viernes, 3 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 21

—No, vamos a preparar un tónico para el pelo que Leticia ha encontrado en un viejo libro de historia. Hay que echar el último ingrediente antes de que el reloj de  las doce  y  después  esperar  tres  horas  —al  ver  que  Pedro sacudía  la  cabeza  con  gesto  incrédulo,   añadió—:   Ha   encontrado   un   documento  que atestigua  que George Washington utilizó esa misma receta.

—Yo pensaba que te ibas a curar con energías positivas.

—El tónico forma parte de un segundo plan. Por si acaso.

—¿Y tanta prevención no cuenta como energía negativa?

La  sonrisa  de  Diego  se  desvaneció.  Se  pasó  frenético  las  manos  por  el  pelo  y  observó desesperado la única hebra que había quedado entre sus dedos.

—¡Oh, no! He expresado mi escepticismo en voz alta y mira lo que ha pasado.

—Sólo es un pelo.

—Son ya sesenta los que se me han caído —se pasó nuevamente la mano por el pelo—. Dios mío, sesenta y uno.

—No me extraña que se te caigan si te pasas el día haciendo eso.

Diego se fue y Pedro se reclinó contra el respaldo de la silla con la mirada fija en el asado que tenía frente a él. La boca se le hizo agua. Pero no a causa de la comida. Estaba hambriento. Pero de algo muy diferente. Cerró  los  ojos  y  recordó  la  sensación  de  los  labios  de  Paula,  su  cuerpo  presionado contra el suyo mientras se besaban... Aquello era lo que más lo molestaba. No que lo hubiera besado. Después de la estratagema del chantaje, lo que le hubiera sorprendido habría sido que no intentara besarlo. El verdadero problema residía en que él le había devuelto el beso. Y lo peor de todo, en que le había gustado. Le había gustado mucho. Paula había vuelto a ser ella. Abrió  los  ojos  como  platos.  No,  Paula no  era  ella.  La  única.  A  pesar  de  la  atracción  inicial  y  de  todas  las  fantasías  que  a  partir  de  aquel  encuentro  había  alimentado, la dulce Paula Chaves era como todas las demás mujeres que conocía. Se había dejado seducir por su fama. Cuando pensaba que era un don nadie, ni siquiera se  había  molestado  en  averiguar  su  nombre.  Pero  seis  meses  después,  en  cuanto  había  descubierto  que  se  trataba  del  mismísimo  Alfonso El  Salvaje,  no  sólo  se  había  ocupado de llamarlo, sino que lo había chantajeado. Una razón más para olvidar su beso. Para olvidarse de ella. Hecho.Tomó un trozo de asado. Cuando cerró los labios alrededor del primer bocado, no  pudo  evitar  un  gruñido  de  placer.  Alejandra tenía  razón:  Paula era  una  cocinera  condenadamente buena.Una maravillosa cocinera con la boca más adorable que había visto en su vida.

A medida que la verdad iba abriéndose en su mente, el enfado de Pedro crecía. Estaba  desesperado  por  ver  a  Paula Chaves otra  vez.  A  pesar  de  su  promesa  de  concentrarse  en  futuros  planes  de  matrimonio,  estaba  condenadamente  ansioso  por  volver a ver a aquella mujer.

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