miércoles, 27 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 20

—Para empezar —respondió con expresión sombría—, tampoco ellos son mi verdadera familia. Me adoptaron siendo un bebé y siempre que podían se encargaban de recordarme lo afortunado que había sido. Además, ellos vivían de cultivar la tierra y pensaban que debía agradecerles el haberme adoptado trabajando junto a ellos. Mi padre y yo apenas hemos vuelto a hablarnos desde que empecé a ganarme la vida como automovilista.

—Lo siento —murmuró Paula.

—De eso hace mucho —comentó, aunque ella tuvo la impresión de que seguía afectándolo.

Pedro le ofreció un poco más de ensalada, que Paula rechazó.

—Estaba estupenda, pero estoy a punto de explotar.

—No tienes por qué preocuparte por tu línea —comentó Pedro sonriente—. Estás estupenda y, además, no vas a tener que cuidar tu imagen ante las cámaras de televisión durante una temporada.

Paula lamentó que Pedro le recordara aquella cuestión, sobre la que aún no se había decidido. Por algún motivo, de repente, su expresión adquirió una veta de tristeza.

—Todavía estás a tiempo de dar marcha atrás y volver a tu trabajo —prosiguió Pedro al notar su repentino cambio de humor—. Tu productora estará encantada de volver a contar contigo.

«Sólo porque te conozco», pensó Sarah. Cuando una puerta se cierra... se recordó. Desvaneció sus dudas con una amplia sonrisa.

—Me niego a darle esa satisfacción a Diana. Además, ya he conseguido trabajo —añadió sorprendiéndose a sí misma. ¿Cuándo lo había decidido? Entonces supo que una parte de ella no lo había dudado, a pesar de todos sus razonamientos, ni por un momento.

—Quizá acabes pensando que es peor trabajar conmigo que con Marcos Nero —la advirtió Pedro—. Soy exigente, perfeccionista, un auténtico hijo de...

—En otras palabras —lo interrumpió entre risas—. Que me voy a sentir como en casa.

—La señorita piensa que estoy bromeando —dijo Pedro, lanzándole una sonrisa electrizante.

Paula no hizo caso al ritmo acelerado con que había empezado a latirle el corazón. Si iba a trabajar con él, sólo podía considerar a Pedro un compañero de equipo. Un fantástico y divertido compañero, eso sí. No recordaba haberse sentido tan atraída por un hombre tan rápidamente como le había sucedido en esa ocasión. Tenía que darle un tono más profesional a la conversación si no quería que aquella cena acabara de manera desastrosa.

—No habrías llegado donde estás sin esas cualidades. Y no espero que cambies debido a mí —dijo Paula—. Quizá deberíamos hablar sobre el libro; aclarar lo que cada uno espera de esta colaboración.

—Ya tendremos tiempo mañana de comentar esos detalles —respondió Pedro  frunciendo el ceño.

—Pero...

—No hay peros que valgan, Paula—le acarició la mano sobre la mesa—. Lo único que tengo pensado esta noche es llevarte a casa... para que duermas y descanses... sola —añadió, adivinando los pensamientos de ella.

Antes de que pudiera protestar, el móvil de Pedro empezó a sonar. Se disculpó con la mirada y se dispuso a contestar.

—Debe de ser importante. Sólo Marcelo tiene este número y sólo lo usa en caso de emergencia...

Pedro contestó, escuchó durante unos segundos, hizo algún comentario en voz baja y finalizó la conversación.

—Parece ser que la prensa ha rodeado mi casa —dijo disgustado—. No podré regresar esta noche si no quiero que me sometan al tercer grado.

—Puedes quedarte en mi casa —le ofreció después de tragar saliva, consciente del riesgo que corría.

—Gracias, pero saben que estamos juntos. Probablemente también estén vigilando tu casa —respondió él.

—¿Qué podemos hacer?

—Se me ocurre una solución... —dijo después de pensar un par de segundos— ... si no te importa pasar la noche conmigo.

Después de lo que le había sucedido ese día, Paula creía que ya nada podría sorprenderla. Sin embargo, la proposición que acababa de realizar Pedro la dejó boquiabierta. Sintió un temblor que le recorría el cuerpo entero y apretó el borde de la mesa con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.

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