lunes, 20 de agosto de 2018

Dulce Amor: Capítulo 55

—He roto el contrato esta mañana. Una apuesta es una apuesta.

—Y lo de anoche fue sólo eso —dijo Paula con determinación—: una apuesta.

—Y una magnífica noche de sexo.

—Maravillosa.

—Pero ya terminó —añadió Pedro sombrío.

—Así es como tiene que ser.

—Ambos queremos cosas diferentes. Yo tengo una mentalidad muy tradicional y tú quieres dedicarte exclusivamente a tu trabajo.

—Eso  no  es  del  todo  cierto.  También  me  ustaría  casarme  algún  día,  pero con  alguien a quien no le importe compartirme.

—Y yo no estoy dispuesto a compartirte —pero, sobre todo, no estaba dispuesto a esperar. Necesitaba una esposa pronto.

—¿Entonces estamos los dos de acuerdo en que no se repetirá lo de anoche?

—Sí.

Paula exhaló un profundo suspiro.

—¿Sabes? Quizá hoy no vaya a ser un día tan terrible como esperaba.

Pedro sonrió.

—Dale tiempo. Todavía tenemos que ir a ver vajillas con tu madre.

Paula negó con la cabeza.

—No,  no  vamos  a  ir.  Todo  este  asunto  se  nos  ha  ido  de  las  manos.  Ya  hemos  perdido demasiado tiempo preparando una boda que jamás va a celebrarse.

—Sólo son cuatro días más.

Paula miró fijamente los ojos preocupados de Pedro. ¿Cuatro días más al lado de aquel hombre? Sus hormonas no podrían resistirlo, y mucho menos su corazón.

—¿Estás segura de que quieres decírselo? —preguntó Pedro.

Paula reunió valor y asintió.

—No he estado más segura de algo en toda mi vida.

—¿Te  importaría  prestar  un  poco  más  de  atención,  Paula?  Llevamos  más de media hora mirando vajillas, ¿No ves nada que te guste?

—La verdad es que no.

—¿Y qué me dices de ésta, querida? Rosas de té y borde dorado.

—No sé, mamá. Es bonita, pero —tenía que decírselo, se decía a sí misma, tenía que decírselo ya.

—¿A tí que te parece, Pedro? —Alejandra se volvió hacia el hombre que las seguía pacientemente durante la pasada media hora.

—Eh..., ¿Pedro, por qué no vas a echar un vistazo a las herramientas?

Pedro comprendió al instante la indirecta y en cuanto se marchó, Paula le pasó el brazo por los hombros a su madre.

—Me  alegro  de  que  nos  hayamos  quedado  solas,  mamá,  porque  quería  hablar  contigo.

—Claro  que  sí,  hija,  estamos  mejor  solas.  Intentemos  comparar  las  rosas  de  té  con los querubines, quizá así podamos elegir ya entre alguna de las dos vajillas.

—Me refería a hablar de la boda.

—Oh, ¿Te he comentado que Susana Merrymore se casó el año pasado en una balsa  en  medio  del  lago?  Justo  en  el  momento  en  el  que  el  sacerdote comenzó  la  ceremonia, la balsa comenzó a mecerse y la dama de honor se cayó al agua...

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