lunes, 6 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 29

—La que me está volviendo loca es mi madre, y Pedro Alfonso y...

—Eso es lo que te estoy diciendo. Necesitas una noche de pasión y sexo con ese hombre al que deseas intensamente.

—Tienes razón. Le deseo y él me desea. Pero estoy asustada.

—Entonces llámalo y dile que has cambiado de opinión.

—Son las tres de la madrugada, mañana tengo muchas cosas que hacer... Mejor dicho, hoy.

—Pero si hoy es domingo.

—Y  yo  soy   la  única  propietaria  de  esta  empresa.  Tengo muchas  responsabilidades.

—Y también eres una mujer y tienes ciertas necesidades.

Una mujer desesperada, admitió después de colgar.

—Tienes un aspecto tan terrible como esta cocina —dijo Alejandra cuando Paula se  sentó  a  la  mañana  siguiente  a  la  mesa.  Señaló  con  la  mirada  el  envase  de  helado  vacío y sonrió—. Parece que tú y Pedro estaban hambrientos...

 —¡Mamá!

—No   tienes   por   qué   avergonzarte,   yo   también   he   sido   joven.   Cuando   estábamos comprometidos, no éramos capaces de quitarnos las manos de encima.

—No quiero oírlo, mamá.

—Nos  íbamos  al  campo  y  nos  montábamos  en  la  parte  de  atrás  de su  furgoneta...

—Por favor, para.

—Él me abrazaba...

—Creo que me estoy mareando.

—Me tocaba justo aquí —Alejandra señaló y Paula cerró los ojos— y me volvía completamente loca.

—¡Cómete una pasta, mamá! —Paula le puso la fuente delante.

—Ah, de crema de queso. Mi favorita —Alejandra tomó una pasta—. Después de una  noche  de  aquéllas  era  capaz  de  comerme  cualquier  cosa  así  que  te  comprendo  perfectamente. Bueno, y ahora hablemos de la boda.

—¿Qué tal está la pasta, mamá?

—Muy rica, cariño. Por lo visto Pedro y tú están pensando en un largo noviazgo, ¿Verdad?  Todavía no  han puesto  fecha  de  boda,  pero  deberías  pensar  en  casarte  pronto,  puesto  que  parece  que  se están   preparando  para  tener  una  familia  ¿Eh?... Supongo  que  Pedro no  estará  metiendo  el  coche  en  el  garaje  sin  ponerle  la  capota,  ¿Verdad?

—¡No!

—Porque ya sé yo que al calor del momento una se olvida hasta de su nombre.

—Cómete otra pasta, mamá.

—Gracias,  hija.  Y  ahora  volvamos  a  lo  de  la  boda.  Quiero  ayudarte  a  hacer  todos los preparativos así que he estado pensando en cancelar el crucero.

—Imposible. Ya está pagado. Y además, necesitas descansar.

—Eso  es  exactamente  lo  que  ha  dicho  el  médico  y,  por  supuesto,  tiene  razón.  ¿Pero cómo voy a disfrutar de esas comidas maravillosas y de mi Bloody Mary diario si me siento culpable por haber dejado sola a mi niña cuando más me necesita?

—Estaré perfectamente, mamá.

—Claro que lo estarás, pero en cuanto te haya ayudado a quitarte de en medio algunos de los preparativos. Y es la razón por la que mañana mismo vamos a salir de compras.

—¿De compras?

—Tenemos  que  empezar  a  pensar  en  las  invitaciones  de  boda.  Después  nos  iremos a mirar los trajes y la música. Y luego...

—Pero mamá...

 —Ya  sabes  cariño  que  vivo  para  ver  ese  día  —su  madre  sonrió  y  sus  ojos  brillaron de puro júbilo.

Paula tenía  que  aclarar  la  situación.  Cuanto  mayor  fuera  la  alegría  de  su  madre, más dura sería la caída.

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