Pedro. Él. Paula lo empujó con fuerza y escapó de sus brazos.
—¿Pasa algo malo? —preguntó Pedro, desconcertado.
—Tú, yo... ¡Esto! Yo no... Tú no puedes... ¡Esto no es justo! Claro que no. No te necesito en mi vida. No necesito una relación con un hombre, ni con niños, ni quiero nada de besos ni...
—¿Entonces qué es lo que necesitas? —la interrumpió Pedro.
Fama. Fortuna. Y una pastilla mágica que le permitiera comer todo lo que quisiera sin engordar.
—Un baño —contestó, sintiendo que la limonada estaba a punto de salírsele por las orejas—. Ahora mismo.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —Paula se concentró en cubrir el borde del retrete con papel higiénico para a continuación sentarse con un suspiro de alivio.
Minutos después, fijó la mirada en el espejo y gimió.
—¿Estás segura de que estás bien? —volvió a preguntar Pedro desde fuera.
—Sí. No —se quitó unas briznas de hierba del pelo—. Mi pelo parece un nido de ratas, tengo el vestido cubierto de hierba y completamente arrugado. Y además te odio.
—Pues cuando me has besado parecía que me deseabas.
—Ni en sueños —tomó una toalla de papel y frotó con ella una mancha de verdín—. No eres mi tipo.
—¿Y cuál es tu tipo?
—Un hombre dulce.
—¿Que ayude a una mujer a levantarse y le sacuda las hierbas de la falda?
—Exacto. Sobre todo después de haberla tirado al suelo.
—Tienes razón, Paula. Pero por lo menos te he tirado por una buena causa.
Paula tomó otra toallita de papel y se frotó la mancha número dos.
—¿Y se puede saber cuál era esa buena causa?
—Quería besarte —contestó Pedro con voz ronca—. Necesitaba besarte.
Paula contempló en el espejo sus mejillas sonrojadas y su boca inflamada todavía por el beso. No pudo evitar la tentación de saborear sus propios labios. Todavía sabía a Pedro. Frunció el ceño.
—¿Y cuál es tu tipo? —le pinchó Pedro.
—Un hombre sincero — contestó sin pensar—. Bueno, estoy dispuesta a admitir que tú eres sincero.
—¿Y atractivo?
—No seas tan creído. Además, las apariencias no lo son todo. Yo quiero a un hombre que tenga sentimientos. Un hombre sensible. Como un ex jugador de fútbol que pasaba los sábados permitiendo que un grupo de niños le ganara un partido.
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