viernes, 17 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 47

—Pero Pedro puede irse a casa y yo puedo hacerte una sopa, darte un masaje en la espalda... Cualquier cosa que necesites.

—Déjalo,  cariño.  Jamás  me  perdonaría  a  mí  misma  el  haberme  entrometido  en  un  amor  tan  verdadero  con  el  vuestro.  No  creo  que  mi  frágil  corazón  pudiera  soportar tamaño peso.

—Por lo menos déjame subir contigo.

Alejandra suspiró.

—De acuerdo, pero enseguida vendrás para hacerle compañía a este jovencito.

Tenía  que  mantenerse  a  distancia,  se  repitió  por  enésima  vez  Paula antes  de  entrar en el cuarto de estar y arrojarse directamente a los brazos de Pedro.

—Yo —alzó la mirada hacia sus ojos—, la película...

—He pensado que deberíamos hablar.

—Ya hemos hablado bastante esta tarde.

—Entonces bailemos. Tienes unos discos muy buenos —la besó en la mejilla y la condujo hacia el centro de la habitación.

—Pedro, no... —se interrumpió al ver que él estallaba en carcajadas.

—¿Polkas del Mundo? ¿Los Mejores Twist? ¿Pero de dónde has sacado esto?

—Es  música  para  hacer  ejercicio.  Tengo  toda  una  colección  de  cintas  y  de  vídeos.  Muchos  de  los  nombres  de  mis  tartas  los  he  sacado  de  allí.  Este  método  te  garantiza que puedes perder más de cinco kilos. Por eso lo encargué.

—¿Y cuántos perdiste? —le preguntó Pedro, volviendo a su lado.

—Dos, después de seis semanas infernales.

—Paula, tú no estás gorda. Estás...

—¡No lo digas!

—¿Que no diga qué?

—Voluptuosa  o  alguna  de esas palabras  que se utilizan para describir elegantemente la gordura.

—Iba a decir perfecta.

—¿Perfecta?

Pedro le acarició la mejilla.

—Perfecta, sin ningún defecto, elegante, sexy... P erfecta.

Paula cerró los ojos.

—Mmm, elegante. Eso me gusta.

—Ya mí también —contestó Pedro.

—Y  sexy  —le  recordó  Paula,  deseando  besarlo  como  no  había  deseado  nada  en el mundo.

—Eso  también  —y  entonces  Pedro posó  su  boca  perfecta  sobre  los  labios  de  la  joven y la besó.

Le mordisqueó suavemente el labio inferior, obligándola a abrir la boca. Paula sintió el roce de su lengua y se decidió también a explorar el interior de su boca. Pedro deslizaba sus fuertes manos por su espalda, encendiendo cada uno de sus nervios  en  el  camino  hacia  su  cintura,  y  continuó  descendiendo  hasta  posar  las  manos en su trasero. Paula, al sentir su erección contra sus muslos, gimió. Pedro también gimió. Ella movía  las  manos  sobre  sus  hombros,  acariciaba  su  pecho,  su  cintura... Con  un  rápido  movimiento,  Pedro se  desprendió  de  la  camisa  y  a  continuación  se  tumbó con Paula en el sofá. Ella quedó debajo. Él arriba.

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