Paula miró horrorizada las tartas que estaban devorando.
—¡Pero si esas tartas deberían haber sido entregadas esta mañana!
—No, cariño, éstas han sobrado.
—¿Cómo que han sobrado? No debería sobrar ni una sola tarta. Soy muy estricta con mi producción diaria y...
—Pero yo he decidido aumentarla generosamente. Cariño, es mejor que sobre. Nunca se sabe lo que puede pasar —al ver que su hija fruncía el ceño, le explicó—: Cariño, tenía que ofrecerles algo a estos caballeros, por todos los problemas que les he causado.
—Lo sabía. Ha habido un incendio.
—No señora, no ha habido ningún incendio —contestó un bombero.
—Sólo un malentendido, cariño. Estaba preparándome el almuerzo: unas salchichas asadas con tortitas de maíz y chile bien picante. Y cuando al terminar le he comentado a Jimena que me salían llamas por la boca, no se le ha ocurrido otra cosa que llamar a estos señores tan amables.
Apareció entonces Jimena con otra tarta.
—Es mejor prevenir que curar —dijo la joven.
Paula miró a su madre a los ojos.
—¿Entonces no has arruinado mi negocio?
—¡Pues claro que no, señora! —contestó por Alejandra un bombero—. Además, le hemos encargado a Alejandra unas cuantas docenas de tartas para nuestro banquete anual.
Alejandra sonrió radiante.
—Te he conseguido nuevos clientes, querida.
—Y además hoy hemos trabajado tan rápido que nos ha sobrado tiempo —añadió Jimena.
—Así que ésta es Paula—dijo otro bombero, mirándola a los ojos con una seductora sonrisa—. Me han dicho que haces un asado de carne delicioso.
—Cuidadito, Mauro—le advirtió Alejandra—. Que mi niña ya está comprometida, ¿Verdad, Pedro? —toda la atención de los presentes se volcó en el ex jugador.
—¿Así que Alfonso El Salvaje se va a encadenar a una mujer?
—¡Jamás pensé que llegaría a ver algo así!
—Dios, ¿Qué está pasando en el mundo?
Pedro tomó a Paula de la cintura y esbozó la sonrisa que reservaba para las cámaras.
—A todo al mundo le llega la hora —respondió.
—Yo también me dejaría atrapar por una mujer que cocina como los ángeles.
—Desde luego.
—¿Se puede tomar otro trozo de tarta?
—¡Sí, yo también quiero!
—Y yo.
Los bomberos dejaron de prestar atención a la feliz pareja para volverse hacia una sonriente Alejandra.
—Vaya, vaya. Pues sí que les gusta comer a estos chicos. Ah, si tuviera veinte años menos...
Las palabras de Alejandra fueron ahogadas por un grito de dolor de Pedro, al que Paula acaba de dar un buen pellizco en el brazo.
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