología. Sociología. Historia. Literatura Inglesa. No soy como tú. Soy alérgica a las matemáticas y a la ciencia. Tampoco soy artística como Sonia. ¿Puedes creer que tuviéramos los mismos padres?

—Tienes razón. Sonia es artista. Yo soy el empollón de la familia —Pedro estiró la mano y le tiró de un mechón de pelo—. Pero tú eres la que tiene toda la personalidad y el corazón.

—Oh, vaya —dijo ella con una sonrisa—. Solo dices eso porque es cierto.

—¿He mencionado «humildad»? Porque no eres muy humilde —sabía que era el momento de darle un consejo de hermano mayor y buscó las palabras adecuadas— . No puedo decirte cómo orientar tu educación. El mejor consejo que tengo es que estudies lo que te gusta. Acabarás convirtiéndolo en tu trabajo. Te lo prometo.

—Te tomo la palabra. ¿Qué me has comprado por Navidad?

Así, sin más, sus dos mejores amigas, la tristeza y la furia, regresaron.

—No quiero hablar de eso.

—Sé que me has comprado algo. Lo he visto debajo del árbol.

—Tonterías.

—No me seas Scrooge.

—¿Por qué?

—Porque por fin tengo tiempo de disfrutar de las fiestas y tú deberías compartirlo conmigo.

—Insisto, ¿Por qué?

—Es lo menos que podrías hacer, dado que este año no he tenido oportunidad de decorar el árbol. Aunque Paula y tú han hecho un gran trabajo. Algo me dice que fue ella.

Fue Paula a la que había besado aquella noche, y con la que había hecho el amor junto al fuego. Tenían chispa suficiente para iluminar Thunder Canyon durante las fiestas. Pero ella era demasiado testaruda para admitir lo bien que estaban juntos. Tal vez si no fuera una pelirroja cabezona… Pero él no cambiaría eso aunque pudiera. No cambiaría nada de ella. Se dió cuenta de que su hermana se había quedado mirándolo.

—¿Qué? —preguntó.

—Creo que acabo de adivinar por qué no hay adolescentes aquí esta noche.

—Porque es veintitrés de diciembre y están de compras o con las familias.

—No. Es porque asustas a todo el mundo con ese ceño fruncido. ¿Qué te tiene tan enfadado, hermanito?

—Nada.

 —Oh, por favor. Soy yo. No he estado tan ocupada como para no darme cuenta de que has estado alterado estos últimos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario