Paula se dedicó por entero a su trabajo durante los días siguientes. La tarta de su madre, Fresas al Daiquiri Doo—Wop, había sido un éxito. La propaganda que de ella habían hecho Mauro y los demás bomberos había resultado ser muy valiosa. Profesionalmente, crecía día a día. Y personalmente... Bueno, nadie podía tenerlo todo.Tras el tórrido lapsus del domingo, Pedro y ella estaban manteniendo las distancias. La cena del lunes había estado repleta de las habituales bromas de Alejandra, las provocaciones de Pedro y las huidas de ella a la cocina. Nada parecía haber cambiado. Pero lo había hecho. ¿Y por qué?Pues porque se había presentado como candidata a futura esposa de Pedro y era evidente que había fracasado. El miércoles por la mañana decidió que no le vendría nada mal contar con el apoyo de una amiga para vencer su permanente tristeza y marcó por sexta vez desde el inicio de la semana el teléfono de Zaira. Y, por sexta vez, oyó la respuesta del contestador.
—Hola, soy Zaira. Ya sabes cómo funciona este aparato.
—Zai, soy tu mejor amiga y éste es el último mensaje que te dejo. Estoy empezando a preocuparme y, a no ser que estés muerta o en el hospital, espero que tengas una buena razón para no contestar a mis llamadas. Llámame, ¿De acuerdo?
—¿Qué pasa, querida? —Alejnadra alzó la mirada de la taza de café al ver entrar a su hija a la cocina.
—He intentado localizarotra vez a Zaira, pero no está en casa.
—¿Y eso es lo único que te preocupa? Porque pareces un poco preocupada. ¿O estás nerviosa a causa de la boda?
—Ni siquiera hemos puesto una fecha todavía, mamá.
—Pero aun así puedes estar nerviosa. Casarse es como viajar a la luna: es algo que no has hecho nunca y por lo tanto no sabes lo que te puede esperar.
—¿Lo único que esperabas tú de la vida?
—Era lo que más deseaba. Por eso dejé el restaurante cuando me casé.
—Yo pensaba que lo habías dejado antes de casarte.
—Eso era lo que yo quería, pero tu padre no me lo permitió.
—¿Tú querías? Pero si yo pensaba que había sido papá el que quería que dejaras de trabajar.
—Tonterías. Tu padre me apoyaba mucho en mi trabajo.
—¿Pero entonces por qué te recordaba constantemente que en realidad él era tu trabajo, que no lo olvidaras?
—Oh, eso era porque nunca dejó de sentirse inseguro. Cuando me retiré, tenía miedo de que me aburriera de cocinar y limpiar para él. No sé cuántas veces tuve que repetirle que para mí él era mi futuro. Al final, él comenzó a decírmelo a mí, supongo que tenía miedo de que me olvidara de lo que le había prometido.
—¿Y tu trabajo no te importaba? A tí te encantaba cocinar.
—Y me he pasado los últimos treinta y seis años haciéndolo. ¿O crees acaso que cocinar para un restaurante es mejor que hacerlo para la gente a la que quieres?
—Yo sólo pensaba... No sé, parecías tan contenta cuando les diste a probar tu nueva receta a los bomberos...
—Y lo estaba, querida. Adoro ver a la gente sonreír. Disfruto compartiendo lo que siento cuando hundo los dientes en un trozo de pollo frito con salsa picante... —se interrumpió para lamerse los labios—. Estas privaciones me están matando.
—Te comprendo —Paula pensó en Pedro y en lo mucho que lo echaba de menos todas las noches en la cama—. Tú querías mucho a papá, ¿Verdad? ¿Pero tanto como para no haberte arrepentido nunca de haber renunciado a tu trabajo?
—Bueno, de vez en cuando me imaginaba a mí misma organizando comidas para la Primera Dama.
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