lunes, 18 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 67

—No puede calentar la comida porque hemos cortado la electricidad —le explicó.

Paula volvió a tomar el megáfono.

—Fabián, no querrás que el niño pase hambre, ¿Verdad? Al menos déjanos que le llevemos un poco de comida.

Pedro hizo un gesto de negación pero ella no le prestó atención.

—¿Fabián? —insistió cuando el llanto cobró intensidad.

—Está bien. Pero solo tú, nadie más. Y otra cosa.

—¿Qué?

—Quiero que escribas una de esas declaraciones diciendo que Joaquín es mi hijo y que no tienes ningún derecho sobre él. Fírmalo delante de testigos y tráelo junto con la comida.

A Paula le dolía el pecho de tanto contener las lágrimas. Quería que firmase un documento legal negando el derecho a ser la madre de su propio hijo. ¿Es que no era ya bastante con que la hubiera privado de sus primeros diez meses?

—No puedo —contestó.

—Pues será mejor que puedas, porque no pienso renunciar a mi hijo.

La amenaza se vio acompañada de un sonido violento que la hizo retroceder horrorizada. En un primer momento le había parecido un disparo, pero luego se dio cuenta de que había sido un portazo de Ross.

—Espera —lo llamó, con la esperanza de que aún la estuviera escuchando—. Lo haré.

La puerta se entreabrió.

—No tardes mucho. Joaquín tiene mucha hambre.

La negociadora le quitó el megáfono.

—Bien hecho. Haré que te traigan la comida y la declaración. En cuanto esté preparado todo, se lo llevaré.

—No puede ser. Me conoce.

—¿Te conoce?

—Sí. Él atendió mi parto.

—Maldita sea... Cambiarme de ropa contigo no serviría, entonces —la negociadora se quedó pensativa—. De acuerdo, pero llevarás un chaleco antibalas, y harás exactamente lo que yo te diga.

Haría cualquier cosa para salvar a su hijo. Todo era mejor que seguir allí sentada, preguntándose qué estaba pasando en la casa.

Pedro vió cómo le ponían el chaleco.

—Debería ser yo quien entrase —dijo entre dientes.

Si algo le pasaba a Paula, nunca se lo perdonaría. A pesar de lo que le había dicho a ella, no se había quedado dormido nada más meterse en la cama, sino que se había quedado despierto preguntándose qué demonios estaba haciendo. Ponerle en el dedo el anillo de su madre le había parecido lo mejor que había hecho en mucho tiempo. Varias veces desde entonces había estado a punto de decirle que la quería. ¿Por qué no lo había hecho, habiendo dejado ella tan claro que no iba a renunciar a él? ¿Por qué le había resultado tan fácil dejar a Micaela y tan difícil alejarse de Paula? Pues porque ella tenía la llave de su corazón. Y porque una relación informal con ella ya no era bastante, o no habría estado tan deseoso de enseñarle su casa y de entrar con ella en los brazos. La verdad había estado delante de sus narices desde el principio. Ya estaba comprometido con ella en todo lo importante. Lo único que tenía que hacer era decírselo.

Un policía se acercó al coche con un biberón y un documento para Tara.

—¿Tengo que firmarlo? —preguntó tan angustiada que Pedro a punto estuvo de arrebatarle el documento y hacerlo pedazos.

La negociadora negó con la cabeza.

—Ese pedazo de papel no va a tener ninguna validez legal.

El alivio de Paula fue palpable.

—Deséame suerte —le dijo a Pedro.

Él la abrazó.

—Te quiero, Pau.

Sintió su sorpresa por la tensión repentina que notó se apoderaba de su cuerpo, y por las preguntas que brillaron en sus ojos. Ya tendría tiempo más tarde de contestarlas.

Le costó un esfuerzo titánico dejarla ir, y mayor aun no seguirla. Intentó concentrarse en la casa. Cuando Paula llegó junto a la casa, la puerta se abrió y Fabián asomó la cabeza. Parecía llevar en la mano un bate de béisbol, y la tensión de Pedro no pudo ser mayor. No podía oír lo que decían, pero seguramente ella debía haberle pedido que la dejara ver al niño. Sorprendentemente, Fabián trajo al pequeño a la puerta y Pedro sintió, más que vió, a los policías ponerse en alerta. Estaba concentrado en Paula, que alargaba en aquel momento los brazos hacia el pequeño, pero Fabián lo apartó. Su mano rozó la toquilla que lo cubría y luego cayó. Pedro casi podía sentir hasta qué punto deseaba tener en los brazos a su hijo. Él compartía aquel sentimiento. Deseaba tanto abrazarlos a los dos que los brazos le dolían. Le entregó el papel a Fabián, quien lo leyó con ansia. Paula se inclinó, al parecer para mostrarle algún detalle, y mientras Fabián se distraía un segundo, aprovechó para arrebatarle al niño y darse al vuelta con él en los brazos.

La negociadora se levantó.

—¿Qué hace esa mujer?

Pero Pedro ya había echado a correr, y franqueó la distancia que lo separaba de ella con la rapidez de un atleta olímpico. Vió que Fabián alzaba el bate de béisbol sobre ella. Como a cámara lenta, el palo describió un arco en el aire, dirigido a la espalda de Paula. Encorvada para proteger al bebé, estaba indefensa. Si el bate la golpeaba... Pedro se lanzó al espacio que quedaba en medio, desesperado por interponerse entre ella y el golpe. Sabía que iba a llegar unos segundos tarde, pero su carrera consiguió apartarla de su trayectoria y el golpe la alcanzó en un hombro. Con un grito de dolor que le traspasó el corazón, cayó. Sin nada que perder, corrió hacia la puerta que Fabián Fine intentaba desesperadamente cerrar y metió un pie para evitarlo. Con un grito de guerra, tiró de su brazo y lo golpeó contra la puerta con tanta fuerza que a punto estuvo de salirse de sus goznes. Echó luego el brazo hacia atrás con el puño cerrado, dispuesto a golpear. Pero alguien lo sujetó con fuerza. Pedro luchó por soltarse hasta que se dio cuenta de que se trataba de un policía.

—Ya basta. Déjenos hacer nuestro trabajo —dijo.

Se dió la vuelta inmediatamente, preparado para ver a Paula y a su hijo en el suelo, heridos, o peor aún, pero sorprendentemente la vió levantarse ayudada por la negociadora. Sostenía a su hijo contra el pecho como si no fuera a soltarlo jamás. El bebé lloraba, pero no parecía herido, y Pedro ofreció una plegaria de agradecimiento mientras corría a su lado.

—Pau, amor mío. Creía que te había alcanzado.

—Solo en el hombro —insistió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario