miércoles, 15 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 41

Pedro. Él. Paula lo empujó con fuerza y escapó de sus brazos.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Pedro, desconcertado.

—Tú, yo... ¡Esto! Yo no... Tú no puedes... ¡Esto no es justo! Claro que no. No te necesito en mi vida. No necesito una relación con un hombre, ni con niños, ni quiero nada de besos ni...

—¿Entonces qué es lo que necesitas? —la interrumpió Pedro.

Fama.  Fortuna.  Y  una  pastilla  mágica  que  le  permitiera  comer  todo  lo  que  quisiera sin engordar.

—Un baño —contestó, sintiendo que la limonada estaba a punto de salírsele por las orejas—. Ahora mismo.

—¿Estás bien?

—Sí,  estoy  bien  —Paula se  concentró  en  cubrir  el  borde  del  retrete  con  papel  higiénico para a continuación sentarse con un suspiro de alivio.

Minutos después, fijó la mirada en el espejo y gimió.

—¿Estás segura de que estás bien? —volvió a preguntar Pedro desde fuera.

—Sí.  No  —se  quitó  unas  briznas  de  hierba  del  pelo—.  Mi  pelo  parece  un  nido  de ratas, tengo el vestido cubierto de hierba y completamente arrugado. Y además te odio.

—Pues cuando me has besado parecía que me deseabas.

—Ni  en  sueños  —tomó  una  toalla  de  papel  y  frotó  con  ella  una  mancha  de  verdín—. No eres mi tipo.

—¿Y cuál es tu tipo?

—Un hombre dulce.

—¿Que ayude a una mujer a levantarse y le sacuda las hierbas de la falda?

—Exacto. Sobre todo después de haberla tirado al suelo.

—Tienes razón, Paula. Pero por lo menos te he tirado por una buena causa.

Paula tomó otra toallita de papel y se frotó la mancha número dos.

—¿Y se puede saber cuál era esa buena causa?

—Quería besarte —contestó Pedro con voz ronca—. Necesitaba besarte.

Paula contempló  en  el  espejo  sus  mejillas  sonrojadas  y  su  boca  inflamada  todavía  por  el  beso.  No  pudo  evitar  la  tentación  de  saborear  sus  propios  labios.  Todavía sabía a Pedro. Frunció el ceño.

—¿Y cuál es tu tipo? —le pinchó Pedro.

—Un hombre sincero — contestó sin pensar—. Bueno, estoy dispuesta a admitir que tú eres sincero.

—¿Y atractivo?

—No  seas  tan  creído.  Además,  las  apariencias  no  lo  son  todo.  Yo  quiero  a  un  hombre que tenga sentimientos.  Un hombre sensible. Como  un  ex  jugador  de  fútbol  que  pasaba  los  sábados  permitiendo  que  un  grupo de niños le ganara un partido.

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