miércoles, 15 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 43

Paula miró horrorizada las tartas que estaban devorando.

—¡Pero si esas tartas deberían haber sido entregadas esta mañana!

—No, cariño, éstas han sobrado.

—¿Cómo  que  han  sobrado?  No  debería  sobrar  ni  una  sola  tarta.  Soy  muy  estricta con mi producción diaria y...

—Pero  yo  he  decidido  aumentarla  generosamente.  Cariño,  es  mejor  que  sobre.  Nunca  se  sabe  lo  que  puede  pasar  —al  ver  que  su  hija  fruncía  el  ceño,  le  explicó—: Cariño,  tenía que  ofrecerles  algo  a  estos  caballeros,  por  todos  los  problemas  que  les  he causado.

—Lo sabía. Ha habido un incendio.

—No señora, no ha habido ningún incendio —contestó un bombero.

—Sólo  un malentendido,   cariño.   Estaba  preparándome el  almuerzo:   unas salchichas asadas con tortitas de maíz y chile bien picante. Y cuando al terminar le he comentado a Jimena que me salían llamas por la boca, no se le ha ocurrido otra cosa que llamar a estos señores tan amables.

Apareció entonces Jimena con otra tarta.

—Es mejor prevenir que curar —dijo la joven.

Paula miró a su madre a los ojos.

—¿Entonces no has arruinado mi negocio?

—¡Pues claro que no, señora! —contestó por Alejandra un bombero—. Además, le hemos  encargado a Alejandra unas cuantas docenas de tartas para nuestro  banquete  anual.

Alejandra sonrió radiante.

—Te he conseguido nuevos clientes, querida.

—Y  además  hoy  hemos  trabajado  tan  rápido  que  nos  ha  sobrado  tiempo  —añadió Jimena.

—Así que ésta es Paula—dijo otro bombero, mirándola a los ojos con una seductora sonrisa—. Me han dicho que haces un asado de carne delicioso.

—Cuidadito,  Mauro—le  advirtió  Alejandra—.  Que  mi  niña  ya  está  comprometida,  ¿Verdad, Pedro? —toda la atención de los presentes se volcó en el ex jugador.

—¿Así que Alfonso El Salvaje se va a encadenar a una mujer?

—¡Jamás pensé que llegaría a ver algo así!

—Dios, ¿Qué está pasando en el mundo?

Pedro tomó  a  Paula de  la  cintura  y  esbozó  la  sonrisa  que  reservaba  para  las  cámaras.

—A todo al mundo le llega la hora —respondió.

—Yo también me dejaría atrapar por una mujer que cocina como los ángeles.

—Desde luego.

—¿Se puede tomar otro trozo de tarta?

—¡Sí, yo también quiero!

—Y yo.

Los  bomberos  dejaron  de  prestar  atención  a  la  feliz  pareja  para  volverse  hacia  una sonriente Alejandra.

—Vaya,  vaya.  Pues  sí  que  les  gusta  comer  a  estos  chicos.  Ah,  si  tuviera  veinte  años menos...

Las palabras de Alejandra fueron ahogadas por un grito de dolor de Pedro, al que Paula acaba de dar un buen pellizco en el brazo.

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