miércoles, 10 de octubre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 28

—¿Y qué me dices del típico niño precoz que quiere detalles?

—¿Sabes a quién se le daría bien? —preguntó Vanina.

—¿A quién? —preguntó Paula—. Estoy desesperada.

—A Pedro.

Acababa de defenderse por todo el tiempo que había pasado con él, ¿ Y ahora querían que se pusiera en contacto con él? Por mucho que hubiera disfrutado cada minuto en su compañía, incluyendo el beso, era una muy mala idea.

—No creo que sea lo suficientemente maduro para hacerlo —dijo finalmente.

—Claro que sí —insistió Vanina—. Tiene esa voz tan profunda. Parece mayor de lo que es. Y con el traje rojo y la barba blanca como disfraz… Confía en mí, lo hará de maravilla.

Paula estaba de acuerdo en todo. El problema era que, después de cómo se había marchado la otra noche, no creía que quisiera hablar con ella, y mucho menos ayudarla. Y no podía culparle.

—¿No se te ocurre nadie más? —preguntó.

Vanina y Javier se miraron y luego dijeron:

—No.

Javier miró entonces su reloj.

—Y yo tengo que irme a trabajar.

—Yo también —agregó Vanina.

 Cuando se pusieron en pie, Javier ayudó a Vanina a ponerse la chaqueta. Paula recordó que Pedro había hecho eso mismo por ella, y cómo aquel gesto había despertado en su interior más calor que el propio abrigo.

—Gracias por la comida, Pau—dijo Vanina—. No era necesario.

—Sí que lo era —contestó Javier con una sonrisa antes de acompañar a su prometida a la puerta.

Paula esperó a que Flavia regresara con su tarjeta de crédito para poder firmar. No se le ocurría nadie más que pudiera hacer de Papá Noel, y decepcionar a los niños no era una opción. Sacó el móvil del bolso. En situaciones desesperadas se necesitaban medidas desesperadas, pensó mientras abría su lista de contactos. Pedro Alfonso era el primero. Qué irónico. Tras pulsar los botones, oyó el primer tono y Pedro respondió al segundo.

—Hola.

—Hola, soy Paula—al notar el silencio supo que no había mirado la pantalla antes de responder—. ¿Estás ocupado? ¿Te pillo en mal momento?

—No, no estoy ocupado. Acabo de salir de una reunión con tu hermano.

—¿Cómo está Gonza? —estaba aplazando, postergando su negativa.

—Bien.

Hubo otro silencio incómodo que tuvo que llenar ella, puesto que había llamado. Era el momento.

—Pedro, necesito que me hagas un favor. Es muy importante. No te lo pediría si no fuera por los niños.

—¿Qué?

Paula jugueteó con su taza de té y con la bolsita usada sobre el platito.

—Mi Papá Noel para la fiesta de mañana está enfermo. No puedo encontrar a nadie y me preguntaba si a tí no te importaría sustituirlo.

—¿Papá Noel tiene un ayudante este año? —preguntó Pedro tras un par de segundos.

—¿Qué?

—He estado ya en la fiesta del alcalde. Siempre hay alguien que hace de elfo.

 Paula vaciló un instante, porque sabía que la respuesta haría que dijera que no.

—Soy yo. Yo hago de elfo.

—Entiendo.

Aquel no era el mejor momento para darse cuenta de lo realmente profunda que era su voz. Y deseaba que la utilizase en vez de alargar el silencio.

 —Mira, sé que es muy poca antelación. Si estás ocupado…

—¿Vas a llevar el disfraz? —preguntó él.

 —Claro.

—¿Con la falda corta y los leotardos?

—Sí —Paula no pudo evitar sonreír.

—Lo haré.

Se sintió aliviada.

—Muchísimas gracias.

—Con una condición.

—¿Cuál? ¿No te parece suficiente que parezca una fugitiva de la tienda de juguetes del Polo Norte?

—Tengo que decorar mi casa y me vendría bien tu ayuda. El domingo por la tarde. A las cinco en punto —en esa ocasión se apresuró a llenar el silencio—. No es una cita. Solo una amiga ayudando a un amigo que la ayudó a ella.

¿Tenía elección?

—De acuerdo. Te veré mañana, Pedro.



—Para ser dos personas que no están saliendo, Pedro y tú pasan mucho tiempo juntos —Javier recogió una bufanda roja del asiento donde Vanina había estado sentada.

Paula había estado tan metida en la llamada que no se había dado cuenta de la presencia de su hermano.

—Ha accedido a ser mi Papá Noel. Bueno, no el mío. El de los niños. No ha sido idea mía —le recordó ella.

Pero le estaba agradecida a Pedro por sacarla del apuro. Y estaba deseando verlo de nuevo. La anticipación había vuelto con fuerza. Maldición.

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