lunes, 13 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 38

Paula  agarró unos cuantos refrescos y los repartió a los niños.

—Vamos,   todo el  mundo a beber.   No quiero que  nadie muera de deshidratación.

—Te gustan los niños —comentó Pedro con una enorme sonrisa cuando Paula regresó a la mesa.

—Los adoro. Y pretendo tener tres. Pero dentro de unos años.

—Yo  también,  pero  pienso  tenerlos  antes.  Lo  único  que  me  hace  falta  es  encontrar a la mujer adecuada.

«No preguntes nada. Mantén la boca cerrada», se advirtió Paula. Un segundo después se escuchaba decir.

—¿Y cómo tiene que ser esa mujer?

—Una  mujer  a  la  que  le  gusten  los  niños  y  esté  dispuesta  a  darles  todo  su  tiempo. Yo me encargaré de llevar la comida a casa y ella cocinará, les hará bizcochos a  los  niños  y  asistirá  regularmente  a  las  reuniones  de  la  asociación  de  padres.  Mi  madre siempre quiso hacerlo, pero no tuvo oportunidad. Estaba demasiado ocupada, trabajando  para  mantenerme  —parecía  tan  triste  que  algo  se  removió  en  el  interior  de Paula—. No quiero que mi mujer trabaje. Me he pasado la vida trabajando para que no tenga que hacerlo ella.

Desesperada por aliviar su melancolía, Paula sonrió:

—Teniendo  tres  hijos,  no  le  va  a  faltar  trabajo.  De  eso  puedes  estar  seguro.  Y  dime,  ¿No  se  te  ha  ocurrido  poner  un  anuncio  en  el  periódico  para  encontrar  una  candidata?

—Es  una  buena  idea.  Pero  la  verdad  es  que  ya  he  estado  haciendo  algunas  pruebas.

¿Podría presentarse ella?, deseó preguntar.

—¿Y se ha presentado alguna candidata que te interese?

—Quizá. ¿Y qué me dices de tí? ¿Qué es lo que esperas de un hombre?

—Nada...   Bueno,  por lo menos por ahora.   Estoy demasiado ocupada  trabajando  para  pensar  en  ser  madre  y  esposa.  Y  además,  no  quiero  renunciar  a  mi  trabajo como hizo mi madre. Era chef de uno de los mejores restaurantes de Houston y tiró su futuro por la borda para dedicarse a atender a mi padre, cambiar pañales y dar  papillas.  Pero,  cuando  mi  negocio  esté  más  asentado,  me  gustaría  formar  una  familia.

—¿Entonces eres una de esas mujeres que piensa que es posible tenerlo todo?

—Claro que es posible. Pero si estás casada con el hombre perfecto.

—¿Y cómo es el hombre perfecto?

—Un  hombre  al  que  no  le  importe  compartir  a  su  esposa.  Que  la  apoye  y  la  anime  en  su  trabajo  y  comparta  con  ella  las  tareas  de  la  casa.  En  cualquier  caso,  no  creo  que  haya  muchos  hombres  como  el  que  he  descrito.  Por  eso  pretendo  atender  primero a mi trabajo y más tarde, mucho más tarde, ocuparme de mi familia.

—Cambiarás de opinión en cuanto conozcas al hombre de tus sueños.

—Ningún hombre que quiera hacerme cambiar de opinión podría ser el hombre de mis sueños. Como, duermo y respiro, y estoy orgullosa de ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario