miércoles, 22 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 59

Paula se dedicó por entero a su trabajo durante los días siguientes. La tarta de su madre, Fresas al Daiquiri Doo—Wop, había sido un éxito. La propaganda que de ella habían hecho Mauro y los demás bomberos había resultado ser muy valiosa. Profesionalmente, crecía día a día. Y personalmente... Bueno, nadie podía tenerlo todo.Tras  el  tórrido  lapsus  del  domingo,  Pedro y  ella  estaban  manteniendo  las  distancias. La cena del lunes había estado repleta de las habituales bromas de Alejandra, las  provocaciones  de  Pedro y  las  huidas  de  ella a  la  cocina.  Nada  parecía  haber  cambiado. Pero lo había hecho. ¿Y por qué?Pues porque se había presentado como candidata a futura esposa de Pedro y era evidente que había fracasado. El  miércoles  por  la  mañana  decidió  que  no  le  vendría  nada  mal  contar  con  el  apoyo de una amiga para vencer su permanente tristeza y marcó por sexta vez desde el  inicio  de  la  semana  el  teléfono  de  Zaira.  Y,  por  sexta  vez,  oyó  la  respuesta  del  contestador.

—Hola, soy Zaira. Ya sabes cómo funciona este aparato.

—Zai,  soy  tu  mejor  amiga  y  éste  es  el  último  mensaje  que  te  dejo.  Estoy  empezando a preocuparme y, a no ser que estés muerta o en el hospital, espero que tengas una buena razón para no contestar a mis llamadas. Llámame, ¿De acuerdo?

—¿Qué pasa, querida? —Alejnadra alzó la mirada de la taza de café al ver entrar a su hija a la cocina.

—He intentado localizarotra vez a Zaira, pero no está en casa.

—¿Y eso es lo único que te preocupa? Porque pareces un poco preocupada. ¿O estás nerviosa a causa de la boda?

—Ni siquiera hemos puesto una fecha todavía, mamá.

—Pero  aun  así  puedes  estar  nerviosa.  Casarse  es  como  viajar  a  la  luna:  es  algo  que no has hecho nunca y por lo tanto no sabes lo que te puede esperar.

—¿Lo único que esperabas tú de la vida?

—Era lo que más deseaba. Por eso dejé el restaurante cuando me casé.

—Yo pensaba que lo habías dejado antes de casarte.

—Eso era lo que yo quería, pero tu padre no me lo permitió.

—¿Tú  querías?  Pero  si  yo  pensaba  que  había  sido  papá  el  que  quería  que  dejaras de trabajar.

 —Tonterías. Tu padre me apoyaba mucho en mi trabajo.

—¿Pero entonces por qué te recordaba constantemente que en realidad él era tu trabajo, que no lo olvidaras?

—Oh,  eso  era  porque  nunca  dejó  de  sentirse  inseguro.  Cuando  me  retiré,  tenía  miedo  de  que  me  aburriera  de  cocinar  y  limpiar  para  él.  No  sé  cuántas  veces  tuve  que  repetirle  que  para  mí  él  era  mi  futuro.  Al  final,  él  comenzó  a  decírmelo  a  mí,  supongo que tenía miedo de que me olvidara de lo que le había prometido.

—¿Y tu trabajo no te importaba? A tí te encantaba cocinar.

—Y me he pasado los últimos treinta y seis años haciéndolo. ¿O crees acaso que cocinar para un restaurante es mejor que hacerlo para la gente a la que quieres?

—Yo  sólo  pensaba...  No  sé,  parecías  tan  contenta  cuando  les  diste  a  probar  tu  nueva receta a los bomberos...

—Y  lo  estaba,  querida.  Adoro  ver  a  la  gente  sonreír.  Disfruto  compartiendo  lo  que siento cuando hundo los dientes en un trozo de pollo frito con salsa picante... —se interrumpió para lamerse los labios—. Estas privaciones me están matando.

—Te  comprendo  —Paula pensó  en  Pedro y  en  lo  mucho  que  lo  echaba  de  menos todas las noches en la cama—. Tú querías mucho a papá, ¿Verdad? ¿Pero tanto como para no haberte arrepentido nunca de haber renunciado a tu trabajo?

—Bueno,  de  vez  en  cuando  me  imaginaba  a  mí  misma  organizando  comidas  para la Primera Dama.

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