—¡Niños! —gritó su madre en cuanto abrió la puerta—. Les he traído un poco de queso, unas galletas y... Oh, Dios mío —dejó los platos rápidamente en la mesa—. Creo que será mejor que los deje... trabajando —cerró la puerta, dejándolos completamente solos.Y besándose.
Pedro devoraba su boca mientras acariciaba su espalda. Paula sentía sus dedos ardientes a través de la blusa. Pedro abandonó sus labios y mordisqueó suavemente su cuello.
—Ya se ha ido mi madre —musitó Paula casi sinrespiración.
—Ummm.
—Ya podemos dejar de besarnos.
—Ummmm...
—Peso demasiado —se mordió el labio mientras Pedro alzaba las manos hasta el inicio de sus senos—. Tengo que levantarme.
—Eres ligera como una pluma.
—Pues a mí no me lo parece.
Se sentó a horcajadas sobre él.
—A mí sí.
Paula, sintiendo la presión de su sexo entre las piernas, se frotó contra él. Pedro gimió, sobrecogido por una verdad que a esas alturas ya debería haber sido evidente para él: Paula Chaves era toda una mujer, un modelo de feminidad con numerosas curvas que la hacían absolutamente deseable. La deseaba. La deseaba aunque no tuviera el cuerpo de una modelo. Aquella certeza se imponía sobre el sentido común, sobre el hecho de que debería estar trabajando y sobre la más que probable posibilidad de que su madre volviera a interrumpirlos. Nada importaba. Pedro jugueteaba con los botones de su blusa mientras le lamía seductoramente el cuello, haciéndole sentirse como una mujer salvaje, fuera de control. Agresiva y hambrienta. La levantó en brazos y rodeó con ella el escritorio. La sentó en la mesa, se acercó a la puerta y gimió al no encontrar ningún cerrojo. Miró desesperado a su alrededor y colocó una planta delante de la puerta antes de acercarse de nuevo a Paula.
—No traes a hombres por aquí muy a menudo, ¿Verdad?
—No salgo con ninguno desde que tuve una cita con Esteban. Pero eso era cuando estaba en la universidad. En realidad no lo deseaba... O al menos no tanto como te deseo ahora. Y supongo que él tampoco me deseaba a mí, porque se fue muy poco después y desde entonces no he vuelto a verlo.
—Bien. Dilo otra vez.
—No he vuelto a verlo... —Pedro la interrumpió con un largo y apasionado beso.
—No me refiero a eso. Dí que me deseas ahora.
—Te deseo ahora.
Pedro ach le desabrochó la blusa y se la deslizó por los hombros. La primera tentación de Paula, fue intentar cubrirse.
—No —le pidió Pedro tomando sus manos.
—Pero la luz está encendida, y puedes verme... Esto ya es demasiado...
—Perfecto —susurró Pedro con admiración antes de besarla de nuevo.
Paula olvidó al instante todas sus inhibiciones. Le desabrochó y le quitó la camisa mientras él luchaba frenéticamente contra su sujetador.
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