miércoles, 15 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 44

—¿Puedo hablar  un  momento  contigo?  —le  preguntó. 

Antes  de  que  pudiera  contestar, lo empujó hasta el porche.

—Así que a todo el mundo le llega su hora, ¿Eh? ¿No se te ha ocurrido algo un poco más romántico?

—¿Como decir que tienes unos ojos y unos labios maravillosos y que cada vez que te miro me vuelvo loco?

—Yo...  —tragó  saliva—.  Sí,  desde  luego,  eso  es  mucho  más  romántico  —sacudió  la  cabeza—.  ¿Pero  qué  estoy  diciendo?  No  importa  que  sea  o  no  romántico  porque mi madre no lo está oyendo y...

Pedro le acarició los labios.

—Quiero  volver  a  besarte  —esperaba  que  Paula protestara,  pero  la  joven  contestó con un soñador:

—¿De verdad?

—Jamás he deseado nada con tanta fuerza. Estaba tan cerca de su boca, a sólo unos milímetros...

—¡Paula! —la llamó su madre desde el interior de la casa—. ¡No encuentro las fuentes  de  papel  y  Mauro,  Leandro y  Mariano  quieren  llevarles  unos  trozos  de  tarta  a  sus  compañeros!

—¡Voy  mamá!  —tomó  aire  y  se  separó  de  Pedro,  resistiendo  a  duras  penas  la  tentación de besarlo—. Será mejor que nos atengamos a lo que dice la lista.

—Treinta segundos.

—Eran veinte. Nada de lenguas y sólo delante de mi madre. Y ahora mi madre está dentro —se le quebró la voz mientras alzaba la mano hacia su pelo—. Creo que tienes  una  pelusa  en  el  pelo  —antes  de  que  Pedro tuviera  tiempo  de  pestañear  siquiera,  le  había  arrancado  un  pelo—.  Ay,  lo  siento.  No  era  una  pelusa.  Era  una  cana.

—¿Pero qué...?

—¡Paulaaa! ¡Las fuentes!

—¡Ya voy! —le tendió la cana—. Tengo que irme —entró en la casa y comenzó a cerrar  la  puerta—.  Tengo  un  montón  de  trabajo  que  hacer  antes  de  la  cena  —sin esperar respuesta, cerró la puerta.

Pedro miró  fijamente  la  cana.  Una  cana.  Y  además  el  pelo  se  le  estaba  cayendo.  Se estaba terminando su juventud. Se metió la cana en el bolsillo, se metió en el coche y se dirigió hacia Wild Man diciéndose que iba a tener   que   hacer   algo   rápidamente   para   que   Paula se  replanteara  su  lista  de  prioridades.  Porque  la deseaba y  sabía  además  que  él  era el hombre más adecuado para ella.

—Menos  mal  que  has  vuelto   —dijo Diego al  ver entrar  a  Pedro—.   Estaba empezando a preocuparme.

—¿Que estabas  empezando  a  preocuparte?  ¿Es  que  alguna  vez  en  mi  vida  he  dejado plantada una reunión de negocios?

—Son más de las seis. Llegas tarde.

—Sólo  cinco  minutos.  La  comida  se  ha  retrasado  algo  más  de  lo  que  esperaba,  he tenido que pasar por casa a cambiarme y parar al venir en una farmacia. Mira —le tendió a su amigo un frasco.

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