—Mamá, hay algo que quiero decirte.
—Afortunadamente, parece que no estoy teniendo problemas de salud. Porque la verdad es que he dudado muy seriamente si podría llegar a asistir... —se llevó la mano al corazón, como sobrecogida por un dolor repentino— a tu boda.
—Mamá, ¿Qué te pasa?
—Es sólo un poco...
—¿Mamá?
—No es nada hija, sólo son gases. No ha sido nada serio. Por lo menos por esta vez.
—Será muy divertido ir de compras.
—Estupendo. Mañana mismo iremos.
—Mañana es lunes, mamá. Es el día de la semana que más trabajo tengo.
—Tómate el día libre, Lisa podrá ocuparse de todo. Y además, podremos adelantar trabajo si yo te ayudo en la cocina.
—¿Tú? ¿En mi cocina?
—Claro hija, así tendrás tiempo para venir de compras conmigo. Ni siquiera tendrás que pagarme, querida —su madre sonrió—. Y también tengo otra sorpresa para tí —le puso el periódico delante—. Seguro que esto te alegrará.
La mirada de Paula se quedó clavada en un titular de la sección de sociedad: El Rey de las Costillas, Alfonso El Salvaje, se casará con la Reina de las Tartas de Dallas. Paula desvió la mirada hacia la fotografía que ilustraba la noticia: había sido tomada el día que había descubierto que su adorado Batman era el mismísimo Pedro Alfonso, el día que Pedro la había besado delante de las cámaras.
—Mamá —susurró con el rostro blanco como el papel—, creo que voy a vomitar.
—Esto me recuerda a los viejos tiempos —comentó Alejandra mientras cortaba unos mangos con la eficacia de un chef profesional.
Paula sonrió. Tras haber pasado el domingo aterrorizada pensando en la ayuda que pretendía prestarle su madre, al final se había rendido a lo inevitable. Si Alejandra Chaves quería echarle una mano, lo único que podía hacer era tratarla como a cualquiera de los demás empleados y asignarle algunas tareas. Ninguna de ellas pesada, por supuesto. Había que cuidar su corazón.Sorprendentemente, su madre se mantuvo en todo momento concentrada en su trabajo.Que era, exactamente, lo que Paula tenía que hacer. Si el trabajo había funcionado con su madre, tendría que funcionar también con Pedro Alfonso.
Tras una ajetreada mañana de lunes, Paula se dirigió al primer restaurante de Pedro, decidida a resistir la presión de sus hormonas y a encauzar su relación con él, definiéndola de una forma estrictamente profesional.
—¡Señorita Chaves! —coincidió con Diego en el vestíbulo—. ¿Qué la trae por aquí?
—Necesito hablar de algunas cuestiones con Pedro. ¿Está en su despacho?
—Me temo que no. ¿No tendrían una cita, verdad?
—No, no. Pero se me ha ocurrido pasar por aquí para aclarar algunos detalles sobre nuestro contrato. ¿Dónde está entonces? ¿Haciéndose algunas fotos para publicidad? ¿Rodando algún anuncio?
—No, no. Está en la cocina. Karina, nuestra experta en salsas, ha tenido gemelos y Pedro la está sustituyendo. Este es el restaurante más grande de la cadena, las salsas se hacen aquí y se mandan los otros locales.
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