viernes, 1 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 37

Entonces pensó en Paula y en su isla y sintió una extraña añoranza. Pero estaba claro que ella no quería ni pensar en que pudiera acompañarla. Bueno, ¿Y qué? ¿Desde cuándo se arredraba él por un poco de resistencia? Él la quería, quizá no en el sentido aquel de para siempre, pero sí en todos los demás sentidos en los que un hombre podía querer a una mujer. Sabía que ella sentía lo mismo, y el corazón se le aceleró al recordar hasta qué punto.

Suspiró. En fin, que como no iba a obtener más respuestas dándole vueltas y vueltas a las cosas, era mejor concentrarse en el debate que lo esperaba a continuación. Gimió al pensar en las horas que iba a tener que pasar bajo la luz de los focos intentando comportarse como si fuera el alma de la fiesta cuando en realidad era lo que menos le apetecía hacer en el mundo. ¿Cómo diablos terminaba metiéndose siempre en aquellas cosas?

Diego Brock lo estaba esperando en el estudio. En opinión de Pedro, el fotógrafo no había recibido el reconocimiento que se merecía por su participación en la historia de los niños. Sus fotografías habían hecho mucho para despertar la sensibilidad de la gente y empujar a la justicia a actuar de inmediato.

—He decidido venir a que vieras unas fotos. Apenas te veo por el despacho —le dijo, entregándole una carpeta.

El productor del debate no andaba por allí y el decorado estaba todavía vacío.

—Parece que aún me quedan unos minutos libres.

—No sé si minutos u horas, porque he oído que hay un problema de suministro eléctrico.

Así por lo menos no lo habrían echado de menos. Miró las pruebas fotográficas. En ellas se veía a una madre, un padre y un niño jugando, aparentemente felices, contra el fondo de una piscina. Solo él, Diego y la policía sabían que aquellos padres de aspecto tan inocente habían comprado al niño poco después de nacer.

—¿Cómo las has conseguido? —se sorprendió.

—Una lente potente, una escalera, un vecino amable... Lo de siempre —explicó Diego, evidentemente complacido.

—Será mejor que ponga a Hollywood sobre aviso. Menudo paparazzi estás hecho.

—Eh, que no hace falta que me insultes.

—Es en serio, Diego. Son geniales —dijo, señalando una de ellas—. Esta para la portada. El resto irán junto al texto, con la cara oscurecida, por supuesto.

—Inocentes hasta que no se demuestre lo contrario —confirmó Diego, acostumbrado ya al procedimiento.

Pedro frunció el ceño.

—El único inocente aquí es este niño.

Diego lo miró sorprendido.

—¿No te estarás volviendo tierno a estas alturas?

—Eso no es asunto tuyo.

—De acuerdo. No es para que me muerdas la yugular.

—Lo siento —contestó Pedro, frotándose las sienes—. Es que estoy cansado, eso es todo. Esta campaña está siendo muy larga —señaló el decorado ya iluminado—. Y esto no ayuda mucho.

—Demasiada espera para unos minutos de actividad, pero merece la pena. En cuanto la policía le eche el guante a esa pareja, serán los últimos a los que se les ocurrirá comprar a un niño.

Pedro le dió una palmada en el hombro.

—Te mereces el Walkely por este trabajo.

Diego enrojeció.

—Si hay que darle un premio a alguien, es a tí. Con las nuevas medidas de seguridad que han implantado en el hospital a resultas de esta investigación, tendrá que pasar mucho tiempo para que una historia como esta pueda repetirse.

Pedro asintió. Ni la publicidad personal ni la popularidad que daba la televisión eran nada comparados con la satisfacción de saber que había hecho bien su trabajo. Con el rabillo del ojo vió que sus compañeros de debate empezaban a sentarse y que el productor se acercaba, pero entonces sonó su móvil.

—Un momento —dijo mientas descolgaba, a lo que el productor contestó dando unos golpes nerviosos con el pie en el suelo.

—Alfonso.
El productor miró su reloj ostensiblemente. Era Matías Ellison quien lo llamaba.

—He estado intentando localizarte —le dijo.

—Había descolgado el teléfono. Iba siguiendo a alguien y no quena que sonara. Me parece que tengo una pista para tí.

El corazón le dió un brinco y se sintió tentado de abandonar el coloquio para seguir la pista que había descubierto su ayudante, pero se limitó a suspirar.

—Buenas noticias, Matías. Pero ahora estoy metido en algo que no puede esperar. ¿Dónde puedo localizarte cuando esté libre para hablar?

—En casa, estaré viendo el partido de cricket.

Pedro sonrió.

—Qué suerte.

La llamada lo dejó insatisfecho y nervioso, pero no podía deshacerse del productor a aquellas alturas, así que con otro suspiro cerró la tapa del teléfono, lo desconectó y echó a andar hacia el decorado.

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