miércoles, 27 de junio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 16

—¿Oferta? —repitió, traicionada por su confusión. La proximidad de Pedro la impedía actuar con serenidad—. ¡Ah, sí!, ¡esa oferta! Sí, supongo que ahora ya puedo aceptarla... Gracias a tí, Marcos—reaccionó a tiempo.

—Pensé que la idea de perder tu trabajo te entristecería —comentó él desconcertado.

—Normalmente, la entristecería —intervino Pedro—. Pero ahora tiene proyectos mucho más emocionantes... que, a mi entender, encajan mejor con su talento. ¿No te parece, cariño?

Paula aún no sabía de qué estaba hablando Pedro, pero valía la pena sentirse un poco despistada con tal de disfrutar de la cara de desgraciado que se le estaba poniendo a Marcos. Era el tipo de persona que sólo disfrutaba del éxito, cuando éste se producía a costa de otro. Y en ese caso, habría deseado que Paula se sintiera apabullada por su forzosa salida del programa. Si a ella le daba igual, su triunfo perdía parte de su encanto.

—Quizá deberíamos compartir nuestro secreto con Marcos y Diana —comentó Paula, con la esperanza de que aquella observación no entorpeciera los planes de Pedro.

De repente, se quedó helada. ¿No iría a decirles que estaban prometidos? Marcos nunca se tragaría una mentira de ese calibre, aunque, al mismo tiempo, el corazón le dio un vuelco por el mero hecho de pensar en esa posibilidad. Ella nunca había sido la prometida de ningún hombre, y la idea de pertenecer a Pedro la llenaba de coraje y de deseos. Pero no debía hacerse ilusiones. Intentó tranquilizarse, pues, de seguir fantaseando, podía acabar con el corazón roto.

Pedro debió de sentir la tensión de su cuerpo, pues empezó a masajearle los hombros para relajarla. Involuntariamente, la cabeza de Paula se recostó sobre el costado de Pedro. Casi tuvo ganas de ronronear y a punto estuvo de protestar cuando Pedro interrumpió el masaje. Al menos, pensó, había logrado serenarse.

Marcos miró asombrado aquella estampa de la supereficiente reportera, Paula Chaves, reposando la cabeza sobre el hombro de Pedro. No pegaba con su forma de ser, reconoció ésta, pero se sentía tan a gusto que decidió mantener la postura un rato más.

—Todavía es oficioso, pero Paula va a escribir mi biografía —anunció Pedro—. Habíamos pensado en ofrecer un avance en exclusiva a su programa; pero ahora que Paula ya no es la presentadora... —dejó la frase en el aire, aunque dando a entender que, con toda seguridad, habría otro programa que se vería beneficiado.

Como cebo era brillante, pero Paula se sintió algo decepcionada. No pensaba que de veras fuera a fingir que estaban prometidos, pero tampoco había imaginado que hubiera inventado una prosaica oferta de trabajo. Pero entonces, si Pedro no pretendía que Marcos creyese que ambos estaban prometidos, no tenían por qué fingir ser amantes, pensó Paula.

—Esto es un poco precipitado, ¿No les parece? —preguntó Marcos sin terminar de creer lo que estaba presenciando.

—En absoluto —rechazó Pedro con aplomo—. Se lo propuse ayer mientras comíamos; pero Paula es tan leal que no vio bien aceptar mi oferta... hasta que hoy la ayudaste a decidirse.

—Respecto a tu dimisión, Paula—intervino Diana, después de carraspear para llamar su atención—, ya sabes lo temperamental que soy. En realidad nadie quiere prescindir de tus servicios. Podemos hablar con más calma y llegar a un acuerdo acerca de tu futuro en la cadena.

Marcos no pareció muy complacido por aquella propuesta. Acababa de librarse de su principal rival y la idea de que regresara no le resultaba nada atractiva. Y mucho menos, si volvía con un reportaje como el de Pedro, que situaría las cuotas de audiencia de su programa por las nubes.

Pero Marcos no tenía por qué preocuparse. Paula conocía demasiado a Diana como para que la engañara, y sabía que ésta sólo quería que regresara para exprimir su relación con Pedro. Ese hombre, con su carisma y su récord mundial, haría las delicias de los telespectadores. Sin duda, un libro que hablara de su tan secreta vida privada y del verdadero motivo de su retirada de los circuitos sería un best seller sin necesidad de promoción alguna.

—Gracias, Diana, pero estoy contenta tal y como están las cosas ahora mismo —afirmó Paula—. La verdad es que dar por concluida mi colaboración con ustedes es, de alguna manera, una bendición —añadió para enrabietarla.

La oferta de Pedro perseguía que Diana viera a Paula con mejores ojos que a Marcos. Pero ésta confiaba en que eso no fuera todo. Como su madre siempre decía, cuando una puerta se cierra, otra se abre. No sería la puerta de Pedro la que se abriese. No creía en milagros. Pero encontraría una puerta y algún día, más adelante, miraría atrás y pensaría en ese momento como el inicio de algo y no como el final de una etapa.

—Exacto —reforzó Pedro—. Toda una bendición... para mí. Paula estará demasiado liada con el libro para ocuparse de ninguna otra cosa, así que lo que ustedes pierden lo gano yo, ¿Verdad, Paula?

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