lunes, 18 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 69

—Que lo pasen bien. Voy a quedarme en casa de Pedro hasta que haya recuperado el brazo.

Aun le dolía mucho, menos eso sí que en el momento en que se lo habían colocado en su sitio, que había sido espantoso. Pero con Pedro allí y su hijo sano y salvo también a su lado, no podía quejarse de nada. Pero él vió el dolor en su mirada.

—¿Quieres que le pidamos algún calmante al médico? También puedo sujetar yo al niño.

Su brazo bueno se cerró automáticamente en torno a su hijo.

—Él nunca pesará demasiado. No me puedo creer que esto sea real, Pedro. Nos hemos perdido tanto...

Él puso una mano sobre su cabeza morena.

—Lo sé, y nunca podremos recuperar esos meses, pero tenemos todo un futuro juntos.

—¿Me has dicho en serio que... que me quieres? —le preguntó en voz baja.

—Solo siento haber tardado tanto tiempo en decírtelo.

—Bueno —dijo con una sonrisa brillante como el mismo sol—, como tú bien has dicho, no podemos recuperar esos meses, pero tenemos por delante todo el futuro.

Por acuerdo tácito, habían decidido volver a la casa nueva de Pedro al cabo de unos días. De todos los lugares en los que había vivido, Paula sabía que aquella casa era más su hogar que todas las demás. El hogar de su familia.

—Menos mal que crucé el umbral contigo en brazos la última vez, porque ahora no sería buena idea —comentó Pedro.

El hombro le daba punzadas de vez en cuando y seguía llevándolo en cabestrillo, pero ya le molestaba menos que cuando salieron del hospital, hacía unos días. Pedro había insistido en que ocuparan la suite de un lujoso hotel del centro, donde el bebé y ella pudieran ser atendidos en todo momento y protegidos de los medios. Y la verdad es que había disfrutado de la experiencia, pero sobre todo de poder tener la absoluta atención de Pedro. Este había escrito una crónica de lo ocurrido desde el hotel, que se había publicado después a bombo y platillo. Si su hombro no hubiera estado tan maltrecho como para impedirles hacer el amor, todo habría sido perfecto. Menos mal que la promesa de Pedro sobre el futuro la consolaba a ese respecto...

Otra sorpresa la esperaba cuando Pedro abrió la puerta.

—¡La casa está amueblada! —exclamó.

En lugar de habitaciones vacías en las que se pía el eco, había un cálido ambiente que a Tara le encantó nada más verlo. El recibidor había sido decorado con plantas verdes y un precioso ramo de olorosas rosas. Siempre le había gustado el estilo rústico, y le encantaron aquellos tejidos de Carla  Ashley y los cuadros de naturaleza de Sanderson que dominaban las paredes del salón. Uno de los aseos de invitados había sido decorado a juego con el salón, reparó al pasar. No podía esperar para explorar el resto de la casa.

—Está preciosa.

Acomodó a Bautista en sus brazos y sonrió complacida.

—Sé lo que te gusta, así que hice que un decorador viniera mientras hemos estado en el hotel.

—Ahora sé por qué no querías que viniéramos antes.

Él se limitó a sonreír y ella tuvo que hacer lo mismo. Sabía que aquello de ser padre y marido, algo a lo que Zeke se había resistido con uñas y dientes, era un paso de gigante para él, y no podía culparlo por estarlo organizando todo de aquel modo.

—No te preocupes —adivinó él—, que no pienso seguir en el papel de macho dominante mucho tiempo. En cuanto tú hayas recuperado el brazo y Bautista se haya acostumbrado a estar con nosotros, volveré a ser el adicto al trabajo que tú conocías.

Paula sonrió, porque sabía que había cambiado, que era más dulce, más considerado, se preocupaba más por sus sentimientos, seguramente porque estaban en sintonía con los de él. El bebé también se había adaptado sorprendentemente bien. Ella esperaba rabietas y malas noches, y la psicóloga que la policía le había enviado le había asegurado que no se trataba de un rechazo personal, sino que Bautista necesitaba tiempo para conocerlos y para superar el hecho de estar separado de las personas que había visto como padres durante los primeros diez meses de su vida.

—¿Has sabido algo de Jesica y Fabián?

Él asintió.

—Matías me mantiene informado. Fabián está detenido, esperando el juicio por secuestro. Ha accedido a facilitar toda la información de que dispone sobre los organizadores de la red, y eso lo ayudará. También tendrán en cuenta sus problemas de salud mental.

—¿Y Jesica?

—No se han presentado cargos contra ella. La policía ha aceptado el hecho de que no sabía nada del cambio.

—Espero que el niño que va a tener nazca sano y fuerte esta vez. Se merece un poco de felicidad.

—Debería haberse dado cuenta mucho antes —contestó Pedro, sin mostrarse tan compasivo—. Tú no habrías sufrido durante tanto tiempo.

—Ahora ya ha pasado. Como tú mismo has dicho, tenemos un futuro por delante.

Mientras ella dejaba al niño en la habitación preparada para él, adyacente a la de matrimonio, Pedro fue a preparar un café. La escena era tan doméstica que Paula sintió como si una mano le estrujase el corazón. ¿Qué más podía pedirle a la vida?

Dejó al pequeño Bautista dormido y bajó a la cocina. Pedro había servido el café, pero antes de que pudiera probarlo, sonó el timbre de la puerta; era la primera vez que lo oía, y le recordó a una película de fantasmas.

Pedro la miró.

—Mañana lo cambio —dijo, sin moverse.

—¿Es que no vas a abrir?

—¿Tú quieres recibir visitas?

Ella contestó que no con la cabeza. Todos a cuantos quería ver estaban bajo aqueltecho. Pero el timbre volvió a sonar.

—Si no abrimos, ese dichoso timbre va a despertar a Bautista.

Pedro dejó la taza y salió al recibidor; La voz de un hombre que no reconoció lo saludó y Paula salió también. Un hombre alto ligeramente encorvado, que debía de rondar los setenta años, estaba en la puerta. Su pelo plateado le proporcionaba un aire distinguido y sus facciones le resultaron familiares.

—Alberto Zolezzi, mi prometida, Paula Chaves—dijo Pedro en un extraño tono de voz.

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