miércoles, 8 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 35

—Entonces supongo que estarás demasiado ocupada para venir al campo.

Paula se  sobresaltó,  la  bandeja  se  inclinó  y  cayeron  al  interior  de  la  batidora  cinco  docenas  de  plátanos  cortados  en  rodajas.  Se  levantó  inmediatamente  una  marejada de pasta de plátano y chocolate. Cerró los ojos un segundo antes de que la mezcla la salpicara.

—Oh, Dios mío, ¡Un accidente! —gritó Jimena—. ¡Socorro! ¡Paula se ha caído a la batidora!

—Tengo  los  pies  firmemente  apoyados  en  el  suelo  —chilló  Paula mientras  intentaba  alcanzar  a  ciegas  su  delantal—.  Sólo  tengo  plátanos  en  los  ojos  —entre otras  muchas  partes,  pensó  mientras  sentía  la  mezcla  deslizarse  por  su  cuello  y  cayendo por el interior de su blusa.

—¡Oh, Dios mío! Está ciega. ¡Llamen a urgencias!

—No  te  atrevas.  Todo  el  mundo  está  perfectamente  —casi  todo  el  mundo. 

Porque a ella estaba a punto de darle un ataque al corazón. Detrás de ella estaba un hombre que era letal para su salud.Y estaba tan cerca que podía sentir el calor de su respiración contra su cuello. Se secó  los  ojos  y  dió  la  vuelta...  Sólo  para  confirmar  que  su  peor  pesadilla  se  había  hecho realidad. Pedro Alfonso permanecía  a  solo  unos  centímetros  de  ella  con  una  enorme  sonrisa en su atractivo rostro. Paula se obligó a apartar la mirada de su rostro. Las gafas de sol ocultaban sus ojos, pero ella no necesitaba   verlos.   Los  sentía.  En  su  rostro,  en  su  cuello,   descendiendo hacia su pecho... Pedro estiró  la  mano  y  deslizó  un  dedo  por  el  cuello  de  Paula,  descendiendo  peligrosamente hacia el valle de sus senos antes de llevárselo, rebosante de crema, a la boca.

—Muy  bueno  —susurró,  hundiendo  el  dedo  en  su  boca  con  una  lentitud  letal  para Paula.

—No...  No  está  bueno  —replicó,  intentando  recuperarse  de  aquella  caricia—. Has echado a perder la mezcla de la tarta de chocolate.

—Siempre estás a tiempo de inventar una nueva tarta.

—La  mezcla  del  Banana  Split  está  preparándose  en  la  batidora  número  uno,  y  tengo  a  varias  docenas  de  clientes  esperando  que  les  envíe  tartas  de  chocolate  —lo fulminó con la mirada—. Y se supone que hoy ibas a pasarte el día pescando.

—Bruno está acatarrado, así que hemos retrasado la excursión —volvió a untar el dedo en su cuello—. Está buenísimo, de verdad. ¿No quieres probar?

Paula sacudió  la  cabeza,  ignorando  el  tentador  aroma  de  los  plátanos  y  el  chocolate.

—No puedo. Estoy a dieta.

—¿Por qué?

—¿De verdad crees que hace falta preguntarlo?

—Pues sí. Estás bien así.

Bien. Sólo bien. No se le había ocurrido decir que estaba maravillosa.

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