—Los signos vitales están bien, pero no sabemos lo que le pasa. El médico de guardia podrá informarle mejor.
—¿Pedro? —le tomó la mano y clavó la mirada en su pálido rostro—. ¿Me oyes? Por favor, escúchame. No puedes morirte porque te quiero y quiero casarme contigo, y tener hijos aunque eso signifique renunciar a mi trabajo. No me importa. Bueno, sí me importa. No quiero vivir con arrepentimientos. Pero si te pierdo a tí, estaré arrepintiéndome durante toda mi vida. Por favor, abre los ojos, por...
—Estoy aquí, Paula—gimió Pedro—. Podrías... —Tragó saliva e intentó ignorar el dolor que lo devoraba— ¿Podrías decirlo... otra vez?
—¿Que abras los ojos?
—No... lo que... has dicho... antes.
—¿Que si te pierdo me arrepentiré durante toda mi vida?
Pedro le apretó la mano con fuerza.
—¿Lo dices... de verdad?
—Que me muera aquí mismo si no es cierto. Bueno no, nadie va a morir aquí —la determinación iluminó su mirada—. Vamos a tener montones de hijos y a disfrutar de años y años de felicidad, ¿Me oyes?
Al oírla, Pedro se dió cuenta de la importancia de lo que Paula le estaba diciendo. Y más aún, comprendió también que no era eso lo que él quería. Él no sólo la quería como esposa, la quería también como profesional, como amante... quería el paquete completo. Y no quería que albergara ningún resentimiento hacia él por haber tenido que renunciar a una parte de sí misma.
—Yo... no quiero que renuncies.
—Haré lo que quieras. Te amo, ¿Es que no lo comprendes?
Pedro sonrió débilmente.
—Te... te... comprendo... Pero... no... quiero... que... renuncies...
—¿Porque no me quieres? ¿No he pasado la prueba?
—Sí... la... has pasado... Pero puedes... conservar... las tartas... —hizo una mueca de dolor—. Y... hasta comértelas.
—¿De verdad?
—Sí, Paula... Yo también te quiero.
—¿Dónde estás? —Alejandra entró precipitadamente en la sala de urgencias una hora después de que hubieran llegado Pedro y Paula.
—Señora Chaves, soy el doctor Tannenbaum. Me alegro de verla otra vez. Y debo decir que la encuentro mucho mejor. Su color, su figura...
—¿Mi figura ha dicho?
—Está usted estupenda.
—Pero doctor —contestó sonrojada—, si sólo han sido tres días.
—Tres milagrosos días.
—Bueno, al fin y al cabo he estado siguiendo la dieta. Sólo me la he saltado una vez.
—Bueno, por una vez no importa. Y ahora tengo que ocuparme de su futuro yerno. Voy a hacerle algunas pruebas. Es un caso muy extraño...
—Doctor, ¿Puedo hablar francamente con usted?
—Por supuesto.
—¿Tiene usted hijos?
—Tres hijas.
—Entonces podrá comprenderme. Ya ve, Paula es mi única hija y es muy, pero que muy cabezota.
—Qué me va a decir a mí. Desde que mi mujer murió, he enido que enfrentarme yo solo a mis hijas. Y cuando se les mete algo en la cabeza, no hay forma de hacerles cambiar de opinión.
—Exacto. Y aula está decidida a quedarse soltera.
—Yo pensaba que estaba comprometida con el señor Alfonso.
—Eso es una farsa. Han fingido el compromiso para complacerme a mí —Alejandra procedió a explicarle todo lo ocurrido y terminó diciéndole—: Y ya ve, el caso es que se quieren. De manera que no podía permanecer sin hacer nada, viendo como esos dos cabezotas arruinaban su futuro. Por eso preparé esa maravillosa cena y eché ciertas píldoras en la salsa de champiñones.
—¿Ciertas píldoras?
—La única cura contra la diarrea. Por supuesto, un remedio que puede comprarse legalmente.
En cuanto la oyó, el médico llamó a una enfermera que estaba cerca de allí y le dió las oportunas instrucciones.
—¿Se pondrá bien? —preguntó Alejandra preocupada cuando se fue la enfermera.
—Después de una noche bastante agitada, sí.
—¿Y puedo confiar en que esto quede entre nosotros?
—Bueno, en principio no ha cometido ninguna ilegalidad, y tampoco ha hecho ningún daño a nadie —la miró pensativo—. ¿Y dice que sólo se ha saltado la dieta una vez?
—Bueno, quizá dos.
—Conozco un restaurante italiano realmente bueno. Quizá le apetezca probar la pasta este viernes por la noche —la miró pensativo y frunció el ceño—. Ah, pero si usted se va de viaje mañana mismo.
Alejandra sonrió.
—Sí, pero la noche es joven, y de pronto me han entrado ganas de probar unos buenos fetuccini.
No hay comentarios:
Publicar un comentario