Paula agarró unos cuantos refrescos y los repartió a los niños.
—Vamos, todo el mundo a beber. No quiero que nadie muera de deshidratación.
—Te gustan los niños —comentó Pedro con una enorme sonrisa cuando Paula regresó a la mesa.
—Los adoro. Y pretendo tener tres. Pero dentro de unos años.
—Yo también, pero pienso tenerlos antes. Lo único que me hace falta es encontrar a la mujer adecuada.
«No preguntes nada. Mantén la boca cerrada», se advirtió Paula. Un segundo después se escuchaba decir.
—¿Y cómo tiene que ser esa mujer?
—Una mujer a la que le gusten los niños y esté dispuesta a darles todo su tiempo. Yo me encargaré de llevar la comida a casa y ella cocinará, les hará bizcochos a los niños y asistirá regularmente a las reuniones de la asociación de padres. Mi madre siempre quiso hacerlo, pero no tuvo oportunidad. Estaba demasiado ocupada, trabajando para mantenerme —parecía tan triste que algo se removió en el interior de Paula—. No quiero que mi mujer trabaje. Me he pasado la vida trabajando para que no tenga que hacerlo ella.
Desesperada por aliviar su melancolía, Paula sonrió:
—Teniendo tres hijos, no le va a faltar trabajo. De eso puedes estar seguro. Y dime, ¿No se te ha ocurrido poner un anuncio en el periódico para encontrar una candidata?
—Es una buena idea. Pero la verdad es que ya he estado haciendo algunas pruebas.
¿Podría presentarse ella?, deseó preguntar.
—¿Y se ha presentado alguna candidata que te interese?
—Quizá. ¿Y qué me dices de tí? ¿Qué es lo que esperas de un hombre?
—Nada... Bueno, por lo menos por ahora. Estoy demasiado ocupada trabajando para pensar en ser madre y esposa. Y además, no quiero renunciar a mi trabajo como hizo mi madre. Era chef de uno de los mejores restaurantes de Houston y tiró su futuro por la borda para dedicarse a atender a mi padre, cambiar pañales y dar papillas. Pero, cuando mi negocio esté más asentado, me gustaría formar una familia.
—¿Entonces eres una de esas mujeres que piensa que es posible tenerlo todo?
—Claro que es posible. Pero si estás casada con el hombre perfecto.
—¿Y cómo es el hombre perfecto?
—Un hombre al que no le importe compartir a su esposa. Que la apoye y la anime en su trabajo y comparta con ella las tareas de la casa. En cualquier caso, no creo que haya muchos hombres como el que he descrito. Por eso pretendo atender primero a mi trabajo y más tarde, mucho más tarde, ocuparme de mi familia.
—Cambiarás de opinión en cuanto conozcas al hombre de tus sueños.
—Ningún hombre que quiera hacerme cambiar de opinión podría ser el hombre de mis sueños. Como, duermo y respiro, y estoy orgullosa de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario