miércoles, 13 de junio de 2018

No Estás Sola: Capítulo 58

—A la cuñada de Jesica Fine, Rosana. Estaba de guardia en el hospital la noche en que tú diste a luz. Iba contra la ética médica atender el parto de su cuñada, pero según mi fuente, suele saltarse las normas a la torera cuando le parece. Nadie sabía nada de su pasado hasta que Matías encontró su historial psiquiátrico.

Paula apretó su brazo.

—Pedro, podrías estar buscando a la persona equivocada. El marido de Jesica se llamaba Fabián. Las iniciales coinciden, y él también es partero.

Pedro se sobresaltó.

—¿Qué? No hay ningún Fabián Fine trabajando en Las Rosas.

—Jesica me dijo que había utilizado un apellido diferente porque el hospital no permitía que dos miembros de la misma familia trabajasen en la misma sección. Necesitaban el trabajo porque ella iba a tener que dejar el suyo para cuidar de su hijo, y me lo contó porque mi médico se retrasaba y yo estaba nerviosa, e iba a ser su marido quien cuidara de mí.

Pedro se acercó y habló en voz baja.

—Si es quien yo creo que es, se llama Fabián Crichton.

Paula recordó el nombre.

—¡Sí! Así se llamaba.

—Algunos de los historiales alterados llevaban su firma. Era solo un engranaje pequeño dentro de la operación, pero puede que nos conduzca a los más importantes. Su pista desapareció cuando dejó el hospital, y suponía que se había marchado del país.

—Entonces, aún podría estar en Sidney.

Él asintió.

—Seguramente trabajando en otro hospital con su nombre verdadero.

—Si es él quien ha tenido problemas psiquiátricos y averigua que andas tras él...

—No se puede saber cuál será su reacción.

El miedo y el horror agarrotaron a Paula al recordar al partero que la había ayudado en el parto. En aquel momento le pareció un hombre distante pero amable, que se disculpó por la ausencia del médico pero que le aseguró que se encontraba en buenas manos. No había dado muestras de ser mentalmente inestable. Cuando su bebé no había llorado nada más nacer, había reaccionado con prontitud llevándolo rápidamente a la sala de reanimación. Pensar que si su hijo no hubiese nacido muerto, podría haber sido robado era demasiado duro de asimilar. La mujer que estaba sentada a su lado interrumpió sus pensamientos acercándose para decirle:

—¿Quieren sentarse juntos? —le ofreció, refiriéndose a Pedro, que no lo dudó.

Paula se pasó junto a la ventanilla y le dejó a él el asiento de pasillo.

—No creo que...

—Hay algo más que debes saber —la interrumpió, poniendo una mano en su brazo.

La presión de su mano y la urgencia en su tono de voz le produjo un escalofrío.

—¿Crees que Fabián Fine puede seguirnos?

—No sé dónde aparecerá, o si conseguiremos encontrarlo —repitió—. Se trata de algo más personal. A partir de ahora, tú y yo estamos casados.

Ella lo miró sorprendida.

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