viernes, 17 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 46

—Estás  en  casa  —la  voz  de  Paula llegó  como  una  bocanada  de  aire  fresco  hasta  él  cuando  por  fin  se  decidió  a  contestar  el  teléfono—.  Gracias  a  Dios.  ¿Puedes  venir a cenar? Porque como se ha suspendido la excursión, mi madre cree que vas a venir.

Pedro tenía la mirada clavada en las instrucciones de la loción contra las canas.

—La verdad es que estoy muy ocupado.

—¿Seleccionando a la candidata a cocinera, niñera y amante de Alfonso?

—Tiñéndome el pelo.


—Genial —soltó una carcajada—. Estás de broma, ¿Verdad?

—Sí. Tengo un montón de mujeres esperándome en la puerta. Las primeras son un par de gemelas, unas excelentes cocineras. Por no hablar de sus habilidades en...

—No estás bromeando —dejó de reír—. Vamos, Pedro, sólo ha sido una cana.

—Tres.

—Mejor  aún.  Las  canas  dan  una  imagen  de  sofisticación,  dan  personalidad.  Te  harán  parecer  un  hombre  con  experiencia,  un  hombre  inteligente  —bajó  la  voz—.  Y  muy seductor.

—Ahora mismo voy. Seductor.

 ¿Por qué diablos había tenido que decirle eso? Porque era cierto.Intentó apartar aquel pensamiento de su mente mientras se sentaba en el cuarto de  estar,  frente  a  Pedro y  su  madre  que  compartían  el  sofá  mientras  hablaban  de  la  última  discusión  suscitada  por  su  futura  boda:  la  tela  del  traje  que  tenía  que  llevar  Pedro.

—Paula, ¿Y  tú qué dices?

—Yo quiero... —que Pedro no llevara nada más que un tanga de leopardo.

—¿Qué has dicho, querida?

—Eh, verde mamá, verde. El verde me parece un color estupendo.

Su madre repasó todo el catálogo.

—Pero aquí no aparece ningún color verde. Pedro, ¿Tú has visto el verde?

—Sólo en tus ojos, Alejandra.

—Qué  cariñoso  eres.  Ahora  veamos.  Sí,  supongo  que  podríamos  usar  el  color  verde si decidimos que el ramo de la novia sea de flores silvestres...

Alejandra continuó  consultando  el  catálogo  mientras  Paula se  levantaba  con  la  excusa de que iba a hacer palomitas.

—¿Sabes, querida? Todos estos preparativos de la boda me han dejado agotada —comentó Alejandra—. Creo que me voy a meter ahora mismo en la cama.

—Yo también —empezó a decir Pedro, y se levantó.

—Pero si tenemos unas películas estupendas de Clint Eastwood y montones de palomitas. Seguro que les gustará verlas juntos —les propuso Alejandra.

—Pero si Pedro tiene cosas que hacer... —comenzó a decir Paula.

—Nada que no pueda esperar —replicó él.

—Pero  esas  cintas  son  tuyas,  mamá.  Las  has  escogido  tú.  Deberías  verlas,  aunque sea en tu habitación.

—Si  insistes,  querida...  —bajó  la  voz,  se  llevó  la  mano  al  corazón  e  hizo  una  mueca.

—¿Qué te pasa, mamá?

—Nada,  querida.  Siento  un  poco  de  presión  aquí,  pero  estoy  segura  de  que  se  me pasará en cuanto me tumbe.

—Déjame acompañarte, mamá.

—No  hija,  no  quiero  estropearte  la  noche.  Descansaré  tranquila  sabiendo  que  Pedro y tú están disfrutando juntos.

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