Oh, Dios santo, ¡Pedro era su tipo!
—No estarás llorando, ¿Verdad?
—Estoy bien —replicó Paula, secándose frenéticamente una lágrima.
—Porque si estás llorando, voy a entrar y...
—¡No! Estoy muy bien sola, gracias —contestó rápidamente.
—Sólo era una idea.
—Una mala idea.
—No estarás a punto de tener la regla, ¿Verdad?
—¿Por qué lo preguntas?
—Lo pregunto porque te estás comportando de forma un poco exagerada por un beso. Y además te veo muy gruñona.
—¿Estás insinuando que tengo el síndrome premenstrual?
—Podría ser. La mayor parte de las mujeres estarían emocionadas al haber encontrado al hombre de sus sueños, a no ser que sus hormonas estuvieran un tanto revueltas...
—Para tu información —contestó Paula, abriendo la puerta del baño con una enorme sonrisa en el rostro—, hace muy poco que he tenido la regla e insinuar una cosa así me parece algo increíblemente machista. De hecho, es el comentario más estúpido y machista que he oído en toda mi vida.
Sonrió al oírse. Quizá su vida todavía no estuviera completamente destrozada.
—Mi vida está totalmente destrozada —dijo Paula al ver un camión de bomberos estacionados en la acera de su casa.
Saltó del coche de Pedro antes de que éste hubiera apagado siquiera el motor. A los pocos segundos, él la siguió.
—Mi madre ha incendiado mi casa.
—Pues a mí me parece que a tu casa no le ha pasado nada.
Paula examinó atentamente la fachada del edificio, buscando alguna marca dejada por el fuego.
—De acuerdo, parece que al menos a la fachada no le ha afectado el fuego. Probablemente haya sido en la cocina. Tendré que llamar al seguro, me repondrán todo el equipo y utilizaré la cocina vieja hasta que hayan hecho todas las reparaciones —se dijo con una firmeza que estaba lejos de sentir.
Irguió los hombros, empujó la puerta y entró al salón que encontró libre de humos y ocupado por tres bomberos que saboreaban gustosos sus tartas. Alejandra se paseaba entre ellos con una fuente en la mano.
—¿Qué tarta es ésta, Alejandra? —preguntó uno de los bomberos—. Ésta se llama Macadamian Mango, ¿A qué es divina?
—Está condenadamente buena —contestó otro de los bomberos.
—¿Y ésta? —preguntó el tercero.
—Esa se llama Rumba de Fresas. Todas son recetas inventadas por mi hija. Una joven de lo más inteligente. Y guapa. Tiene una cara de ángel y un cuerpo...
—¡Mamá!
—¡Anda! Pero si estás aquí. Hija mía, entra a conocer a estos caballeros tan adorables. Estábamos esperándote.
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