miércoles, 15 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 42

Oh, Dios santo, ¡Pedro era su tipo!

—No estarás llorando, ¿Verdad?

—Estoy bien —replicó Paula, secándose frenéticamente una lágrima.

—Porque si estás llorando, voy a entrar y...

—¡No! Estoy muy bien sola, gracias —contestó rápidamente.

—Sólo era una idea.

—Una mala idea.

—No estarás a punto de tener la regla, ¿Verdad?

—¿Por qué lo preguntas?

—Lo  pregunto  porque  te  estás  comportando  de  forma  un  poco  exagerada  por  un beso. Y además te veo muy gruñona.

—¿Estás insinuando que tengo el síndrome premenstrual?

—Podría  ser.  La  mayor  parte  de  las  mujeres  estarían  emocionadas  al  haber  encontrado al hombre de sus sueños, a no ser que sus hormonas estuvieran un tanto revueltas...

—Para tu información —contestó Paula, abriendo la puerta del baño con una enorme  sonrisa  en  el  rostro—,  hace  muy  poco  que  he  tenido  la  regla  e  insinuar  una  cosa  así  me  parece  algo  increíblemente  machista.  De  hecho,  es  el  comentario  más  estúpido y machista que he oído en toda mi vida.

Sonrió al oírse. Quizá su vida todavía no estuviera completamente destrozada.

—Mi vida está  totalmente destrozada  —dijo  Paula al  ver  un  camión  de  bomberos estacionados en la acera de su casa.

Saltó del coche de Pedro antes de que éste hubiera apagado siquiera el motor. A los pocos segundos, él la siguió.

—Mi madre ha incendiado mi casa.

—Pues a mí me parece que a tu casa no le ha pasado nada.

Paula examinó  atentamente  la  fachada  del  edificio,  buscando  alguna  marca  dejada por el fuego.

—De  acuerdo,  parece  que  al  menos  a  la  fachada  no  le  ha  afectado  el  fuego.  Probablemente  haya  sido  en  la  cocina.  Tendré  que  llamar  al  seguro,  me  repondrán  todo el  equipo y  utilizaré la cocina vieja  hasta que hayan  hecho todas las reparaciones —se dijo con una firmeza que estaba lejos de sentir.

Irguió los hombros, empujó  la  puerta  y  entró  al  salón  que  encontró  libre  de  humos  y  ocupado  por  tres  bomberos que saboreaban gustosos sus tartas.  Alejandra se paseaba entre ellos con una fuente en la mano.

—¿Qué tarta es ésta, Alejandra? —preguntó uno de los bomberos—. Ésta se llama Macadamian Mango, ¿A qué es divina?

—Está condenadamente buena —contestó otro de los bomberos.

—¿Y ésta? —preguntó el tercero.

—Esa se llama Rumba de Fresas. Todas son recetas inventadas por mi hija. Una joven de lo más inteligente. Y guapa. Tiene una cara de ángel y un cuerpo...

—¡Mamá!

—¡Anda!  Pero  si  estás  aquí.  Hija  mía,  entra  a  conocer  a  estos  caballeros  tan  adorables. Estábamos esperándote.

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